De que se trata

El Gobierno revive una narrativa colonial para resignificar el 12 de octubre

Por Juan Severo

El 12 de octubre ha sido, a lo largo de los años, una fecha marcada por constantes reinterpretaciones, adaptándose a las distintas ópticas políticas y sociales de cada época. Este año, el presidente de la Nación, a través de un video en redes sociales, trajo nuevamente a la palestra la antigua denominación de «Día de la Raza», en un claro guiño a la narrativa de la “batalla cultural” que el actual El mandatario, Javier Milei, ha promovido desde su llegada al poder. Aunque no se emitió un decreto oficial, el simbolismo de este gesto deja entrever un intento de resignificar esta conmemoración histórica bajo una luz distinta.

El video presenta la llegada de Cristóbal Colón a América como un «hito de progreso y civilización», lo que, en su esencia, romantiza un proceso que implicó violencia, exterminio, esclavitud y la destrucción de las culturas indígenas  preexistentes.

Este tipo de discurso no es nuevo. En 1917, el entonces presidente Hipólito Yrigoyen instauró el «Día de la Raza» como parte de un proceso de acercamiento cultural entre América Latina y España, en un contexto de creciente tensión con Estados Unidos, que buscaba imponer su influencia en la región. La idea de una «raza hispánica» no se refería a un concepto biológico, sino cultural, y pretendía reforzar los lazos entre ambos lados del Atlántico. Sin embargo, esta noción ignoraba por completas las culturas precolombinas y el impacto devastador de la colonización en las civilizaciones que ya existían en América.

Con el surgimiento de movimientos indígenas en la década de 1990, y una creciente conciencia sobre las injusticias históricas, se comenzó a replantear el significado del 12 de octubre. En Argentina, el cambio de denominación a «Día del Respeto a la Diversidad Cultural» reflejaba una voluntad de dar voz a los pueblos vencidos y de reconocer los procesos de resistencia que marcaron la conquista. Sin embargo, el gobierno actual parece decidido a revivir una narrativa que no solo desconoce estos avances, sino que pretende legitimar una visión distorsionada del pasado, enmarcada en la “batalla cultural” que busca desandar lo logrado en términos de memoria, verdad y justicia.

Es importante recordar que antes de la llegada de Colón, existían en América civilizaciones avanzadas como los aztecas, los mayas y los incas, con estructuras políticas, sociales y económicas complejas. La civilización en el continente no comenzó con la colonización europea, sino que fue interrumpida y violentamente transformada. El intento de invisibilizar estas realidades a través de discursos que glorifican la conquista es, en última instancia, un esfuerzo por reescribir la historia en función de una agenda ideológica que minimiza el sufrimiento de los pueblos originarios.

La llegada de los europeos no significó el comienzo de la civilización en América, sino la interrupción violenta de los procesos culturales que ya existían. En esta “batalla cultural” desatada por el gobierno, es nuestra responsabilidad resistir la romantización de la conquista y mantener viva la memoria de quienes resistieron y continúan resistiendo

Este tipo de revisionismo, enmarcado en la «batalla cultural», no es casual. Es parte de una estrategia política que busca eliminar la responsabilidad histórica, abriendo espacio para un relato más alineado con las corrientes libertarias que exigen libertad sin asumir las consecuencias históricas que dicha libertad impone.

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