Diputados ausentes, jubilaciones congeladas y una indignación que crece

Por Juan Severo
La mayoría de los trabajadores y trabajadoras, y especialmente los jubilados y jubiladas, sintieron Impotencia, vergüenza y una profunda frustración recorrieron el cuerpo de millones de argentinos cuando vieron que ciertos diputados y diputadas nacionales decidieron no dar quórum en la sesión especial convocada para tratar temas urgentes: el aumento del bono previsional congelado en 70 mil pesos y la implementación de un mecanismo que reemplace la derogada moratoria previsional.
Una vez más, quienes fueron votados para representar y defender los intereses del pueblo, no se presentaron ni siquiera a cumplir con su función básica: sentarse a debatir en el Congreso. En cualquier otro trabajo, si un empleado falta sin aviso ni justificación, le descuentan el día. Puede incluso ser sancionado. ¿Y a los diputados? ¿Qué sanción les cabe por no hacer su trabajo?
El Congreso debía tratar temas de vital importancia para millones de personas mayores. Por ejemplo, un hombre de 62 años con 27 años de aportes no puede jubilarse porque ya no existe una moratoria que le permita completar los años necesarios. ¿Qué alternativa tiene ese trabajador? ¿Conseguir un empleo a esa edad? ¿Vivir de changas? ¿Depender de la caridad familiar o de un Estado ausente?
El bono previsional está congelado desde hace meses en 70 mil pesos. Según estimaciones actualizadas, debería estar en al menos 150 mil pesos para acompañar el costo de vida. Mientras tanto, los precios siguen subiendo, los remedios no se cubren, y la canasta básica para un jubilado supera ampliamente los ingresos mínimos.
Y como si todo esto fuera poco, una diputada nacional y exgobernadora de la provincia de Buenos Aires, en lugar de plantear soluciones, fue a la televisión a repetir que «6 de cada 10 jubilados nunca aportaron», responsabilizándolos por el bajo haber que cobran los que sí lo hicieron. No solo es una afirmación tendenciosa porque la mayoría de las moratorias fueron creadas para incluir a personas que trabajaron toda su vida en la informalidad, sino que es cruel e indigna que se pongan a los jubilados a pelear entre ellos mientras se defiende un ajuste sin precedentes.
¿Sería mucho pedir que estos mismos diputados que se rasgan las vestiduras por el superávit se atrevan a vivir un mes con lo que gana un jubilado o un docente? ¿O pagar un alquiler con el sueldo de un médico? El pueblo ya no quiere discursos vacíos. Quiere respuestas. Y quiere que se cumpla la Constitución, que garantiza el derecho a la seguridad social, no la ley del mercado.
Mientras tanto, el Congreso vacío fue el reflejo perfecto de la política ausente. Pero la memoria de los trabajadores y jubilados no está vacía. Está llena de lucha, de aportes, de vidas enteras dedicadas al país. Y no se resigna.
Porque la dignidad no se negocia. Porque el pueblo no olvida.