José Seoane: “No hay nada natural en el cambio climático”
El sociólogo presenta su libro “Neoliberalismo, neofascismo y crisis climática”. En esta charla, orígenes de la problemática, los gobiernos de derecha como agravante y los desafíos de los movimientos populares. “Las soluciones ecocapitalistas han fracasado”, advierte.

Por Inés Hayes | Este martes 26 a las 18 se presenta en la CTA (Bartolomé Mitre 748, CABA), un nuevo libro del sociólogo José Seoane: Neoliberalismo, neofascismo y crisis climática. Debates sobre los desafíos de nuestro tiempo, de Editorial El Colectivo. Lo acompañarán en la presentación Atilio Boron, Melisa Argento y Felipe Gutiérrez. En esta entrevista con Canal Abierto, el investigador profundiza sobre el nacimiento del cambio climático, la responsabilidad de las derechas en su aceleración y las respuestas que pueden darse desde los movimientos populares organizados.
En el libro examinas las características y perspectivas de la crisis climática y su vinculación con el capitalismo, ¿en qué medida se puede establecer esta relación capitalismo?
-Bueno, en varias dimensiones se puede establecer esta relación. En principio, porque el cambio climático y este proceso de calentamiento global que estamos viviendo es el resultado del incremento de la concentración en la atmósfera de una serie de gases, esos llamados gases de efecto invernadero, cuyas emisiones terrestres comienzan a crecer sistemáticamente a partir de la revolución industrial y la masificación del uso de la máquina de vapor en el siglo XIX. Si observamos la curva de aumento de estas emisiones, sigue igual trayectoria que la de su concentración atmosférica y luego la del aumento de la temperatura media terrestre. No hay nada natural en el cambio climático. Uno de los principales gases responsable de su intensificación es el dióxido de carbono que emanan centralmente el uso de combustibles fósiles, en el pasado el carbón, hoy el petróleo y el gas. Incluso, como ha sido estudiado, la opción de la industrialización en base a la máquina de vapor en la Inglaterra de principios del siglo XIX en desmedro de la energía hidráulica que estaba bastante extendida, fue una elección de los dueños de las fábricas para concentrar a los trabajadores en las ciudades y disponer de un ejército de reserva que mantuviera bajos los salarios y disciplinada la mano de obra. Podemos ir más atrás también, porque la crisis climática y en general la crisis ambiental reposa en una concepción que mira a la naturaleza como un objeto a apropiar, transformar y, consecuentemente, degradar que surge en la historia mundial en ese periodo europeo donde se gesta la transición del feudalismo al capitalismo. Por eso hablamos de un capitalismo fósil como se señala en el libro.
Justamente esta explicación es negada por el presidente Milei y, en general, por estos fenómenos políticos contemporáneos de extrema derecha
-Efectivamente. Como vemos, el ataque del gobierno actual a la ciencia y el desmantelamiento del complejo científico tecnológico argentino, también en relación con el cambio climático se niegan las inmensas y apabullantes evidencias científicas que afirman indubitablemente la responsabilidad social de la crisis climática. Desde hace décadas el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas que reúne a varios centenares de los mejores especialistas del mundo viene señalando estas causas y monitoreando su agravamiento. Se trata centralmente de un sistema productivo y de consumo basado en los combustibles fósiles y en el avance de la deforestación y el extractivismo. Pero efectivamente las extremas derechas portan un discurso negacionista que hoy, ante la imposibilidad de ocultar la progresiva reiteración de los fenómenos meteorológicos extremos, los naturaliza. Encubre las responsabilidades sociales en su gestación y pretende presentarlo como un fenómeno propio de un ciclo natural.
Esta naturalización, este negacionismo climático, persigue bloquear todo intento de intervención social, de regulación estatal pública sobre las grandes corporaciones empresarias vinculadas a la industria fósil. Y también, al plantear como natural estos procesos, proponer la resignación, la adaptación, la llamada resiliencia o supervivencia.
No es casualidad que las fundaciones o instituciones, los expertos y los medios, periodistas y el activismo en redes que sostienen este discurso y promueven este escepticismo climático son financiados por las grandes petroleras y la industria del automóvil. Como está probado que sucedió hace décadas atrás con las tabacaleras frente a los primeros juicios e intentos de regulación del consumo de cigarrillos, el complejo extractivo-industrial fósil financia y orienta un manipulación global, claro que ahora conduce a una catástrofe mayor, a lo que algunos estudiosos advierten como la amenaza de una extinción global de la mayoría de la vida en el planeta. Justamente, en el libro examinamos esta cuestión y, en particular, las profundas relaciones entre neoliberalismo y estos neofascismos.

