A 81 años de su publicación, “El Principito” sigue volando alto
La famosa obra de Antoine Saint Exupéry apareció el 6 de abril de 1943 y se mantiene vigente porque “lo esencial es invisible a los ojos”. Cuenta con miles de ediciones y fue traducido a 565 idiomas y dialectos. La coleccionista Laura Cerezo contó, por Radio Universidad, que tiene 300 ediciones de todo el mundo.
La pasión de la periodista cordobesa Laura Cerezo por “El Principito” de Antoine Saint Exupéry (Francia, 1900 – Mar Mediterráneo, 1944) se percibe al escucharla por celular desde su hogar en Villa Carlos Paz. Allí tiene en una biblioteca construida para tal fin con 300 ediciones de El Principito de distintos años y en diferentes idiomas y dialectos. La cronista guarda un ejemplar de cada idioma ya que no le interesa tener “varias ediciones en japonés”, por ejemplo.
El libro número 300 de su colección se lo debe a un amigo que llegó de Suiza. Se trata de una edición alemana en pop art en que los personajes se elevan al pasar las páginas. “Están ordenados en tres anaqueles en doble fila. Se los ve apretados, los voy a tener que hacer respirar un poco”, detalla con una sonrisa la conductora de Telefe Córdoba.
“El Principito sigue vigente porque tiene un mensaje universal, humanista, que invita a los adultos a volver a tener la mirada de un niño”, comenta, al tiempo que rescata que la historia valoriza lo espiritual por encima de una mirada material de la vida.
El marco histórico
El 9 de abril de 1943 se publicó por primera vez “El Principito” en todo el mundo. Fue en Estados Unidos ya que en Francia hubo que esperar unos años, hasta la liberación del yugo nazi, para que apareciera el libro en el idioma natal del autor.
Argentina fue el país donde se lanzó la primera versión mundial en español, a cargo de Bonifacio del Carril para Emecé. Además, Saint Exupéry vivió unos años en el país y se ganó la vida como piloto de avión, su otra pasión. Presidió una compañía aeropostal. “Me encantaría tener un ejemplar de la primera edición con la traducción al español de Bonifacio del Carril”, confiesa Cerezo, y agrega que “luego hubo otras traducciones de las escritoras argentinas Ana María Shúa y Cristina Piña”.
El coleccionismo empezó para Cerezo en 2018 y su biblioteca se fue poblando gracias a los viajes por el mundo que hace por razones laborales e intercambios con otros coleccionistas de todas partes: “Somos muchísimos en todo el mundo y nos contactamos por FacebooK”.
Un ejemplar es fácil de enviar por correo porque tiene pocas páginas. Entonces, abunda el trueque y, a veces, la compra directa, como método para reunirse con los ejemplares. Entre las “joyitas” que conserva en su biblioteca hay “una primera edición en húngaro de 1962 que se publicó mientras el país estaba en la órbita de la Unión Soviética. Lo paradójico fue que en Rusia estaba prohibido en ese momento porque podía alterar la mente de los niños”. Y consiguió un libro en rumano de 1960, también primera edición.
Al recorrer los lomos de los libros se encuentran versiones en náhuatel, ladino, gaélico irlandés y braille, entre otros.
Pero, además, Laura valora que tiene una edición muy particular hecha por los Uigures, una pequeña comunidad musulmana en China. “Tener este libro es especial porque el gobierno chino les prohibió a los Uigures seguir con la publicación de libros en su lengua”, subrayó.
Por lo visto, la fama de “El Principito” sirgue rompiendo marcas pese al paso del tiempo: se publicó hasta en Rosarigasino, el “idioma” de los rosarinos, que trascendió al conocimiento masivo gracias a Alberto Olmedo y Roberto Fontanarrosa.