Alianza LLA-PRO: El “blanqueo” neoliberal
El violeta se devoró al amarillo y resumió en una boleta una fractura social histórica: la que hay entre cualquier proyecto popular y el antiperonismo, esa expresión que odia más de lo que defiende y que ya no oculta su lado más oscuro.

Por Federico Chechele | En la última sesión de la Cámara baja, el diputado del PRO Fernando Iglesias, famoso por jamás acertar un pronóstico, esta vez hizo una afirmación que funcionó como síntesis y vaticinio: “Defiendo a De la Rúa como defendí a Macri, y como voy a defender a Milei y a todos los intentos que haga la Argentina de salir del pantano en el que nos hundió el peronismo”.
Esta declaración que lo posiciona antes como antiperonista que como político —si se entiende a la política como doctrina, programa de gobierno, o herramienta transformadora de los asuntos públicos—, anticipó lo que su partido ratificaría casi inmediatamente, cuando aceptó ser almorzado por el oficialismo entre dos pancitos.
El acuerdo entre La Libertad Avanza (LLA) y el PRO terminó de aplastar la herramienta partidaria fundada por Mauricio Macri, un espacio que nació con un perfil antiperonista, se moldeó con el poder, y terminó sirviendo para hacer negocios con el establishment y dejar fuera del sistema a los sectores mayoritarios de la sociedad.
La fusión que se selló esta semana en la Ciudad de Buenos Aires, primero, y en más de diez provincias, después, se lacró simbólicamente con la boleta violeta de LLA, que hará desaparecer al amarillo del PRO de las urnas. Como ya lo había hecho en el armado de la Provincia de Buenos Aires, en CABA, el pago chico del PRO, la LLA también lo absorbió. Allí el Gobierno ofreció a cambio dos lugares entrables en la lista (el 5 y el 6). Y acuerdos similares se sellaron en Chaco, Catamarca, Entre Ríos, La Pampa, Misiones, Río Negro, Salta, San Luis, Tierra del Fuego y Tucumán.
Mauricio Macri, siempre dispuesto a priorizar sus negocios, terminó entregando el partido frente a la resistencia testimonial de su primo Jorge, relegado a un rincón mientras la nueva estrategia electoral se definía sin él. Justo es decir que subestimar el rencor y las ambiciones del primogénito de Franco nunca fue buena idea, por lo que haría bien Milei en no darlo por derrotado ni en asumir que esta claudicación parcial es una entrega definitiva de la Ciudad que lo vio nacer a la política.
La fractura histórica
Pero este proceso aglutinante no es aislado ni novedoso: es parte de un patrón histórico, en línea con la postura de Iglesias. Desde la recuperación democrática en 1983, todos los gobiernos no peronistas —con la excepción inicial del alfonsinismo que intentó honrar su raíz “radical” antes de naufragar— aplicaron políticas neoliberales.
La dictadura cívico-militar marcó el inicio con un brutal ajuste y la dependencia del FMI. Después, vino el menemismo, que bajo el paraguas del peronismo avanzó aún más en esa misma dirección, con mayor eficacia y duración. La Alianza (dándole la espalda a su ala progresista, representada por Carlos “Chacho” Álvarez), el PRO y ahora Milei repiten el mismo libreto, con variaciones de forma pero no de fondo. Los nombres sobran: Bullrich, Caputo, Sturzenegger, Ritondo y Santilli, entre los más destacados. Cambian los colores, los slogans, pero no el rumbo económico ni los intereses que representan.
En efecto, a 20 meses del comienzo de su gestión, ya nadie oculta el alineamiento ideológico del gobierno de La Libertad Avanza con la última dictadura. Tanto, que para inaugurar la flamante alianza y lanzar la campaña en territorio bonaerense, el Presidente posó junto a sus principales candidatos tras una bandera que rezaba “Kirchnerismo Nunca Más”. No sólo eligió para hacerlo un barrio carenciado de la Tercera Sección Electoral, bastión del peronismo, sino que apuntó a banalizar, una vez más, la causa de Derechos Humanos reproduciendo el título, color y tipografía del informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).
Milei se disfrazó de outsider disruptivo, pero desde el 10 de diciembre de 2023 asumió y ejecutó el ajuste más grande de la historia reciente, tal como había prometido. Recordemos que estuvo durante los 79 días previos a asumir encerrado en el Hotel Libertador, bajo custodia de Eduardo Elsztain, mientras dos o tres estudios jurídicos diseñaban el gobierno real: la Ley Bases. Una norma redactada por el poder económico y servida en bandeja por el propio Presidente. Ninguno de los gobiernos anteriores fue tan obsceno a la hora de mostrarse al servicio del empresariado.
A nivel legislativo, antes de la fusión el PRO ya era un socio leal de LLA, y votó prácticamente todos los proyectos claves del gobierno de Milei. Pese a ello, este miércoles la oposición en Diputados le propinó 12 derrotas consecutivas al oficialismo: logró media sanción para el aumento de presupuesto de las universidades nacionales, la declaración de emergencia del Hospital Garrahan, el emplazamiento para destrabar la comisión investigadora del Caso Libra, y la derogación de decretos clave relacionados con Vialidad, el INTI, el INTA y los institutos culturales.
Una rareza en medio de la entrega sistemática pero tan significativa que obligó al propio Milei a meter una cadena nacional un viernes para justificar los vetos, rememorar a Domingo Cavallo con una Ley de Déficit Cero y amenazar con subir impuestos si no lo dejan seguir desfinanciando a discreción.
Frente a esto, el futuro del PRO parece cada vez más incierto. Todo dependerá del resultado electoral de LLA en las próximas elecciones y, sobre todo, en 2027. No hay que olvidar que Juntos por el Cambio es el espacio con más gobernadores: tiene diez. La política argentina sigue siendo volátil y con alianzas basadas en la supervivencia.
Esta coalición entre el PRO y LLA está compuesta por ese sector de la sociedad que —como Fernando Iglesias— vota en contra de algo. El histórico 30% antiperonista se sostiene aunque Milei cumpla sus amenazas y arrase con sus propios votantes. Muchos damnificados siguen apoyándolo “con tal de que no vuelva el peronismo”. Así se mantienen vigentes estas fuerzas que resurgen para seguir representando a ese mismo núcleo: aplicar políticas neoliberales, resistirse a cualquier redistribución, y conservar los privilegios del mismo sector de siempre.
Pero dicen por ahí que “no hay gorila sin plata”, y habría que preguntarse cuántos de sus votantes optarán por el ausentismo electoral cuando el ajuste sostenido los resienta. Lo que en política a menudo equivale a “dejar perder” a quien solían apoyar.
Lo más preocupante es que, en gran parte, la culpa recae en la falta de consensos del campo popular, y sobre todo, del peronismo que sigue perdiendo entidad y rumbo, elección tras elección. De qué componga la brújula y construya una esperanza dependerá su futuro.
Fuente: https://canalabierto.com.ar