Una realidad institucional que da miedo, producto de políticas nefastas/ El consumo de sustancias estupefacientes dentro de las Fuerzas de Seguridad, es un problema en crecimiento.
Por Juan Carlos Arias. Especialista en Seguridad.
La sociedad hoy, está presa de la incertidumbre, por la creciente ola de delitos que se producen diariamente, afectando en su mayoría a familias de clase baja y media baja, trabajadores que hacen lo imposible para mantener a sus familias y para garantizar el alimento y el estudio de sus hijos, y que también procuran cuidar sus pocos bienes, sus medios de transporte para ir a trabajar, su auto, su moto, cosas que hoy son elementales para algunos, mientras que otros más relegados que no cuentan con transporte propio recurren a los medios públicos abarrotados y cada vez más caros, haciendo de cada viaje un periplo donde muchas veces son despojados del dinero de sus pasajes y de sus celulares. Esta realidad, más largas e interminables horas laborales, afectan también a los funcionarios policiales, y muchas veces, los involucran en enfrentamientos para poder preservar sus vidas o la de terceros.
Dentro de este contexto, las políticas de seguridad implementadas por el Estado Provincial y Municipal hacen agua, y denotan su ineficacia casi absoluta. Se compran patrulleros y falta personal para conducirlos, se crearon Unidades con pomposos nombres y solo cubren servicios donde se los muestran en un despliegue propio de Estados totalitarios que hacen gala de sus ejércitos privados. En la práctica, estos hombres y mujeres cubren en muchos casos, recorridos o custodias en puntos fijos que son pagados en forma irregular para beneficio de sus jefes, sin ninguna garantía de seguridad o casi ninguna, ya que “si se pudre” – como vulgarmente se dice-, hacen figurar que circunstancialmente estaban allí y si el personal se equivoca, los entregan al circo y terminan presos. A nadie escapa la percepción -a veces indignante -, cuando se los vé pasar en caravanas de motos y móviles, generando muchas veces críticas de los ciudadanos, porque cuando se los requiere al 911 no están.
Éso sí, se están gastando millonarias cifras en propaganda institucional, donde se pretende vender a la sociedad las bondades de ingresar y capacitarse dentro de las filas policiales. Muchos efectivos al ver esas publicidades, se enojan mucho porque, en el periodo de formación se los alecciona como si se tratara que van a ingresar en una orden religiosa y ya dentro de la Fuerza y al ver la realidad sienten su primera frustración. La segunda es ver los magros sueldos que cobran, por un servicio en donde ponen en juego sus vidas y su libertades personales, y la tercera es cuando se dan cuenta y toman conciencia que ya no tienen vida propia y social. Primero la Institución , y después sus familias y sus propia salud. La institución es una verdadera picadora de carne, usa y no cuida a sus miembros, ni siquiera valora o pone en la balanza sus méritos o de méritos a la hora de fijar premios y castigos. No importa lo bien o mal que se hayan desempeñado, el amiguismo y los contactos prevalecen por sobre la capacidad, la honestidad, la integridad, la ética y la moral.
Los programas de formación, no se ajustan a una realidad y hay un divorcio entre los institutos y la realidad de las calles, porque en muchos casos, en vez de entrenarlos y prepararlos psicológicamente para su función, se los verdugea y -como diría algún viejo-, se acosa a aquellas jóvenes más agraciadas. Se busca -conforme la antigua concepción prusiana-, formar individuos que acaten órdenes irreflexivamente y que desconozcan en profundidad sus derechos y obligaciones como funcionarios y ahí se empiezan a romper todos los códigos y reglas, dado que son pocos los que se mantienen ajenos a ésto. Se ingresa en el sistema o se es un paria institucional, o -como también sucede -, pedir la baja y terminar de repositor en algún híper, o haciendo alguna otra actividad menos riesgosa, menos demandante, mejor vista por la sociedad, ¿y por qué no?, tal vez inclusive, mejor paga.
El delito se lleva por delante en la calle, hoy los policías no investigan casi nada, salvo oficios judiciales que les designan para su diligenciamiento, generalmente delitos que no afecten intereses políticos. No obstante, muchos requerimientos caen en manos de los que aún tienen el orgullo de ser policías y se sienten identificados con lo que hacen y en muchos casos terminan encerrando a algún delincuente, aunque muy pocos de estos delincuentes cumplirán alguna condena, porque el sistema, a pesar de los recursos invertidos, los suelta en el marco de un falso garantismos del debido proceso, que prioriza al victimario por sobre las víctimas, mientras diariamente los medios orales, gráficos y de redes se inundan de titulares dando cuenta de personas asesinadas en ocasión de robos o delitos, sumando huérfanos, viudas, y madres y padres, que pierden hijos en manos de la delincuencia.
No obstante , muchos oficiales y jefes procuran diariamente superar ésto y hacer su trabajo, pero como las instituciones son parte de la sociedad, los males que aquejan a esa sociedad también afectan a los efectivos policiales, falibles seres humanos, que eligen un ingrato trabajo y modo de vida. Esos funcionarios, al igual que todos los argentinos afectados por las deudas y con sueldos por debajo de la pobreza, cada día salen de sus casas pensando si regresarán a ver a sus seres queridos, o si algún delincuente no terminará con su vida, o si el sistema muchas veces injusto no los usará para mostrar, “que la política es justa con los delincuentes y garantiza sus derechos y castiga a los malos policías”.
