De que se trata

“De rodillas ante Trump: Milei repite las mismas recetas que denuncia”

Ver al presidente Javier Milei arrodillado frente a Donald Trump, con la actitud de un fanático rendido, es una postal dolorosa para la Argentina. No solo porque exhibe debilidad frente a otro mandatario, sino porque desnuda la falta de un proyecto nacional soberano. Esa imagen es símbolo de un país conducido por un presidente que se cree disruptivo, pero en los hechos repite viejas recetas de dependencia.

Milei acusa a sus antecesores de haber hipotecado el futuro con políticas populistas de deuda y emisión. Y no se equivoca al señalar errores. Lo grave es que prometió cambiar ese modelo y terminó haciendo lo mismo: pedir 20 mil millones de dólares al FMI y, días atrás, humillarse frente a Trump para rogar más fondos. ¿Cuál es entonces la diferencia con aquello que tanto denuncia? Ninguna. Solo cambia el decorado y el tono de la puesta en escena.

Mientras Trump defendía a su industria con aranceles a las importaciones, Milei hace exactamente lo contrario: abre las fronteras, libera impuestos y entrega el mercado interno. El resultado es devastador: nuestras fábricas cierran, nuestros trabajadores quedan en la calle, y el país se convierte en terreno fértil para las multinacionales extranjeras.

El discurso del presidente se desmorona frente a la realidad. Habla de combatir a las “izquierdas”, pero aplica políticas que destruyen el empleo y condenan a los jubilados. Habla de libertad, pero construye una economía al servicio de los más poderosos. Habla de soberanía, pero se arrodilla ante los Estados Unidos.

Por eso, más que un error, lo que vemos es un rumbo político consciente: un gobierno que eligió sacrificar la industria nacional y entregar la economía a los intereses financieros globales.

Y aquí el punto central: la ciudadanía no puede callar. El país no está condenado al fracaso, está condenado a repetir los mismos errores si seguimos tolerando que nos gobiernen quienes se subordinan al poder extranjero. No podemos resignarnos a que el futuro de nuestros hijos sea hipotecado en cada banquete del FMI.

Es hora de organizarnos, de construir un proyecto soberano, democrático y popular que defienda lo nuestro. La Argentina tiene recursos, tiene capacidad productiva y tiene talento humano. Lo que falta es una dirigencia a la altura de ese desafío.

El verdadero dilema no es Milei ni Trump. El verdadero dilema es si nosotros, como pueblo, seguiremos siendo espectadores pasivos de la entrega o protagonistas de una transformación. Porque lo que está en juego no es solo este gobierno: es el destino de la Nación.

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