El día que Jorge Bergoglio visitó el Hogar de Niños del Colegio San Carlos Borromeo de Ciudad Madero
El1 entrevistó a integrantes de la comunidad religiosa que recibieron al entonces futuro Papa. Evocaron que llegó en colectivo, como era su costumbre, y charló con los chicos que estaban en el establecimiento. El comienzo de un vínculo que llegó hasta el Vaticano.

Todavía faltaban algunos años para que el obispo fuera proclamado Papa. Un día de verano, a mediados de los años 2000, Jorge Bergoglio salió de la catedral porteña para conocer el «Hogar de Niños de la Escuela San Carlos Borromeo», de Ciudad Madero. “Vino en colectivo, charló con los chicos y no quiso que lo lleváramos en auto de vuelta a su casa”, recuerda el por entonces director institucional y representante legal, profesor Jorge Soriano, en diálogo con El1.
Soriano evoca la actitud de humildad que mostraba Bergoglio entre la gente y reconstruye los detalles de la antesala de la visita que quedó grabada para siempre en los corazones de todos. “Marina Iorlano, que era la directora del jardín de infantes, me dice que había llamado el padre Jorge Bergoglio, pero ella le había cortado porque no creía que fuera él”, cuenta Soriano.
Luego llegó una carta del obispo escrita “con esa letra chiquita que tiene el Papa tan característica”. Soriano se comunicó de inmediato con la catedral y del otro lado escuchó que “estaban esperando el llamado”. El padre Jorge le pidió si podían ayudar a un matrimonio con hijos que dormían en la calle. De esta manera, los niños consiguieron vacantes en la escuela y fueron recibidos en el hogar. Bergoglio le consiguió una vivienda ubicada enfrente del colegio y le dio trabajo al padre de la familia en un medio de comunicación religioso.
Obispo y cardenal
Se suma a la charla Patricia Buda, directora del «Hogar Niñitos de Belén», quien conoció a Bergoglio en el Colegio Don Orione, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). “Yo era catequista y él daba charlas a los niños”, recuerda. Tiempo más tarde se lo volvería a encontrar en su rol de responsable del lugar que atendía a chicos carecientes en ese momento. “Bergoglio buscaba techo para la familia y escuela para los hijos, que fueron becados por la institución”, detalla, y agrega que “el hogar se hizo cargo de darles de comer y de atenderlos en cuestiones de salud e higiene”.
Otras de las personas que recibió a Bergoglio fue la vicedirectora del hogar, Noe Burg, quien cuenta cómo Bergoglio conoció a esta familia que había venido de otra provincia a la Capital Federal. “Fue durante la procesión de Corpus Christi que se hace en la Catedral Metropolitana. El hombre se acercó y le dijo que no creía en nada porque nadie lo ayudaba. La secretaria de Bergoglio se acercó y armó una cita con el obispo”, evocó.
Burg guarda con afecto la visita de Bergoglio al hogar. “Lo invitamos a almorzar pero no aceptó porque prefería que esa comida fuera para los chicos”, señala. Además, le conmovió la humildad que demostraba: “Era una persona que no quería que se destacara la importancia que tenía como obispo y cardenal”.
La invitación del Papa
La comunicación entre Bergoglio y el Hogar Escuela San Carlos Borromeo se mantuvo durante muchos años. El obispo llamaba a menudo para saber cómo andaba la institución y colaboró en la construcción de un polideportivo.
Soriano señala que desde la primera visita se inició una relación con Bergoglio que inclusive se extendió hasta cuando ya era Papa. Francisco fue proclamado como Obispo de Roma y Vicario de Cristo en la tierra el 13 de marzo de 2013. Soriano recibió un mail de su Santidad: “¿Qué esperan para venir a visitarme?”
La sorpresa fue grande, parecía un milagro. Ese mismo año se concretó el viaje al Vaticano junto al representante legal, padre Raúl García. “Fuimos recibidos por el Papa el 7 de octubre de 2013 y nos habló de la nueva realidad que vivía en Roma. Pidió que Dios lo iluminara para que la Iglesia volviera a ser un lugar para los pobres y que los templos se llenaran de feligreses, ya que estaban vacíos”, detalla Soriano con los ojos humedecidos al evocar ese episodio que jamás hubiera soñado.