Economía para pocos, sacrificio para muchos

Por Juan Severo
Mi abuelo solía decir que explicar la economía era muy fácil, pero que los funcionarios la explicaban difícil para poder cargarnos. Y, si uno mira con atención, parece que no estaba tan equivocado. Cada gobierno que pasa, sin importar el color político, termina envolviendo a la gente en un lenguaje técnico, en gráficos que nadie entiende, en promesas que no se cumplen y en medidas que siempre recaen sobre los mismos: los de abajo.
Al principio, el gobierno actual justificó el préstamo del FMI diciendo que era para engordar las arcas del Banco Central. ¿Resultado? Más deuda, más condicionamientos y más ajustes. Como diría el Pampa Larralde en una de sus milongas: “No entiendo porque no entiendo, que hay tantas cosas que no entiendo”. Y es que no se trata de falta de inteligencia, sino de la trampa de un sistema que está diseñado para que no entendamos, para que aceptemos resignados lo que nos venden como inevitable.
Un ejemplo claro: anunciaron con bombos y platillos que se levantaba el cepo al dólar. Muchos pensaron que por fin iba a haber un alivio. Pero lo que no dijeron era que la medida estaba pensada solo para las personas, no para las empresas. En otras palabras, liberaron un mercado para los especuladores de siempre, esos que compran y venden dólares en un día y hacen su negocio, mientras al ciudadano común le queda apenas mirar cómo ese “mercado libre” se traduce en precios más altos y salarios más bajos.
Ahora, el mismo libreto se aplica al campo. Hablan de diálogo, de apertura, pero al final de cuentas los productores siguen atados a las retenciones y a un esquema en el que siempre pagan los que producen, mientras otros se enriquecen en la intermediación financiera.
Podemos seguir enumerando ejemplos: tarifas que aumentan más que los sueldos, jubilados que cobran migajas mientras los funcionarios se otorgan privilegios, servicios públicos que se deterioran día a día, y un relato que intenta convencernos de que “no hay otro camino”.
Lo cierto es que la economía no es tan difícil de entender: cuando unos pocos ganan siempre y la mayoría pierde siempre, no se trata de fórmulas ni de teorías, sino de un modelo que privilegia a los poderosos y condena a los trabajadores. Mi abuelo tenía razón: lo hacen difícil para que no preguntemos demasiado. Y como decía Larralde, seguimos sin entender, pero no porque no podamos, sino porque no quieren que entendamos.
Por eso, la verdadera tarea no es tratar de descifrarles sus cuentas ni sus discursos enredados: es organizarnos, discutir en cada barrio, en cada lugar de trabajo, en cada centro de jubilados y en cada escuela, en cada barrio, en cada lugar de trabajo, para que no nos sigan tomando por tontos. Porque entender la economía es sencillo: o gobiernan para unos pocos, o construimos la fuerza colectiva para que gobiernen para todos.
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