Musk, el saludo nazi y otras señales antidemocráticas
El polémico gesto del multimillonario no es más que el último de una serie: sus expresiones xenófobas, el respaldo a partidos neofascistas en Europa y el día que justificó el golpe de Estado en Bolivia. Quién es Elon Musk, por qué “ama” a Milei y desprecia la democracia.
Redacción Canal Abierto | Javier Milei define a Elon Musk como un self made man (un hombre cuyo éxito es fruto exclusivo de su creación), paladín de la libertad de expresión y ejemplo a seguir.
“Uno de los hombres más importantes de la Historia”, posteó el argentino llegó a decir en un posteo en el que ensayó una defensa tras la polémica por un gesto durante su discurso en el Capital One Arena en Washington DC, donde celebraba la toma de posesión de Trump.
En concreto, el dueño de X (ex Twitter), Tesla y Space X hizo lo que todos identificaron como el saludo romano: un gesto ampliamente utilizado en Italia por el movimiento fascista de Benito Mussolini, antes de ser adoptado más tarde por Adolf Hitler en Alemania.
“Mi corazón está con ustedes. Gracias a ustedes el futuro de la civilización está asegurado” fueron sus palabras entre el primer y el segundo gesto que rememora los tiempos del nazismo.
A los pocos segundos, cientos de miles de personas volcaron su indignación en las redes sociales, donde el propio multimillonario intentó victimizarse por el asunto, aunque no negó la acusación: “francamente, necesitan mejores trucos sucios. El ataque de ‘todos son Hitler’ ya cansa”.
Ahora bien, ¿es Musk un nazi? ¿Propone, tal como sucedió entre 1933 y 1945 en Europa, arrasar y asesinar con millones de personas? ¿Importa el hecho de que, tal como reconoció su padre Errol Musk, sus padres hayan integrado un movimiento nazi en Canadá o que luego se hubieran mudado a Sudáfrica porque apoyaban al régimen del Apartheid?
La respuesta es sencilla: no. Esto no lo convierte, ni de cerca, en un demócrata ni en el humanista defensor de los derechos humanos y la libertad de expresión que nos propone Milei. Más bien, como veremos en adelante, todo lo contrario.
Aliado cercano de Trump y uno de sus principales financistas de campaña (aportó al menos USD 119 millones), este multimillonario acaba de ser designado para codirigir el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés).
Integrará, por tanto, un gobierno que en política exterior será aliado central y sostén global para Israel, un Estado ideado como respuesta a los horrores del holocausto nazi y que en la actualidad es responsable de uno de los genocidios más cruentos del siglo XXI.
Un gobierno de Trump cuya prioridad será, según su líder, la deportación de millones de trabajadores migrantes. En varias oportunidades, Musk no dudó en montarse sobre este precepto xenófobo, como cuando narró su visita a la frontera de Texas como un “apocalipsis zombi”. Es decir, personas cruzando desde México: “Este es un asunto existencial, fundamental. Creo que si permitimos que esto pase por cuatro años más no tendremos más país”.
“Compró X en un acto que fue considerado una locura desde el punto de vista empresarial, pero que sin dudas será considerado uno de sus grandes aportes a la humanidad, tomando control de una plataforma que se suponía era un foro de debate público, pero resulta que estaba programada para cancelar cualquier discurso que no fuera el discurso woke hegemónico” es otro de los apartados del mensaje de respaldo de Milei.
La verdad, sin embargo, es otra: Musk se hizo de la red social ex Twitter para acrecentar su influencia política y la de sus ideas de extrema derecha. Desde allí no sólo hizo una encendida campaña en favor de su amigo Trump, también le presta respaldo abierto a partidos ultraderechistas, como el neonazi Alternativa para Alemania (AfD, según sus siglas en alemán).
¿Cómo? Calificando este último de “último rayo de esperanza” para este país supuestamente al borde del apocalipsis e insultando canciller socialdemócrata, Olaf Scholz.
A su vez, utilizó como amenaza la continuidad o no de las plantas de Tesla en territorio teutón. Como la de Grünheide, un pueblo de 9.000 habitantes ubicado entre Berlín y la frontera polaca.
