“Celebración y naufragio”, algo más que un tributo a la Bauhaus
Los artistas españoles Eduard Arbós, Rafel G. Bianchi y Regina Giménez confluyen junto a los argentinos Alicia Herrero, Michele Siquot de Rosa y Gonzalo Elvira -este último radicado en España- en esta cooperación y “proyecto coral”
Bajo el nombre “Celebración y naufragio: ejercicios sobre la Bauhaus”, se presenta hasta junio en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires una muestra en la que seis artistas argentinos y españoles se buscan en las líneas de trabajo de la célebre escuela de arte alemana que a pesar del nazismo del siglo XX sobrevivió en la diáspora y se afianzó desde el diseño como ejemplo a seguir.
Presentada originalmente en 2015 en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan Sánchez de General Roca, Río Negro, y con la elevación de los costos de logística que implican unir los 11.000 kilómetros de distancia que separan España de Argentina, el proyecto actualizado y ampliado trae como novedad la incorporación de Alicia Herrero como artista y nuevas obras para un guion curatorial compartido que revisita la Bauhaus y propone un abordaje con textiles, dibujos, diseños trastocados, grandes geometrías pictóricas, documentos, videos y música.
En “Celebración y naufragio”, los artistas españoles Eduard Arbós, Rafel G. Bianchi y Regina Giménez confluyen junto a los argentinos Alicia Herrero, Michele Siquot de Rosa y Gonzalo Elvira -este último radicado en España- en esta cooperación y “proyecto coral” que lleva al Macba a presentar una muestra realizada junto al Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba).
La exposición toma como centro la propuesta “revolucionaria” y “vanguardista” de la Bauhaus de los años 1920 al que los artistas interpelan desde sus prácticas en un contexto de resurgimiento de las ultraderechas, esa “mancha negra que se viene extendiendo en todo el mundo”, como la nombra el articulador de la exposición, Gonzalo Elvira (Neuquén, 1971).
Sin embargo, y a pesar del contexto, reactualizar ese momento de esplendor que ayudó a sentar las bases del diseño en años posteriores tiene una impronta muy vital.
“Creo que estamos en un período similar al de entreguerras de alguna manera”, afirma Elvira, quien trabaja “con proyectos de investigación histórico sociales” pero al que le interesa la forma, “el trabajar con una idea que sea potente, pero también con una obra que tenga claridad y sea plásticamente atractiva”. Por eso, explica en diálogo con Somos Télam que “la Bauhaus es una referencia ineludible para eso y para muchos de nosotros”.
El proyecto expositivo nació hace nueve años de una invitación del director del Museo de Bellas Artes de la localidad de General Roca (Río Negro), Eduardo Guevara, momento en que “toma forma” como muestra y abreva en el interés e investigación sobre la Bauhaus iniciados por Elvira en Barcelona, donde reside desde el 2000.
La exposición toma como centro la propuesta “revolucionaria” y “vanguardista” de la Bauhaus de los años 1920 al que los artistas interpelan desde sus prácticas en un contexto de resurgimiento de las ultraderechas
Con más de 50 obras “agrupadas” por sala y artistas, “Celebración y Naufragio” se despliega en los cuatro pisos del museo, sus rampas de acceso, y pone en relación las derivas de algunos de los postulados de la Bauhaus y su influencia particular en miradas artísticas más conceptuales o formales según el caso, cuyas obras puestas en diálogo y referrencialidad se dan cita en un espacio neutro.
Durante el recorrido con un retrato de Walter Gropius o los logos de la escuela o un Mayer dibujados por Elvira, se cuelan dos postulados planteados por Gropius en su manifiesto para la Bauhaus Estatal de Weimar: la vuelta del rol social del arte y la no división entre disciplinas basadas en la artesanía.
Así, en la planta baja, pueden verse obras recientes de Herrero relacionadas con gráficos que hacen más comprensibles la economía como “Vanitas” y “Cotidianomía” (2021-2022), y las grandes telas pintadas en acrílico de Regina Giménez (Barcelona, 1966) llamadas “Geo-gràfics”.
Giménez trabaja precisamente la abstracción cromática cercana a las teorías del color de la Bauhaus en una obra que “es incluso nostálgica de este movimiento de la Bauhaus”, según expresa.
“El arte contemporáneo vino a confirmar lo que la Bauhaus planteó en su momento, porque podemos encontrar video, música experimental, no trabaja en un solo lenguaje, en una sola disciplina, y de algún modo sería como consecuencia de lo que la escuela planteó”, indica Herrero.
