De que se trata

Del llanto de Cavallo a la indiferencia de Milei

Por Juan Severo

Desde aquel momento icónico en que Norma Pla enfrentó a Domingo Cavallo hasta hacerlo llorar en plena década del 90, la historia de los jubilados en Argentina parece una línea continua de promesas incumplidas, discursos conmovedores y políticas sistemáticamente perjudiciales. Todos los gobiernos, en mayor o menor medida, han puesto su granito de arena para llevar a los adultos mayores a la indigencia.

Lo paradójico es que nadie recuerda o elige no recordar, lo que nuestra Constitución garantiza en su artículo 14 bis: el derecho de los jubilados a una “jubilación móvil”, ni tampoco se cita el espíritu del Preámbulo, que habla de afianzar la justicia y promover el bienestar general. Mucho se discute sobre la “batalla cultural” que habría que dar, pero poco se hace para dar la más elemental de todas: asegurar una vejez digna.

Las trampas del sistema

El recorrido hacia el “jubileo” demanda más de 30 años de trabajo. Sin embargo, ese camino está plagado de irregularidades que, aunque legales en apariencia, terminan perjudicando al trabajador y desfinanciando al sistema previsional.

En los tres niveles del Estado —nacional, provincial y municipal— la estrategia ha sido la misma: mantener salarios básicos muy bajos, mientras se llena el sueldo con sumas no remunerativas o en negro. El resultado es que los aportes previsionales se hacen sobre una base mínima, lo que debilita las cajas y condena a los futuros jubilados a cobrar una miseria, aunque en actividad hayan percibido ingresos más altos.

En el sector privado la historia no es muy distinta. Se repiten los contratos por media jornada que encubren jornadas completas, el empleo no registrado, los pagos en negro y otras prácticas que perjudican al trabajador y benefician al empresario. Ante esto, algunos culpan a los propios laburantes por “aceptar” esas condiciones. La pregunta es: ¿y si no aceptan? La respuesta es simple: quedan afuera del mercado laboral.

Un patrón histórico de abandono

Desde la vuelta de la democracia, todos los gobiernos —sin excepción— han perjudicado a los jubilados. El relato siempre cambia: “las cajas están flacas”, “hay que priorizar el déficit cero”, “no se puede pagar lo que no hay”. Pero lo constante es el mismo resultado: jubilaciones que apenas superan la indigencia.

Según un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), los jubilados argentinos pierden en conjunto $468.000 millones por mes como consecuencia del veto de Javier Milei al aumento previsional y a la actualización del bono. Una cifra brutal que muestra, en blanco sobre negro, el costo del “superávit fiscal” que el gobierno celebra mientras condena a millones de adultos mayores a la miseria.

¿Batalla cultural o batalla por la dignidad?

La famosa “batalla cultural” no puede reducirse a debates sobre símbolos, relatos o identidades políticas. La verdadera batalla cultural que Argentina debe dar es contra la naturalización de que sus viejos vivan en la pobreza. Defender a los jubilados no es un gesto de sensibilidad: es cumplir con la Constitución y con la mínima noción de justicia social.

Quizás la pregunta que debemos hacernos como sociedad es si estamos dispuestos a seguir tolerando que, tras décadas de trabajo, quienes construyeron este país terminen dependiendo de la caridad, de un bono ocasional o de la buena voluntad de un gobierno de turno.

Porque entre las lágrimas de Cavallo y la indiferencia de Milei, lo único que permanece intacto es el sufrimiento de los jubilados.

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