Contracampo, una respuesta del cine argentino al Festival de Mar del Plata libertario
Organizado por un colectivo de trabajadores del sector audiovisual, la actividad correrá en paralelo el evento del INCAA, cuyas políticas se cuestionan. “No es un acto de resistencia, sino de acción”, afirman desde la organización.
Redacción Canal Abierto | Como respuesta al funcionamiento del INCAA desde la asunción de Carlos Pirovano a la presidencia del ente de fomento cinematográfico, distintos actores del quehacer audiovisual impulsan Contracampo, evento del séptimo arte que tendrá lugar en la sala Enrique Carreras de Mar del Plata mientras se realice el 39º Festival Internacional de Cine en la localidad balnearia.
El nombre no es nuevo, sino que lo toma de la sección dirigida por el realizador Nicolás Sarquís a partir de la restauración del festival oficial, en 1996. Este era el espacio que el evento le asignaba a la proyección de cinematografías de países que no abundaban en las salas comerciales. A modo de ejemplo, fue justamente allí donde se fomentó el auge del cine iraní a fines de los 90.
En esta oportunidad las proyecciones en formatos que van del digital al fílmico 35mm, corresponderán a producciones argentinas que escapan a la lógica que se quiere imponer desde la nueva gestión del INCAA.
Algunos de los títulos confirmados son Ecos de Xinjiang, de Pablo Martín Weber; Algo nuevo, algo viejo, algo prestado, de Hernán Rosselli; Senda India, de Daniela Seggiaro; Popular tradición de esta tierra, de Mariano Llinás; Una temporada en la frontera, de Ile Dell Unti; Los Incrédulos, de Máximo Ciambella y Damián Coluccio; El repartidor está en camino, de Martín Rejtman; Después, la niebla, de Martín Sappia; Las formas de la invención, de Maia Navas; Solo queremos un poco de amor, de Raúl Perrone; Corazón embalsamado, de Julieta Seco; Homofobia!, de Goyo Anchou; Simón de la montaña, de Federico Luis; El niño oscuro, de Mercedes Arias y Martín Farina; Ciclón fantasma, de Diana Cardini, Materia vibrante, de Pablo Martín; La Balandra, de Matías Lima y Un susto, de Federico Morlio.
En diálogo con Canal Abierto, Rogelio Navarro, integrante del colectivo organizador, contó que “nos juntamos muy espontáneamente para armar esto. Había un par de conversaciones paralelas sucediendo, sobre todo en algunos grupos de amigos más directores, productores y también gente de la crítica”.
“Es un grupo que no es orgánico a ninguna asociación ni tenía ningún tipo de trayectoria específica ni en asociaciones ni en la producción de festivales y que sentíamos una incomodidad en relación a no creer en que esta edición particular del Festival de Mar del Plata, con esta gestión del INCAA, fuera el espacio natural para mostrar algunas películas que estábamos terminando. Después hay gente que no sabía muy bien que cómo avanzar con los estrenos de sus películas por un lado y después gente que no entendía que iba a pasar con el festival, entonces de ese estado de alerta empezamos a reunirnos y ahí se empezó se empezó a gestar Contracampo”, agregó.
“La gestión actual del INCAA tiene una mirada en la cual ve a las películas sólo desde su capacidad para competir en el mercado, como si eso fue un garante de calidad. Se habla de las películas en términos de competencia. Lo que más nos preocupaba era cómo iba afectar esta lógica mercantilista al Festival de Mar del Plata, que es una ventana histórica para la exhibición de nuestro trabajo”, advirtió.
Y agregó que “nosotros creemos que hay una un trabajo en relación a la formación de espectadores, al cultivo del deseo de las audiencias por ver cine nacional. Son cuestiones que tienen que ser política de Estado. Esto no sólo en responsabilidad del sector audiovisual en sí mismo sino que tiene que haber un instituto sólido”.
En tal sentido, Navarro aclaró que Contracampo surge como respuesta no sólo al nuevo modo de gestionar el festival, sino a la política del INCAA en general. Es que desde su anuncio, esta edición del evento cinematográfico cosechó cuestionamiento por diferentes aspectos: el cobro a la inscripción de películas, el quite de honorarios y viáticos a las asociaciones de profesionales que participaban con premios a los distintos rubros, el alto precio de las entradas para el público y la suspensión de actividades paralelas.
Es por eso que, además de las proyecciones, Contracampo contará con actividades paralelas de formación, intercambio y reflexión que girarán en torno a 5 ejes: ¿qué cine, qué INCAA y qué festival deseamos para el país? ¿De qué manera podría y debería cultivarse la educación cinematográfica, la preservación, el fomento, la difusión y la exhibición, tanto comerciales como alternativas?
Además, desde las redes sociales vienen publicando una serie de spots realizados por directores que no pudieron aportar sus películas pero sí tuvieron la intención de participar.
“Esto que hacemos es un espacio para pensar en el futuro del cine. No es un acto de resistencia, sino de acción. Lo que queremos es hacer ese aporte a la conversación en donde lo que nos tiene que ocupar es pensar en qué INCAA queremos, qué festival queremos, cuáles son las formas en las que podemos cuidar nuestra cinematografía nacional, cómo se trabaja en la formación de audiencias o cómo seguimos hablándole a un público que esté evolucionando”, reflexionó Navarro.
“El Gobierno mide el éxito de una película en función de las entradas vendidas, pero ahora las salas son sólo una parte de los espacios en donde la gente ve películas. Entonces, hay algo de la gesta que tiene eso de las actividades especiales de Contracampo, que es que van a tener un enfoque particular en eso. El actual posicionamiento del INCAA esconde un desprecio y un desconocimiento de la historia del cine nacional. Y nosotros nos paramos desde otro lado”, concluyó.
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