De que se trata

Abrazo generacional: los trabajadores activos se suman al reclamo por una jubilación digna

En una jornada cargada de emoción y firmeza, miles de trabajadores y trabajadores en actividad decidieron sumarse a la lucha histórica de los jubilados y jubiladas que una vez más, salieron a las calles para exigir algo tan básico como justo: una vejez digna. La movilización de hoy frente al congreso nacional, no solo fue un grito colectivo contra el ajuste, la indiferencia estatal y la precarización de los derechos adquiridos, sino también un ejemplo de unidad generacional frente a la injusticia del Presidente Javier Milei que prometió en campaña destrozar a la casta y la verdad está cumpliendo su promesa los viejos perdieron más de un 25 % de su poder adquisitivo y cuando levantaron la voz recibieron palos.

 

Bajo el sol de una tarde agitada, los viejos y viejas de la patria, esos que alguna vez pusieron el cuerpo y la fuerza de trabajo para construir este país, recibieron un abrazo simbólico y real de parte de los futuros jubilados. “No están solos”, se escuchó entre aplausos, bombos y banderas. Y no lo están: el ejemplo de dignidad, lucha y constancia que vienen sosteniendo desde hace décadas empieza a ser reconocido y acompañado por quienes hoy están activos, pero mañana también necesitarán una jubilación que les permita vivir, no sobrevivir.

Más de cinco millones de adultos mayores cobran la jubilación mínima, monto que no alcanza ni siquiera la línea de indigencia. Muchos de ellos, enfermos o con movilidad reducida, siguen teniendo que marchar, reclamar, mendigar en las puertas del Congreso lo que por derecho les corresponde. Lo hacen con dignidad, con memoria, y también con bronca, porque lo que se juega es la vida.

Y lo más grave es que esta situación no es nueva. Desde el regreso de la democracia, todos los gobiernos, sin excepción, han estafado a los jubilados. Algunos con discursos vacíos y parches momentáneos; otros con ajustes brutales y políticas de vaciamiento. Pero todos han fallado en garantizar que quienes aportan durante 30 o 40 años puedan llegar a su vejez con tranquilidad.

Por eso, ver hoy a las nuevas generaciones de trabajadores y trabajadoras acompañando esa lucha es una señal poderosa: no hay futuro sin memoria, no hay derechos sin unidad, y no hay dignidad sin justicia social.

Este no fue solo un reclamo. Fue una lección de coraje, una muestra de conciencia colectiva y una advertencia a quienes gobiernan: los viejos no están solos. Y los jóvenes no se resignan.

 

 

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