Deporte en ruinas: cuando la motosierra llega al corazón del alto rendimiento

Por Juan Severo
El estado calamitoso del deporte nacional no es casualidad: es una política. A cada paso, la gestión de Javier Milei demuestra que no sólo desprecia al Estado como garante de derechos, sino que aplica esa convicción con una crudeza calculada. El CeNARD, histórico corazón del deporte argentino, es hoy una postal del abandono: instalaciones cerradas, filtraciones sin reparar, gimnasios sin mantenimiento, trabajadores despedidos o bajo amenaza de despido y una pista de atletismo semiabandonada. El deporte argentino no está en crisis: está siendo desmantelado.
Las cifras no mienten: el presupuesto nacional para el área deportiva se redujo un 36% en 2025 respecto al año anterior. La ejecución es lenta y mezquina, como si la finalidad fuera asfixiar lentamente lo que queda en pie. Las becas para atletas de alto rendimiento disminuyeron, se pagan con demora y los programas sociales fueron prácticamente borrados del mapa. Ya no existen Escuelas Deportivas Nacionales, y los Juegos Evita, ese símbolo de inclusión y federalismo, hoy yacen desfinanciados.
El personal que aún trabaja en el CeNARD convive con sueldos indignos, procesos de evaluación que generan estrés permanente y condiciones laborales deterioradas. De 320 empleados que había al inicio del gobierno libertario, quedan apenas 160. Mientras tanto, los dirigentes del Comité Olímpico Argentino y el ENARD se acomodan en sus escritorios, con discursos vacíos y complicidades silenciosas. Mario Moccia, recientemente designado presidente del ENARD, dice que “formamos un verdadero equipo de trabajo”. Tiene razón, pero es un equipo que juega para el otro lado: para el desguace, la exclusión y el ajuste.
El secretario Daniel Scioli, reciclado una vez más como libertario de ocasión, se transforma en el ejecutor de una política que no se atreve a cuestionar. Pide el Nobel de Economía para Milei mientras deja a miles de deportistas y trabajadores en la lona. Aquella imagen del 5 de julio de 2024, cuando taparon con pintura blanca el nombre “Auditorio Presidente Perón” en el CeNARD para que el presidente pudiera posar sin contradicciones, es una metáfora perfecta del país que proponen: negar la historia, tapar los símbolos, suprimir lo público.
Sin embargo, las consecuencias no afectan a Scioli, ni a Moccia, ni a los funcionarios que rotan de gobierno en gobierno sin perder sus privilegios. Afectan a los pibes y pibas que no tendrán acceso al deporte en sus barrios. Afectan a los atletas que dejan de entrenar porque no tienen cómo subsistir. Afectan a la identidad nacional que se construye también en una cancha, en una pista o en un tatami.
El ajuste no es sólo económico: es simbólico y cultural. Y el deporte argentino, como la ciencia, la educación y la salud, está pagando el precio de un proyecto político que sólo ve enemigos donde hay derechos. La motosierra no distingue récords ni sueños. Corta por donde más duele.