Politica

“Pueblo, despiértate: no sigamos votando a los mismos”

Por Juan Severo

Alguien dijo alguna vez: “si decís siempre lo mismo o haces siempre lo mismo, no esperes ningún cambio”. Y esta frase, tan simple como contundente, refleja con crudeza el momento político que estamos viviendo en la Argentina.
Estamos a días de volver a votar, esta vez legisladores nacionales,  la historia parece repetirse como una mala película: los mismos nombres, los mismos discursos, los mismos culpables señalando a los mismos de siempre.

Si miramos por el espejo retrovisor, lo que vimos en las elecciones provinciales fue una guerra de egos disfrazada de democracia. Dirigentes peleando por un lugar en las listas, sellos partidarios usados como trampolines personales, alianzas entre quienes hasta ayer no podían ni verse. Todo por un cargo, por un pedazo de poder. Y como dice el tango: “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”. Los personajes son los mismos que alguna vez votamos y después dejamos de votar por incumplidores, pero que ahora regresan reciclados, maquillados, vendiendo nuevamente la salvación.

Nos bombardean con el miedo: que si no votamos a tal, vuelve el monstruo; que si no apoyamos a aquel, gana el caos. Pero la verdad es que el caos ya está, y lo gobiernan ellos mismos. Nos cambian de collar, pero seguimos siendo perros. En nuestro sistema democrático, los partidos políticos deberían ser pilares de la participación y la representación. Hoy, en cambio, se han transformado en maquinarias electorales cerradas, donde la ciudadanía no tiene lugar. No abren las puertas para formar ni para escuchar, solo para usar el voto cada dos años. Porque si la gente se involucra, se convierte en un obstáculo para sus negocios. Los sellos partidarios se venden al mejor postor, los acuerdos se hacen en oficinas y las convicciones se guardan en los cajones.

Ya lo vivimos mil veces: frentes que se arman para ganar y se rompen al día siguiente, presidentes y vicepresidentes que se enfrentan como si nunca se hubieran conocido, legisladores que juran por la patria pero votan por el poder.
Y nosotros, el pueblo, siempre en el mismo papel de espectadores que aplauden o abuchean, pero nunca escriben el guion.  Mientras tanto, pagamos las consecuencias de los derroches que hacen ellos.

Por eso, es hora de dejar de delegar. Dejar de decir “no se puede”. Es hora de construir desde abajo, desde el pueblo.

Tenemos que animarnos a crear nuestras propias herramientas políticas, con participación real, con vecinos y trabajadores comprometidos en representar sus propios intereses.

Porque como decía una vieja consigna: “solo el pueblo salvará al pueblo”.

Y como dijo aquel que muchos prefieren olvidar: “mi único heredero es el pueblo”. NO SI ME ENTIENDEN

Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar la alegría de poder trabajar, de llegar a fin de mes, de sentir que nuestra voz vale.
Por nuestros hijos, por nuestros nietos y por nosotros mismos.

Pueblo, despertarte y anda a recuperar la dignidad y la esperanza.


Porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer por nosotros.

 

 

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