Los trabajos de Giménez sobre tela de algodón, usada para confeccionar alfombras, toman las representaciones científicas de astrónomas estadounidenses y se plasman como “gráficos de estrellas” en acrílico, y en tanto acto de apropiación estos diseños rescatan, por partida doble, a las mujeres de los talleres textiles de la Bauhaus y a estas otras mujeres “también un poco olvidadas”, desliza Elvira.
Entonces, la representación de clasificación espectral de estrellas o de las montañas más altas del mundo pero sin ningún dato de referencia, convierte el “área inteligible en una abstracción que se acerca mucho a la Bauhaus y las formas geométricas que utilizaban”, explica la artista catalana.
Se trata de una operación que traslada los códigos, al igual que hace Herrera, “pero desde lo político, geográfico, astronómico, es decir, el modo en que la ciencia explica de una manera gráfica algo abstracto y muy complicado”.
Por eso, como lo sensible permite aprehender lo inteligible, es que “con el color, la plasticidad, el orden espacial, la gente se acerca sensiblemente a algo que de por sí es rechazable o negado”, acota Herrero.
La artista argentina expone además “Mi botín”, presentada en 1997 en el Centro Cultural Rojas, en la cual crea una ficción en base a “una piratita cibernética” tomada de un Manga de la época. El personaje “crea una colección” con un políptico de cuadros que citan piezas de la Bauhaus bajo la pregunta “cómo se modifica el estatus de un objeto doméstico pensado desde el diseño industrial” y se convierte en arte, “es una pregunta acerca del valor”, define.
En cambio, desde la tradición textil, Michele Siquot (Rosario, 1964) se inspira en talleres de la escuela y en la obra de Günta Stolz, la única profesora del establecimiento, impresionada por esas mujeres escapadas del arte o la artesanía doméstica a las que eran relegadas por la sociedad de la época que “aprendieron formas geométricas y otras búsquedas”, según la artista que en su obra regresa a ese ámbito hogareño pero desde otro lugar con sus tejidos realizados en cinta bies.
Su recorrido demarcado por el paso de la pintura a la obra textil, primero limpiando las superficies de la pintura, descubriendo la tela y el interés por el soporte la llevaron a intervenir piezas de mantelería, toallas, telas ya bordadas, según cuenta; y de allí el paso a la técnica de los telares, las líneas, la construcción de formas y la teoría del color de Kandinsky como vínculo bauhausiano, que la hacen cruzar “cintas de ciertos colores” y crear desde la limitación de dos únicas direcciones, además de homenajear con retratos a Anni Albers y a Stölzl.
Interesante es el posible significado del título de la muestra interpretado como “ese momento en que parece que todo va bien y después puede naufragar”, como indica Siquot.
En una línea de trabajo muy distinta, Eduard Arbós (Barcelona, 1959) propone un cruce desde su base como diseñador gráfico y la arquitectura en dos segmentos diferenciados con “Casa de los maestros” (2015), en clara referencia a las viviendas funcionales diseñadas por Gropius en 1923 en Dessau, destinadas a los profesores, o la ironización de la crítica de Theo Van Doesburg a Gropius, además de incursionar en lo sonoro a partir de una codificación precisa que articula en un sistema dodecafónico en una notación de símbolos con partituras musicales posibles. Y a esa atractiva complejidad suma despojos negros de goma colgados en una pared salidos de los planos de las casas diseñadas por Gropius alos que “colgué como si fueran una piel, un despojo, una memoria, interpretaciones miles”, dice.
En un registro muy distinto, Rafel G. Bianchi (Olot, 1967) presenta “Silla Robinson” (2007) nombre que toma del personaje de la famosa novela de Daniel Defoe publicada en 1719. Se trata de un objeto basado en la mesa de escritorio diseñada por Albers en 1923 que quedó en prototipo por ser incómoda y poco práctica, que metaforiza “el proyecto ideológico de la Bauhaus que fracasó”, según el artista, objeto que investigó y terminó reduciendo en una silla no funcional.
También expone una serie fotográfica sobre cactus retratados cada primavera desde 2013 mientras va ampliando su colección de estás plantas que la arquitectura moderna adoptó esta estructura como escultura por su austeridad, apunta.
Y como suele reciclar algunos de sus trabajos, tomó una serie de telas de loro de 2013 “que se han ido transformando” y suma desde la ironía de un creador hacia su criatura la pintura de sus clásicos loros pero tapados, censurados, y escribe en un globo de diálogo a lo cómic, la expresión enfadada de uno de estos plumíferos parlantes: “al carajo” (literal de váyase “a la mierda”).
¿Pero por qué los loros? “Hace tiempo me interesan porque tienen la capacidad de repetir sin entender lo que dicen, y eso es muy animal y muy humano a la vez”, reflexiona Bianchi.
