De que se trata

Caminar para no dejarse robar: la batalla diaria de los consumidores ante el abuso de precios

Por Juan Severo

En la Argentina, ya es casi una regla: si sube el dólar, suben los precios. Pero si baja, los precios se quedan arriba como si nada. Este melodrama cíclico al que nos tiene acostumbrados los formadores de precios, las grandes cadenas de supermercados y hasta algunos comerciantes barriales que “se cubren por las dudas” porque según ellos después no pueden reponer la mercadería, pero deja a los consumidores completamente indefensos. Mientras tanto, el sueldo se diluye como sal en el agua.

Ante esta situación, cabe preguntarse: ¿Qué hacemos los consumidores? ¿Cómo nos defendemos frente a este saqueo silencioso pero sistemático que nos deja con menos poder de compra mes a mes? La inflación de marzo del 23 a marzo  del 24 rondó el 60% interanual, pero muchos productos subieron más del 100%. Y ni hablar de las fechas especiales como Semana Santa o Pascuas, donde el precio del pescado o los huevos se disparan sin control alguno, como si estuviéramos condenados a pagar cualquier disparate.

En este contexto vale la pena recordar a una figura que, con mucho sentido común y sin pelos en la lengua, se animó a enfrentar este sistema perverso: Ángela María Palermo de Lázzari, más conocida como Lita de Lázzari. Presidenta honoraria de la Liga de Amas de Casa, fue una voz firme en defensa del bolsillo popular. Su frase “camine, señora, camine” se volvió un símbolo de resistencia doméstica frente al abuso comercial.

Según contaba Lita aprendió de su abuela a comparar precios en la feria. Iba y venía entre los puestos de Mataderos registrando cuánto salía cada cosa. Volvía con el regreso. Hoy, en la vorágine del siglo XXI, con viajes eternos al trabajo, sueldos que no alcanzan y familias que corren de acá para allá, muchos ya no tienen tiempo para hacer esos recorridos. Pero quizás haya que encontrar nuevas formas de aplicar ese espíritu: compartir precios en redes, agruparse para compras comunitarias, exigir controles reales y visibilizar a los que abusan.

El Estado, mientras tanto, no aparece. Está más ocupado en disputas mediáticas y operaciones políticas que en proteger al ciudadano de a pie. Y las organizaciones de defensa del consumidor, si existen, están más silenciadas que nunca.

No se trata solo de indignarse. Se trata de reaccionar. De recuperar esa conciencia cotidiana, esa chispa que tenía Lita cuando decía que los derechos no se mendigan, se exigen. Hoy, con la tecnología, con la organización barrial, con un poco de memoria activa, podemos retomar algo de esa lucha.

Porque si no caminamos literal o virtualmente, si no exigimos, nos siguen robando. Y como consumidores, como trabajadores, como ciudadanos, tenemos derecho a vivir con dignidad. No es mucho pedir. Pero en la Argentina de hoy, parece una revolución.

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