En los últimos días, el debate en torno al asunto puso en evidencia dos hechos: según especialistas, sin subvenciones masivas del Estado, estos coches eléctricos serían prácticamente invendibles en Europa, más aún en competencia con los más económicos y eficientes BYD, el principal fabricante de autos eléctricos en China y en el mundo; por otra parte, que las exenciones impositivas hayan sido concedidas y gestionadas por los propios socialdemócratas. Y más curioso aún, que el programa ultranacionalista de Alternativa para Alemania implicaría su cierre.
Hasta el presidente francés, Emmanuel Macron se refirió a la impunidad que rodea al trumpista de origen sudafricano: “Qué hubiera pasado hace diez años nos hubieran dicho que el propietario de una de las redes sociales más grandes del mundo iba a apoyar un nuevo movimiento internacional reaccionario e intervendría directamente en las elecciones, incluso en Alemania. ¿Quién lo hubiera imaginado?”
Lo propio hizo el presidente español, Pedro Sánchez: “La internacional reaccionaria, como ha dicho el presidente Macron, liderada por el hombre más rico del planeta (lease Musk), está atacando abiertamente nuestras instituciones, incitando al odio y llamando abiertamente a apoyar a los herederos del nazismo en Alemania, en las próximas elecciones”.
La injerencia de uno de los hombres más ricos del planeta en política europea no es, y ya desde hace rato, un problema exclusivamente alemán.
Hace tan sólo dos semanas compartió una encuesta en su red social donde preguntaba si Estados Unidos debería “liberar” al Reino Unido de su “gobierno tiránico”.
También ha defendido a célebres agitadores de la extrema derecha británica, entre ellos el convicto Tommy Robinson, y fomentando información falsa que incluso propagó los disturbios xenófobos que sacudieron varias ciudades de Inglaterra el pasado agosto.
Era el corolario de una serie de mensajes contra el Partido Laborista, que en julio de 2024 se impuso en las urnas y terminó con más de una década de gobierno conservador. De todos modos, el hombre cercano a Trump ni siquiera es partidario de estos últimos, sino del partido británico antiinmigración Reform UK.
En Latinoamérica, tres cuartos de lo mismo. El ejemplo más obsceno y siniestro tuvo lugar en julio de 2020, cuando el multimillonario respondió a un comentario que vinculaba a Estados Unidos con el golpe de Estado de 2019 en Bolivia: “¡Le vamos a dar un golpe a quién se nos cante, bancátela!”
El polémico tuit fue borrado, pero no las respuestas, como la del propio Evo Morales: “Otra prueba más de que el golpe fue por el litio boliviano; y dos masacres como saldo. ¡Defenderemos siempre nuestros recursos!”
Tras su salto a la fama, de panelista de televisión a Presidente de la Nación, Javier Milei se convirtió en un imán para empresarios como Musk. No sólo por la afinidad natural entre ambos respecto a deidades comunes, como el libre mercado, sino por las oportunidades que parecieran abrirse para si en una Argentina rica en recursos naturales escasos, como el litio (mineral clave para las baterías de automóviles eléctricos, como los que fabrica Tesla).
“Amo a Javier Milei”, escribió el multimillonario al repostear un mensaje con un recorte de video de un fragmento de un discurso del mandatario ultraderechista.
Otro conflicto que revela la prepotencia frente a autoridades constitucionales de un Estado nación es el que mantuvo con Brasil durante buena parte de 2024.
El 30 de agosto pasado, el juez Alexandre de Moraes, del Supremo Tribunal Federal de Brasil (STF), ordenó la suspensión a nivel nacional de X. ¿Las causas? El director ejecutivo de la empresa, Elon Musk, se negaba a nombrar a un representante legal en Brasil e incumplía los requerimientos de moderación de contenidos, como el chequeo de perfiles que desde hacía años fomentaban el odio y acciones golpistas detrás de perfiles de supuestos bolsonaristas.
Primero, el empresario respondió con sarcasmo, publicando memes generados con inteligencia artificial y calificando de “censor” y “dictador” al juez. Incluso atizó -junto al expresidente Jair Bolsonaro- una manifestación convocada frente a la casa de Moraes. A las tres semanas, sin embargo, Musk debió ceder y comenzó a cumplir con el mandato judicial.
La lista de comentarios y acciones antidemocráticos, amenazas, injerencias en asuntos públicos de otros países o manipulación de la información en contra de uno u otro partido político es larga, y sería imposible revisarla por completo. ¿El saludo nazi del lunes 20 de enero? Para muestra, un botón…