El “acuerdo” con Washington no es ayuda, es entrega

Por Juan Severo
Siempre vuelvo al Pampa Larralde, no solo por su poesía, sino porque su palabra sencilla dice lo que muchos piensan y pocos se animan a decir. En “Herencia pa un hijo gaucho”, el Pampa nos deja frases que parecen escritas para este tiempo. Una de ellas dice:
“No entiendo por qué no entiendo que hay tantas cosas que no entiendo.”
Y es cierto: cuesta entender a los funcionarios que dicen una cosa y hacen otra, o al votante argentino que sigue votando, una y otra vez, a los mismos que lo engañan. Cuesta entender cómo, después de tanto dolor, de tantas promesas incumplidas, todavía haya quienes sigan creyendo en los que sólo gobiernan para las grandes fortunas y los intereses extranjeros.
Hoy traigo otra frase del Pampa que retumba como advertencia:
“Por qué se vive sabiendo que nunca se ha de saber.” Y agrego: profecía que al nacer se dictamina muriendo. Porque eso es exactamente lo que significa este nuevo “salvataje” que el gobierno de Javier Milei celebra como un triunfo.
El “acuerdo” con Washington, diseñado por Luis Caputto y bendecido por el Fondo Monetario Internacional, no es un rescate económico: es una entrega geopolítica.
Estados Unidos lo anunció antes que nuestro propio gobierno, y el precio sería romper relaciones con China, uno de los principales socios comerciales del país, y ceder soberanía en niveles que la historia juzgará con dureza.
Mientras tanto, la dirigencia política argentina sigue en silencio o cómplice.
Por un cargo, por un cacho de poder, miran para otro lado. Algunos piden que votemos a los mismos personajes que nos vienen mintiendo hace años, mientras el país se hunde entre la mentira, la miseria y la represión.
Nos dijeron que cerraban ministerios y echaban a más de 40 mil trabajadores “para ahorrar”, pero el FMI giró 20 mil millones de dólares y nadie sabe dónde fue esa plata. Ahora anuncian otros 20 mil millones más, y siguen prometiendo “el equilibrio” que nunca llega. Y, para peor, Donald Trump llegó a decir sin pudor: “Soy generoso con Milei, no con los argentinos.”
¿Hasta cuándo vamos a soportar este desprecio? ¿Hasta cuándo vamos a dejar que otros decidan por nosotros?
Otra vez el Pampa nos da la respuesta, como quien deja una enseñanza de campo:
“Mil ejemplos da la vida para el que los quiera tomar. No es fácil poder guardar tanta agua en un solo aljibe, pero siempre se consigue cubrir la necesidad.”
La vida da ejemplos, pero hay que animarse a aprender de ellos.
Porque cuanto más cosas se saben, más quedan por aprender, y la ayuda del saber termina lo que se ignora.
Sin embargo, el gobierno no aprende, ni quiere aprender. Pone en venta empresas argentinas diciendo que son improductivas. Pero si fueran tan improductivas, ¿por qué hay empresarios dispuestos a comprarlas?
La respuesta es simple: porque lo improductivo no es el país, sino el modelo que lo gobierna.
Desde una orilla nos dicen “Milei o el caos”, desde la otra prometen que “solo ellos pueden ganarle”. Pero ninguno habla de cómo resolver la inseguridad, cómo garantizar una vejez digna para los jubilados, o cómo recuperar la producción nacional para generar trabajo y riqueza para todos.
Es hora de romper este círculo vicioso entre la mentira, la resignación y la entrega. No se trata solo de resistir, sino de organizarse, pensar y actuar colectivamente. Porque la patria no se vende, se defiende. Y si algo nos enseña el Pampa, es que el saber y la conciencia popular pueden más que cualquier poder que se imponga desde arriba.
Hoy el llamado es claro: no dejemos que nos sigan robando la esperanza.
Que la bronca se transforme en participación, que la impotencia se vuelva acción, y que la memoria del pueblo vuelva a marcar el rumbo.
Solo así, rescatando la soberanía, no al presidente, podremos salvar a la Argentina.



