Desconexión y desamparo: el precio de no escuchar a la gente
Entre la soberbia del oficialismo y la desorientación de la oposición, el país sigue sumido en la incertidumbre. Con una sociedad cada vez más distante de los partidos, el miedo a un futuro incierto se estableció como la constante que definió el resultado electoral.

Por Federico Chechele | Durante esta semana, varios canales de televisión salieron a las calles para preguntar a la gente a quién habían votado y por qué. Entre muchos testimonios, una mujer de unos 40 años explicó su apoyo al Gobierno destacando la baja inflación, la esperanza como apuesta y, sobre todo, que no quería “que se vaya todo a la mierda”, haciendo referencia a la reacción de los mercados ante una eventual derrota de Javier Milei.
La mano que le estrechó Donald Trump al Gobierno fue determinante para el triunfo de La Libertad Avanza. La amenaza de que si ganaba el peronismo no habría ayuda caló hondo en la sociedad por lo que el miedo fue un factor crucial -entre muchas aritméticas de la política-, para la cuantiosa cosecha de votos que sumó Milei para evitar el “lunes negro” que muchos veían venir.
Con los resultados aún frescos se escuchó a referentes del peronismo y de espacios aliados reconocer que buena parte del apoyo obtenido por el oficialismo respondió a un voto defensivo, de supervivencia, del miedo a estar peor. El dilema es que, pese a este diagnóstico que ahora se enuncia con tanta naturalidad, la oposición no supo advertirlo a tiempo para corregir el rumbo y evitar aquello que hoy se asume como inevitable.
La elección del domingo pasado se suma a la lista de comicios que “nadie vio venir”. Ocurrió en 2023, cuando muchos daban por hecho que Horacio Rodríguez Larreta sería presidente y terminó ganando Milei. Volvió a pasar el 7 de septiembre, cuando se esperaba un triunfo de Fuerza Patria por 4 o 5 puntos en la provincia de Buenos Aires y la diferencia fue de 14. Y se repitió ahora, con un sorpresivo triunfo del gobierno en territorio bonaerense y una amplia ventaja nacional.
A pesar de las consultoras que ofrecen encuestas al por mayor y que suelen dar una aproximación de lo que va a ocurrir. Si a eso se le agrega los diferentes cálculos que la experiencia partidaria ha aprendido, se decanta una alarmante falta de previsión de los resultados por parte de la oposición y su desconexión con el mundo real, con los trabajadores y con los vecinos. La política habla entre sí, pero no escucha.
A modo de ejemplo, se supo que dentro de Fuerza Patria hubo intensas discusiones sobre la estrategia nacional tras el contundente triunfo de septiembre, que desordenó todos los papales. Dos posturas se enfrentaron: el kicilofismo, que proponía un mensaje de futuro, y el cristinismo duro de La Cámpora, que había diagramado las listas bonaerenses y de las provincias en las que pudo intervenir que se negó a usar cualquier consigna asociada al “Movimiento Derecho al Futuro” del gobernador. Finalmente, se resolvió limitar la campaña a “frenar a Milei” y dejar que el desgaste del Gobierno hiciera el resto. La oposición quedó atrapada en sus discusiones, sin propuestas, y perdió.
La desconexión no terminó con el resultado de las elecciones, se profundizó día a día con chicanas y pases de factura entre ambos espacios. La frutilla la puso Cristina Kirchner, quien culpó directamente a Axel Kicillof por la derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires: “Fue un error político desdoblar la elección”. No hubo autocrítica a pesar de ser la presidenta del Partido Justicialista a nivel nacional y la principal responsable del diseño electoral que careció de una estrategia concreta. Solo se percibió soberbia al reafirmar su verdad, aun a costa de un resultado que provocará más daño a los sectores vulnerables. Del lado del kicilofismo lo entendieron como un gesto de debilidad: eligió pronunciarse el mismo día en que el gobernador reunió a más de 40 intendentes bonaerenses que le vienen reclamando romper con la expresidenta. Tras la reunión se resolvió no responder las críticas de Cristina y centrarse en el camino hacia el 2027.
Las casi 12 millones de personas que no fueron a votar, la segunda abstención más alta desde el retorno de la democracia, denota el deterioro de la sociedad para participar en la elección de sus gobernantes. Es la falta de esperanza en que la democracia pueda resolver sus problemas cotidianos.
Los motivos por los que Milei ganó en 2023 son los mismos que ahora: no se resolvió nada en el camino. Se sigue apuntando a que “todo explote” sin certeza alguna de que vaya a suceder, la inflación es la madre de todas las batallas aunque al peronismo le cueste entenderlo, y la necesidad de un horizonte para saber hacia dónde se va sigue siendo una incógnita que la oposición no sabe cómo resolver.
Porque sobraban motivos para que el Gobierno pierda la elección. Aunque la historia reciente nos remita a que los oficialismos ganan las elecciones intermedias, la brutalidad del equipo de Milei y su gestión para con todos los que piensen distintos no se vivió nunca desde el retorno de la democracia. Es cierto que hubo miedo al día después porque la economía está atada con alambres, hubo amenazas del Presidente de una de las mayores potencias del mundo y también hubo esperanzas genuinas al momento de votar. Pero lo que no supo resolver la oposición -en todos sus niveles- fue escuchar para evitar que se ensanchen los niveles de marginalidad de una sociedad cada vez más desamparada.
Por eso el gobierno de Milei terminó festejando junto a Donald Trump, quien celebró la “aplastante victoria” de La Libertad Avanza: “Nos estamos enfocando en América del Sur y estamos logrando un gran control allí”, dijo el mandatario norteamericano, como si estuviéramos ante una nueva Guerra Fría.
MIlei aceleró tras el triunfo e hizo los deberes tal como le pidieron desde Washington. Reunió a 20 gobernadores que se fueron conformes con las promesas de la Casa Rosada y prometieron respaldo a las reformas laboral, tributaria y previsional que intentará aprobar el Gobierno que desde diciembre contará con un Congreso con más héroes. Un escenario oscuro y, seguramente violento, que planteará la administración libertaria con el respaldo de los votos.
Entre todos esos testimonios que la televisión fue a buscar a la calle, también se destacó el de una joven ama de casa que ante la pregunta por el resultado de las elecciones, entre lágrimas, dijo que “es una falta de respeto a los discapacitados, jubilados y todos los trabajadores: mi primo perdió su escuela, mis abuelos no llegan a fin de mes y yo tampoco”. Aquel “comer y descomer” del funcionario macrista Miguel Ángel Punte, resumía la mirada del poder empresarial sobre la clase trabajadora, individuos desechables dentro de un sistema que ya no promete integración, sino supervivencia. Mientras los demás se pelean por su verdad.
Federico Chechele en X: @fedechechele
Ilustración: Marcelo Spotti
Fuente: https://canalabierto.com.ar
				