Dentro de este panorama personal y familiar, el policía termina su servicio, mas sus recargos y descansa algunas horas para irse después a su “otro trabajo”, porque la gran mayoría, recurre a un sub empleo para poder llegar a fin de mes, choferes de aplicaciones Uber, Didi, remises, encomiendas etc. y como son de carne y hueso, mal dormidos, mal comidos, empiezan a transitar en una pendiente, en donde sus organismos se van viendo afectados, el stress laboral y las presiones, generan una catarata de sustancias nocivas para un individuo y ya no tienen fuerza y entonces recurren a las recomendaciones de compañeros o amigos, tomando alguna droga de uso medicinal para garantizar descansar, las pocas horas que duermen.
Pero ya su salud y la parte psicológica les pasa facturas, porque esas sustancias sin control médico los hacen presa de alteraciones psicológicas , consumen drogas para dormir y después para despertarse y en muchos casos empiezan a consumir cocaína. Éso garantiza que puedan manejar 16 o hasta 24hs. continuas sin dormirse, pero todo se altera, su conducta sufre cambios bruscos de humor, que plasman en su trabajo y en su entorno familiar, y dentro de esta escalada y circuito de adicción, cuando no consumen entran en el famoso bajón y la depresión, que en muchos casos los lleva a tomar la peor decisión de sus vidas, y para evadirse, usan sus armas reglamentarias en contra de sí mismos. (Ésto no define el total de suicidios casi 40 en los últimos años, pero se ajusta a la mayoría en muchos casos)
Ésto que estoy narrando, lo hago con preocupación por estos individuos, pero también por lo que representan en el entramado social, dado que son los encargados de proteger a los ciudadanos y muchas veces, no pueden protegerse a sí mismos. Pero ésto es sólo una mirada de las instituciones de seguridad; en mayor o en menor medida muchos de estos factores se conjugan en la degradación institucional y no solo afecta a algunos policías, también lo hacen con médicos, choferes, profesores y un sin número de oficios en mayor o en menor medida, porque es un problema social en avance que degrada al propio Estado en forma sistemática.
Es el resultado de una política que priorizó hacer de cada organismo que de él dependía una caja de recaudación para hacerse aún más poderosos y seguir haciendo política. Dentro de esta perversión, captaron en las instituciones a los más manejables y corruptos y los ungieron de funciones directivas, y aquellos que no entraron en el sistema vieron , sus carreras truncadas sin importar sus capacidades personales ni que fueran personas honestas, tuvieron que irse o ser presas del sistema; que cada tanto anuncia con bombos y platillos su lucha en contra de los malos funcionarios y empapela a alguno que osa enfrentar a los delincuentes y políticos con uniforme.
Ésto es el resultado de décadas de destrucción sistemática de las instituciones de seguridad. Los corrompieron y en muchos casos los enviciaron para que sean más manejables, dándoles en algunos pocos casos, prebendas económicas, permitiéndoles recaudar dinero, no ya del juego y la prostitución como es histórico en todo el país y en décadas anteriores, si no de la droga, que inunda las calles y genera la ola de violencia que experimentan los cuídadanos. Si las autoridades hacen controles periódicos, de tés de consumo de sustancias psicoactivas entre el personal policial, primero tienen que iniciarlo por la superioridad al máximo nivel y después hacia abajo en forma decreciente, obligando a todos aquellos que consuman a someterse a procesos de tratamiento y a aquellos que no superan estos procesos apartarlos por ineptitud sanitaria o pasándolos a retiro, sin posibilidad de que puedan acceder a portar armas, o se vuelquen a la seguridad privada.
Son muchas las denuncias de ciudadanos comunes que manifiestan que en el sin número de quioscos de venta del conurbano, concurren móviles abiertamente con sus dotaciones no solo a buscar coimas si no a comprar dosis de estupefacientes y ésto pasa en las narices de quienes deberían controlar internamente el problema, pero no pasa, porque si iniciaran acciones o medidas administrativas, seguro que los denunciados, pueden a su vez denunciar a los encargados de los grupos de calle y algunos jefes sobre los negocios con el narco y con las barras bravas de clubes deportivos de futbol que se convirtieron en soldaditos del narco, y que hoy es casi parte institucional de algunos sectores políticos, porque permite que lo que se recauda llegue a los niveles más altos del Ministerio de Seguridad y a la política de la Provincia de Buenos Aires y a otros ámbitos nacionales.
Cómo se revierte ésto, como se combate el narco , que invadió la región sustentado por gobiernos permeables, con posturas demagógicas, que no requieren de una u otra postura política, porque el dinero es el que manda y corrompe a la Izquierda y a la Derecha por igual.. ¿Entonces qué hacemos?… ¿Cómo terminamos con esto? Que incógnita.. ¿No?..
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