El Mirasol se quedó con el clásico y recuperó la sonrisa
El equipo aurinegro venció 1 a 0 a Deportivo Morón y encontró la paz que necesitaba, luego de una semana agitada. El gol del triunfo lo marcó Brian Fernández.
Con todas las condiciones en contra, Almirante Brown se hizo inmenso en el clásico contra Deportivo Morón. Una semana convulsionada, con encontronazos, discusiones, sin entrenarse un día y con fuertes interrogantes sobre la continuidad de Daniel Bazán Vera terminó de la manera menos pensada: triunfo ante el Gallito y todos abrazados al entrenador.
Así lo logró la magia del fútbol. Porque, después de esos días furiosos, el Mirasol encontró la paz con la victoria en el Nuevo Francisco Urbano, en donde no había ganado nunca. El único gol de la tarde lo anotó Brian Fernández, quien, casualmente, también le había marcado al Gallito en el choque de la primera rueda.
En el primer tiempo, el conjunto matancero se plantó con autoridad en el campo del Gallo y tuvo en Gonzalo Flores a su factor de desequilibrio. En una de sus incursiones ofensivas, el exTigre habilitó a Axel Ochoa, quien terminó la jugada con un remate en el ángulo derecho del arco moronense.
Como respuesta, el elenco local se hizo fuerte en la segunda mitad de la etapa inicial. De la mano de su capitán, Gastón González, Morón llevó peligro al arco de Ramiro Martínez, quien respondió con efectividad ante dos disparos del mismo González y uno de Matías Castro.
A los dos minutos del complemento se destrabó el partido. Una precisa habilitación de Ramón González, dejó a Brian Fernández en una posición esquinada pero dentro del área. Bien perfilado, el exRacing y Defensa y Justicia sacó un misil desde su botín derecho y sacudió las redes del cuadro local.
A partir de allí, los dirigidos por Daniel Bazán Vera administraron la ventaja en el marcador y supieron controlar los embates desordenados pero enjundiosos del Gallito. Sobre el final, se empujaron Fernando Moreyra y Gonzalo Flores y el árbitro, Franco Acita, determinó la expulsión de ambos jugadores.
El pitazo final del juez del encuentro fue el pase de la varita mágica para que la alegría entierre las broncas de días atrás. El Indio, como un jugador más, se unió al festejo de sus futbolistas y terminó celebrando de cara a la popular visitante, en donde se encontraban los dirigentes y allegados aurinegros.
Tan impensado como real. El fútbol demostró que es la llave que abre cualquier candado. Y el que recompone las relaciones más complejas. Es un gol, un grito, un triunfo en el clásico y un abrazo unánime.