En cambio, Elvira trabaja sobre el “Monumento a los caídos de marzo” del 15 de marzo de 1920) el Memorial construido por Gropius e inaugurado en mayo de 1922 en Weimar, destruido por los nazis en 1933 y reconstruido después de la guerra en 1946, con documentos y fotos. El diseño arquitectónico de Gropius es la abstracción de un rayo saliendo del suelo hacia el cielo que se complementa con las 9 tumbas de los obreros asesinados, a los que el artista adiciona un video de un minuto conformado por 400 dibujos sobre la obra; y los dibujos de “Doce canciones concretas” ya presentes en la primera tomando la paleta de Paul Klee, luego convertido en música.
Elvira expone parte de un proyecto extenso iniciado en 2007 denominado “Bauhaus 1919 modelo para armar” que en su título resume el año de inauguración de la Bauhaus con la novela “62: Modelo para armar” (1968) de Julio Cortázar, donde el escritor invita a “realiza un montaje personal” como en “Rayuela”, lo cual se relaciona con el significado de Bauhaus que puede traducirse como “la casa en construcción”, indica el artista.
La propuesta, que permanecerá hasta el 23 de junio, invita a explorar una porción del arte visual español contemporáneo en un diálogo que tiende “un puente cultural” entre ambos países, en el Macba (Avenida San Juan 328), en el barrio de San Telmo de la ciudad de Buenos Aires.
¿Por qué tomar la Bauhaus?
“Somos artistas contemporáneos y revisitamos un hecho histórico, nos interesa determinados agujeros o pliegues que quedan en la historia, los recogemos, los volvemos a trabajar desde nuestra contemporaneidad y lo trasladamos al presente”, resume Gonzalo Elvira sobre la muestra que se expone en el Macba.
“A un hecho histórico lo ponés en el presente y tiene otra visión”, y el otro motivo es el “pozo que ha dejado todo esto en la formación” artística, como menciona Alicia Herrero sobre la educación artística innovadora en 1973 de la Universidad Nacional de La Plata que se modifica luego, o mi formación en la escuela de artes visuales ´Antonio Berni´ de General Roca donde estudiábamos también diseño”, o bien “en España donde existe una mirada historicista desde lo educativo, pero que a nosotros nos sigue interesando mucho”, expresa.
El otro motivo es “el contexto histórico previo a la llegada del nazismo y lo que desencadena luego la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)” cuando “estamos en un momento muy complejo que en algunas cosas se asemeja mucho”, por lo cual “es muy pertinente un proyecto como este donde se dialoga desde la contemporaneidad con esa modernidad que fue la escuela y que quedó trunca porque llegó la censura”.
Sinónimo del diseño impulsado desde líneas de trabajo desarrolladas en poco más de una década, la Escuela de la Bauhaus concebida por Walter Gropius (1919-1933) tiene en la diáspora producto del ascenso del nacionalsocialismo alemán que la censuró y persiguió a sus docentes, tal vez, la clave de su supervivencia.
La diáspora obligada de docentes y estudiantes hizo que los conceptos e ideas sobre arte, teoría del color, diseño, artesanía, módulos constructivos y el trabajo “comunitario” o en “equipo”, se estableciera en otros ámbitos manteniendo esa modernidad que ostenta aún hoy la vida cotidiana.
“Ha tenido una línea de continuidad porque muchos de los diseños realizados por las mujeres de la Bauhaus tuvieron continuación dentro de la industria”, y a ello suma la presencia de Josep y Anni Alberts en la Black Mountain College de en Estados Unidos, o Max Bill y la apertura de la Escuela de Ulm en Alemania en la que fue docente el artista argentino Tomás Maldonado, y afirma “al final todo esto sigue su camino de otra manera”.
“Lo que era la escuela naufragó”, sostiene sobre la institución que tuvo tres arquitectos como directores (Walter Gropius, Hannes Meyer, Ludwig Mies van der Rohe), “muy pocos alumnos, más de 1.300 en 13 años, y lo que ha dejado ha sido impresionante”, concluye.
Surgida del movimiento de artes y oficios y de las reformas de las escuelas de arte fue la “Bauhaus del estado” en Weimar, “escuela de diseño” en Dessau y por último un instituto de enseñanza privado en Berlín hasta su cierre definitivo, pero fue sobre todo “un centro de creación colectiva, pero también de aprendizaje técnico y estético, que supo poner en juego todas las experiencias artísticas” (CCEBA).
Algunos de estos nombres siguen destellando en el mundo del arte como Josef Albers, László Moholy-Nagy, Wassily Kandinsky, Paul Klee, Oskar Schlemmer, el neerlandés Theo van Doesburg, además de Gropius, entre otros.