¿El rock star del ajuste o el presidente de la Nación?

Por Juan Severo
Nuestro presidente, auto percibido rock star, fiel a su personalidad narcisista, no deja de ser protagonista absoluto de su propia campaña. En cada spot publicitario aparece al principio, al medio y al final, como si los demás candidatos fueran simples extras en una película donde solo él tiene el papel principal. Pero más allá del show, hay un discurso que merece ser analizado con seriedad: ese que repite en cada acto cuando dice que “si no lo votamos a él, volvemos al pasado o, peor aún, a la pobreza”.
La pregunta que surge es inevitable: ¿Qué pensarán los jubilados, los discapacitados, los trabajadores de la salud o los docentes que día a día sienten en carne propia el ajuste? ¿Qué pasado teme el presidente, si el presente que impone está marcado por el hambre, la pérdida de derechos y la desprotección social más brutal desde la crisis del 2001?
También se llena los pulmones de aire para decir que “sacó a 12 millones de personas de la pobreza”. ¿De verdad pretende que creamos ese verso? La realidad cotidiana muestra otra cara: comedores cerrados, jubilados eligiendo entre comer o comprar medicamentos, hospitales desbordados, alquileres impagables y trabajadores que, aun con empleo formal, no llegan a fin de mes.
Mientras tanto, los únicos que realmente se beneficiaron con sus políticas son los de siempre: los grandes exportadores, las corporaciones financieras y los especuladores. En una de sus últimas medidas, sus amigos de las cerealera que ganaron millones de dólares mientras los productores y el país perdieron miles de millones de pesos. Es la misma historia repetida una y otra vez: los poderosos ganan, el pueblo pierde.
No se trata solo de Milei. En menor o mayor medida, todos los gobiernos de las últimas décadas han jugado para el mismo equipo: el de los grandes grupos económicos, las corporaciones y los fondos de inversión. el pueblo trabajador siempre pago la fiesta de esos sinvergüenzas. La diferencia es que ahora el desprecio por lo nacional, lo público y lo solidario se transformó en doctrina oficial.
Mientras el presidente de Estados Unidos impone aranceles para proteger su industria y su trabajo Nacional, Milei hace todo lo contrario: abre las importaciones, destruye la producción local y entrega el mercado interno a las multinacionales. Nos dice que defiende la libertad, pero en realidad lo que defiende es la libertad del capital, no la del pueblo.
Sabemos lo que significan las consecuencias de estas políticas. Las vivimos cada mes en los recibos de haberes que no alcanzan para cubrir la canasta básica, en los recortes de medicamentos y en la pérdida de derechos conquistados con décadas de lucha.
Por eso decimos con claridad: no queremos un presidente que se crea una estrella, sino un dirigente que gobierne para su pueblo. La verdadera libertad no está en los discursos de un rock star de la motosierra, sino en la posibilidad de vivir con dignidad, trabajar con derechos y envejecer sin miedo.
Es hora de reorganizarnos, de unir a jubilados, trabajadores y jóvenes para defender lo que es de todos. Porque la patria no se vende, y la dignidad tampoco se negocia.
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