Internacional

Los cebos de Trump

El magnate asume hoy su segundo mandato en Estados Unidos. Aquí, la lupa sobre sus recientes y explosivas amenazas de anexamiento o invasión militar a Groenlandia, Panamá, Canadá y México. Imperialismo y guerra comercial, temporada dos.

Por Mariano Vázquez | El sistema electoral estadounidense no se lo permite pero Donald Trump, quien asume hoy su segundo mandato (¿y último?), buscará la manera de romper con ese impedimento legal a un tercero. Ya lo intentó en el surrealista asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, evento que trató de minimizar durante la campaña electoral al afirmar que se trató de “un festival de amor” en el que “no pasó nada”; o en 2024,  durante la misma carrera hacia la Casa Blanca cuando vaticinó que, si era nuevamente electo, sería “dictador sólo el primer día”. El magnate, aunque no pueda expresarlo abiertamente, admira liderazgos fuertes y duraderos como los de Vladimir Putin, Xi Jinping y Kim Jong-un.

Trump no apuesta sumas pequeñas: así como en pocas semanas logró que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu firmara un cese al fuego con Hamas (hito que Joe Biden no pudo concretar desde el Salón Oval en más de un año), sigue lanzando sus cebos más perturbadores en múltiples estanques, obligando a sus destinatarios a responder sobre temas de agenda inexistentes y marcando así el tenor de lo que será su segunda incursión en Washington.

Su potente eslogan “Make America Great Again” (MAGA) cabalga sobre el imaginario de grandeza que marcó la gran expansión de los Estados Unidos de raza blanca a partir del siglo XIX. Trump es un fiel exponente del llamado “Destino Manifiesto”, figura mística que nació en 1845 para justificar los apetitos imperiales. Como dijo su creador, el aventurero ultrareligioso John O’ Sullivan: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.

Todo en Trump exuda Doctrina Monroe y Destino Manifiesto, por eso las menciones de anexamiento, guerra comercial o invasión militar al mencionar, en un raid televisivo, a  Groenlandia, Panamá, México y Canadá. Las declaraciones inesperadas, que despertaron respuestas titubeantes, no fueron producto de la mente afiebrada del empresario de bienes raíces, sino de su estrategia para primero ofender y humillar, blandiendo hasta la amenaza militar que habilita ser la primera potencia del mundo, para luego negociar y obtener la mejor ganancia para esa corporación llamada Estados Unidos de América.

Cada caso tiene su particularidad y su cordón umbilical con la historia estadounidense: la divisa política Dīvide et īmpera.

Groenlandia

Acerca de la isla más grande del mundo, que pertenece al Reino de Dinamarca, uno de los países más genuflexos y sometidos a Washington, Trump dijo: “Necesitamos Groenlandia por fines políticos y militares. Si la tenemos, podemos proteger el mundo libre. Yo creo que la gente de Groenlandia va a votar por su independencia para unirse a Estados Unidos; si no lo hace, no pasa nada, le pondré a Dinamarca unos aranceles a un altísimo nivel”.

No es una ocurrencia nueva: su posición privilegiada para la navegación en el Círculo Polar Ártico, además de sus riquezas naturales como el litio, níquel, cobalto y cobre, la convierten en un bocado seductor. Más de un siglo atrás, en 1916, el contraalmirante Robert Peary recomendaba la compra de Groenlandia bajo el pretexto de la ley de gravitación política (categoría usada con Cuba): “Geográficamente, Groenlandia pertenece a América del Norte y al hemisferio occidental, sobre los cuales hemos declarado oficialmente una esfera de influencia por medio de la Doctrina Monroe”. En 1868, también contemplaron comprar Islandia. Un año antes habían adquirido Alaska.

Panamá

Como en general ocurre con la manera en que se cuenta la “gloriosa” historia de la Unión Americana, Trump mintió descaradamente sobre el peculiar imperialismo que su país ejerció en Panamá. Afirmó sin ruborizarse que “el Canal de Panamá fue construido para nuestro Ejército”, murieron 38.000 “hombres estadounidenses” construyéndolo y ahora “está siendo operado por China, se lo entregamos a Panamá, no a China, y han abusado de ese regalo”. Según la Autoridad del Canal, la cifra de muertos por su construcción asciende a 6.000 (otros la elevan a 20.000). La mayoría de los trabajadores provenían de las Antillas (Barbados, Martinica y Guadalupe), los “hombres estadounidenses” no murieron poniendo los cimientos de esa ciclópea obra, sino dando órdenes.

