De que se trata

De 1928 a 1996: Dos inventos argentinos frente a la crisis

Por Juan Severo

El colectivo y el “0,50”: creatividad popular para mover al pueblo

El 24 de septiembre de 1928, Buenos Aires fue testigo del nacimiento de un invento que marcaría la vida cotidiana de generaciones: el colectivo. Un grupo de taxistas, golpeados por la crisis económica decidieron innovarse. La propuesta fue simple pero revolucionaria: transportar a varios pasajeros por un recorrido fijo, cobrando una tarifa baja que hiciera viable el viaje para todos. Ese día partió el primer recorrido desde Primera Junta hasta Lacarra y Rivadavia, con un boleto de apenas 10 centavos.

Lo que comenzó como un “taxi-colectivo” improvisado, rápidamente se transformó en un fenómeno masivo. Con carrocerías adaptadas y luego chasis de camiones, el colectivo se convirtió en un verdadero invento argentino con sello propio, exportado e imitado en varias partes del mundo. Tanto es así que, en 2004, se oficializó el 24 de septiembre como el Día del Colectivero, homenajeando a miles de trabajadores que todos los días sostienen este servicio esencial.

Pero la historia no se detuvo allí. Décadas más tarde, la creatividad popular volvió a florecer en un contexto similar de crisis. En 1996, tras el cierre de fábricas y el despido de miles de trabajadores, Gregorio de Laferrere —en el corazón de La Matanza— fue escenario de otra respuesta ingeniosa. Vecinos con viejos autos decidieron pararse en la estación de tren y ofrecer traslados hacia los barrios donde el colectivo no entraba. El precio era accesible: 0,50 centavos, y así nació el famoso “0,50”.

Al igual que en 1928, la iniciativa fue un éxito inmediato. Cientos de familias encontraron en este sistema informal una forma de llevar el pan a sus hogares y de responder a una necesidad real de movilidad que el transporte público no cubría. A diferencia del colectivo, esta práctica nunca fue legislada, lo que dejó a sus trabajadores expuestos a la precariedad y, muchas veces, a la explotación de quienes se aprovechan de la falta de regulación.

Ambas experiencias nos hablan de lo mismo: el ingenio argentino frente a la adversidad. Tanto en 1928 como en 1996, fueron los sectores populares quienes, con creatividad y esfuerzo, diseñaron soluciones concretas para sobrevivir a las crisis. Una vez más, quedó demostrado que cuando la política falla, el pueblo inventa.

Hoy, al celebrar el Día del Colectivero, no solo recordamos aquel primer viaje de 1928. También debemos reconocer a esos vecinos de Laferrere que, como aquellos taxistas de antaño, supieron transformar la necesidad en invención. La historia del transporte popular en la Argentina es, en definitiva, la historia de un país que no se resigna y que encuentra en su gente la verdadera fuerza para seguir en movimiento.

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