Frente a ello, se plantea impulsar los mercados de carbono o los pagos por servicios ambientales, eso que se llama economía verde, como un proyecto de respuesta efectiva al cambio climático ¿Qué opinás?
-Ciertamente, la otra forma sistémica de abordar el cambio climático es la que plantea la economía verde, lo que en el libro llamo el solucionismo tecnológico de mercado. Es una perspectiva que remite al núcleo de las ideas neoliberales, y en particular, a las formulaciones de la escuela austríaca de economía. Es lo que suele llamarse “la tragedia de los comunes”. Como suele hacer la razón cínica del neoliberalismo, da vuelta el problema. Desde su perspectiva, el deterioro ambiental surge porque la naturaleza es común a todos y por eso nadie la cuida. Así, para afrontar su destrucción hay que privatizarla, hay que establecer derechos de propiedad privada. En esa línea un diputado libertario propuso hace tiempo privatizar las ballenas. Suena gracioso, pero ese es su núcleo teórico. Así, la mercantilización de la naturaleza, de los bienes comunes naturales, que es el centro de las transformaciones neoliberales y la causa del despojo y deterioro socioambiental se justifica por ser la solución a esta destrucción. En el terreno del cambio climático se crearon bajo esta mirada mercados globales donde se intercambian derechos de emisión de dióxido de carbono y otros mercados que operan en la compensación donde los contaminadores del Norte global compran los servicios ambientales de los bosques del Sur. Ya en el primer acuerdo sobre cambio climático, el Protocolo de Kioto, se preveen estos mecanismos. Poco más de 30 años han pasado de ese protocolo y las emisiones no han dejado de crecer. En los últimos años hemos pasado del cambio climático a la crisis climática, el planeta arde, se quema, o se inunda con lluvias y tormentas, se congelan ciertas regiones y se descongelan otras, porque el calentamiento global supone la aparición de estos fenómenos meteorológicos extremos, y ahora cada vez más recurrentes, estos colapsos locales que los hemos sufrido en Argentina y de seguir así no harán más que repetirse y crecer. Es claro que estas soluciones ecocapitalistas han fracasado.
Es ciertamente un panorama desolador. ¿Qué puede hacerse frente a este escenario?
-En primer lugar, hay que entender que no somos todos igualmente responsables de lo que está sucediendo. Son los países industrializados por lejos los principales emisores históricos y actuales. Hay una deuda climática de la que el Sur es absoluto acreedor. El cambio climático tiene una dimensión colonial, imperial. Pero a su vez, existe una gran desigualdad climática. Consideremos, por ejemplo, que según las cifras de las que disponemos, el 10% de la población más rica del mundo es responsable de casi el 50% de las emisiones de efecto invernadero y el 50% más pobre de solo un 10%; y son justamente estas poblaciones y países más pobres los más afectados por este proceso, los que cuentan con menos recursos para afrontarlo. Entonces, el costo de la necesaria transición hacia otro tipo de producción que no use los combustibles fósiles tiene que recaer en estos sectores. Se trata de un cambio profundamente social. Si comenzamos desde aquí, es posible pensar caminos de una transición efectiva que a la par que resuelve la desigualdad modifica las causas del calentamiento global. Hay una transición energética justa y popular que puede implementarse que no es solo el uso de las energías renovables sino también una democratización, descentralización y desmercantilización de la energía. Desarrollamos mucho esta cuestión en el libro. Y a la par de estos objetivos, se trata también de desplegar iniciativas de adaptación popular a los efectos que ya están presentes del cambio climático que permitan aminorar sus consecuencias más graves. Todavía, a veces, hay dificultades para incorporar estas cuestiones en la agenda de las organizaciones populares, pero tenemos que entender que, aunque no lo consideremos, este proceso no se detiene y va a modificar, ya está modificando, nuestras vidas y más aun las de las generaciones futuras.

En el libro mencionas que la crisis climática es una de las dimensiones, tal vez la más grave, de una crisis mayor, multidimensional, que algunos llaman civilizatoria o policrisis. ¿Cómo se entiende esto?
-Contrariamente a lo que a veces se sugiere, el neoliberalismo, esta etapa particular del capitalismo que nos ha tocado, ha exasperado las emisiones y la catástrofe climática. Incluso, como ya mencioné, pasamos en los últimos años del cambio del clima a la crisis. O en palabras del secretario general de Naciones Unidas, del calentamiento al hervor global. Pero ciertamente no es la única dimensión de la crisis que afrontamos hoy. El crecimiento de las extremas derechas ponen en jaque a la democracia, así como la expansión de una guerra hibrida amenaza la paz y la subsistencia, y la inestabilidad o recesión económica o el ajuste neoliberal deteriora las condiciones del trabajo y de la vida. En el contexto de la transición hegemónica global que estamos viviendo, el neoliberalismo, que en sus comienzos fue la reacción victoriosa del capital frente a los trabajadores y los pueblos y de los Estados Unidos frente al deterioro de su poderío, está preso de esa dinámica catastrófica. Ese neoliberalismo catastrófico del que hablamos en el libro ya no tiene nada que ofrecer a las poblaciones salvo caos y barbarie bien adobados por las innovaciones científico tecnológicas actuales. Allí está Gaza, el genocidio del pueblo palestino transmitido en directo por redes y medios, el ejercicio impune de la violencia que naturaliza la crueldad, la brutalidad y el cinismo perverso. Se trata de una crisis multidimensional que pone en cuestionamiento las raíces de ese capitalismo occidental, moderno, colonial que tiene varios siglos. Pero no solo tenemos este panorama amenazante, también en Nuestra América, varios ciclos de luchas y de movimientos populares han forjado propuestas, experiencias, horizontes para pensar y hacer esa transición, ese cambio que se requiere. El libro justamente concluye reflexionando sobre estos aportes y debates.

Te puede interesar: “El neoliberalismo no resuelve ninguno de los problemas que crea” | Entrevista a José Seoane