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Con desconfianza y candidaturas testimoniales, el peronismo salvó la unidad con un cierre de listas incendiario

La pelea por el armado de las boletas en la elección bonaerense, desdoblada de la nacional por primera vez en cuatro décadas, muestra que la crisis de representación no tiene fondo. El peronismo estallado, La Libertad más casta, el PRO borrado y un corte de luz en La Plata.

Por Federico Chechele | El cierre de listas en la provincia de Buenos Aires volvió a mostrar lo peor de la política argentina: traiciones, candidaturas que no reflejan representación real, internas feroces disfrazadas de unidad y una sociedad cada vez más distante de esa lógica. En lugar de construir una alternativa sólida frente al gobierno nacional, el peronismo bonaerense optó por salvar los restos de su coalición con un acuerdo a regañadientes, sostenido por candidaturas testimoniales y desconfianzas mutuas. Una unidad sin convicción, construida más por miedo que por proyecto.

La disputa central se libró entre el gobernador Axel Kicillof y el sector más duro del cristinismo, encarnado por La Cámpora y Máximo Kirchner. El primero logró imponer a la vicegobernadora Verónica Magario en la Tercera Sección y al ministro de Infraestructura, Gabriel Katopodis en la Primera, las zonas más pobladas del electorado. Se trató de un triunfo táctico del kicillofismo, pero también de un gesto de mínima coherencia partidaria que evitó la ruptura total.

El sábado, ante la amenaza de rompimiento, Kicillof ordenó armar listas propias en todas las secciones y convocó una cumbre de urgencia. El desenlace fue un acuerdo tenso, alcanzado entre desconfianzas mutuas, luego de que todos cedieran algo. La negociación se extendió hasta el domingo con un Peronismo que llegó golpeado pero aún unido. Fue una combinación de pragmatismo por parte de Cristina Kirchner y de imposición por parte de Kicillof. Pero para llegar a ese punto, hubo hasta cortes de luz porque los tiempos se extendieron hasta el ridículo.

Primero en septiembre y luego en octubre, cuando se celebren las elecciones nacionales, se resolverá el dilema de si este desdoblamiento, que trajo tantas diferencias entre estos sectores del peronismo, fue un acierto de Kicillof o sólo una necesidad estratégica para imponerse como única alternativa de cara a las presidenciales de 2027. Desde La Cámpora lo esperan agazapados con el cartel de “mariscal de la derrota” en mano.

Entre las diferencias, la más notoria fue la estrategia utilizada por cada sector. Mientras La Cámpora designó candidatos propios, el Movimiento Derecho al Futuro –alineado con el gobernador– utilizó la herramienta más alejada de la realidad: las candidaturas testimoniales.

Intendentes como Andrés Watson (Florencio Varela), Juan José Mussi (Berazategui), Mario Secco (Ensenada), Fabián Cagliardi (Berisso) y Jorge Ferraresi (Avellaneda), entre otros, resolvieron presentarse como candidatos bajo la excusa de “poner el cuerpo” en una necesidad desesperada por conservar poder territorial. Y por supuesto, también lo hizo la vicegobernadora Magario, de quien nadie supone que dejará su cargo por una banca provincial. En otras palabras: harán campaña pero no asumirán el cargo por el que serán elegidos. Un claro engaño electoral.

La crisis de representación política es un fenómeno que se profundiza elección tras elección. Y la respuesta la está dando el electorado: ante los cuestionamientos por la crisis económica contra el gobierno de Javier Milei, en lugar de delegar el voto en otro espacio político, se decidió por el ausentismo, la gran novedad del 2025. La estrategia de las candidaturas testimoniales no solo refleja el miedo a perder poder –especialmente en los municipios–, sino que también expone la falta de renovación política. Aquel antecedente del 2009, con Néstor Kirchner encabezando la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli como gobernador y Sergio Massa como jefe de Gabinete, terminó siendo una derrota con fraude político incluido.

La interna de La Libertad: Pareja y la tarotista desplazan a Caputo

Una situación similar se vivió este sábado en La Libertad Avanza que resolvió que los dos intendentes de mayor renombre –Diego Valenzuela (Tres de Febrero) y Guillermo Montenegro (General Pueyrredón)– encabecen las nóminas en la Primera y Quinta sección electoral, respectivamente. Esta fue la decisión de Karina Milei, Sebastián Pareja (el armador libertario en la provincia) y Lule Menem, quienes dejaron completamente fuera del armado al asesor presidencial Santiago Caputo. Ni rastro de sus “Fuerzas del Cielo” en el firmamento bonaerense. Lo mismo ocurrió con Cristian Ritondo y Diego Santilli, que no solo aceptaron eliminar la palabra “PRO” de la alianza con los libertarios, sino que además perdieron intendentes en el camino y ubicaron candidatos apenas en los espacios disponibles. Aquella bíblica frase, “nos cagaron, entré yo solo” todavía resuena en lo que queda del armado amarillo.

Mientras todo esto ocurría, el gobierno anunció esta semana una inflación del 1,6% y pudo frenar la escalada del dólar. Pero en la calle, la realidad se deteriora: el desempleo roza las dos cifras, las changas no alcanzan, y cada vez más personas necesitan tres trabajos para llegar a fin de mes. La crisis se agrava, y las luchas sectoriales no cesan en una ciudad de Buenos Aires atravesada por protestas y la presencia de fuerzas federales se vuelve cotidiana.

En un país que exige más que nunca responsabilidad y coraje, la política parece seguir encerrada en sus propios laberintos. Incluso Milei, que viola sistemáticamente todas las instituciones, aprovechó el domingo al mediodía para “dimensionar al monstruo que enfrentamos”. Lo dijo mientras el Peronismo seguía armando las listas luego de haber cortado la luz para obtener más tiempo.

Ya no se trata solo de partidos en crisis, sino de una desconexión profunda entre las instituciones y la ciudadanía. El electorado no exige héroes, pide que le resuelvan los problemas. Pero en lugar de eso, los dirigentes parecen atrapados en sus propias internas, atados a lógicas del pasado que ya no seducen ni convencen.

El desafío no es solamente electoral. Es, sobre todo, moral y estratégico. Porque si la política sigue respondiendo con candidaturas vacías a una sociedad cada vez más llena de urgencias, el resultado será más abstención, más bronca y, finalmente, más crisis. El futuro no se construye con simulacros.

 

 

Fuente: https://canalabierto.com.ar

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