La Doctrina Monroe incorpora, de la mano del presidente Rutherford Hayes (1877-1881), un nuevo corolario que se refiere a Centroamérica y el Caribe como área de “esfera de influencia exclusiva”, que marcará las bases de la toma de la provincia colombiana de Panamá mediante una revolución artificial que contó con el apoyo velado del presidente Theodore Roosevelt (1901-1909), quién se jactó así de su éxito: “Yo tomé Panamá”. Durante un siglo, Washington se apropió del Canal de Panamá y usufructuó sus beneficios hasta que el Tratado Torrijos-Carter le devolvió esa franja interoceánica vital a su legítimo dueño. Como dijo el líder panameño Omar Torrijos: “La garra imperialista sobre la franja canalera es un resabio infeliz de la política del garrote y de la diplomacia del dólar”. Y con destreza geográfica, describió las anomalías de los límites de antaño: “Panamá limita al norte con el Atlántico, al sur con el Pacífico, al oeste con Costa Rica, al este con Colombia y en el centro con los gringos. ¡Habráse visto!”.

México

En su fantasía imperialista, Trump amenazó: “Vamos a cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo Americano, que suena muy bien, tiene un lindo sonido, es lo apropiado”. Y añadió: “México tiene que parar de dejar entrar a millones de personas a nuestro país”. Le respondió con ironía la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, al mostrar un mapa del suroeste de Estados Unidos: “¿Por qué no lo llamamos ‘América mexicana’? Suena bien, ¿verdad?”.

Hace casi 200 años comenzaban las hostilidades estadounidenses hacia territorio mexicano. Tras provocaciones de todo tipo y tenor, el saqueo se concretó con el Tratado de Guadalupe-Guerrero firmado el 2 de febrero de 1848, mediante el cual pasaron a formar parte de los Estados Unidos los territorios mexicanos de Texas, Arizona, California, Utah, Nevada, Nueva México y parte de Colorado, Oklahoma, Kansas y Wyoming. Hay un elocuente alegato del senador Thomas Corwin sobre este atraco: “Habéis invadido medio México; habéis exasperado a su pueblo; reclamáis una indemnización para pagar todos los gastos hechos al cometer ese maleficio y, descaradamente, le pedís que os entregue Nueva México y California; y, como para sobornar su patriotismo, al echar mano a sus territorios, le ofrecéis tres millones con que pueda pagar los soldados que ha llamado para repeler vuestra invasión, bajo la condición de que se avenga a entregaros al menos una tercera parte de su territorio”.

Canadá

En su red social Truth Social, Trump provocó de múltiples maneras a Canadá, primero publicando mapas donde ese país aparecía teñido con la bandera de las barras y las estrellas. Luego, con un post alborotador: “A muchas personas en Canadá les ENCANTA ser el Estado número 51. Estados Unidos ya no puede sufrir los enormes déficits comerciales y subsidios que Canadá necesita para mantenerse a flote. Justin Trudeau lo sabía y renunció. Si Canadá se fusionara con los EE. UU., no habría aranceles, los impuestos bajarían mucho y estarían TOTALMENTE SEGUROS de la amenaza de los barcos rusos y chinos que los rodean constantemente. ¡¡¡Juntos, qué gran Nación sería!!!” (SIC).

Aunque Canadá no es un caso que remita a la Doctrina Monroe, en 1807, Thomas Jefferson, el tercer presidente estadounidense, le envió una carta a su sucesor, James Madison (1809-1817), en la que daba cuenta de que los objetivos expansionistas no debían culminar con la compra de Luisiana a Francia: “En el desarrollo de los acontecimientos no hay nada que desee más que ver la bandera de mi país ondear en el Castillo del Morro. Cuba es la boca real del Mississippi, y la nación que la posea, en un día futuro, posiblemente pueda dominar la región occidental. Yo haría levantar en la parte más remota al sur de la Isla una columna que llevase la inscripción NE PLUS ULTRA como para indicar que allí estaría el límite, de donde no podría pasarse, de nuestras adquisiciones en ese rumbo. Lo único que en ese caso nos faltaría para completar para la Libertad el imperio más vasto que jamás se vio en el mundo, sería incluir en nuestra Confederación el país que tenemos al norte”. Se refiere a Canadá, el país que hoy sueña Trump como Estado número 51.

Trump es el presidente con más apego a la Doctrina Monroe, y con su lugarteniente Elon Musk domina la narrativa que quiere imponer al mundo para su proyecto MAGA. Como dijo su par Andrew Jackson (1829-1837):

“Primero se ocupa el territorio en disputa y luego se alega el derecho a ocuparlo”.

Mariano Vázquez: @marianovazkez

 

Fuente: https://canalabierto.com.ar

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