El hombre piensa y repiensa: ¿dónde está la falla?
Entre la herencia de los partidos centenarios y el ascenso de un outsider, la Argentina se mira al espejo y se pregunta qué hizo mal.

Por Juan Severo
“El hombre piensa y repiensa”, canta José Larralde en Herencia pa’ un hijo gaucho. Piensa en la vida, en la muerte, en la injusticia, en la conciencia. Esa frase hoy parece un encabezado perfecto para lo que la sociedad argentina atraviesa: un tiempo de repensar qué hicimos mal como ciudadanos para haber llegado a un gobierno que muchos consideran inhumano, prepotente y distante de la gente.
La falla, si la buscamos con honestidad, no está sólo en “ese otro” que gobierna. Está también en lo que nosotros hemos hecho o dejado de hacer como sociedad. La pregunta no es qué hizo Milei, sino qué hicimos nosotros para que Milei sea posible.
Partidos centenarios y un sistema agotado
La Argentina se vanagloria de tener partidos centenarios. La Unión Cívica Radical, nacida en 1891, el Partido Socialista en 1896, el Justicialismo en 1946. Fuerzas con historia, con territorio, con estructura, con experiencia. Sin embargo, hoy esos mismos partidos parecen desconectados de la sociedad real.
La agenda que discuten —listas únicas o divididas, cargos, internas que poco tienen que ver con las urgencias de la gente: inflación, pobreza, inseguridad, educación y salud. La política habla para sí misma, y la sociedad responde con desafección: no votando, votando en blanco, o buscando una opción de ruptura.
El fenómeno Milei: genio o catástrofe
La irrupción de Javier Milei puede leerse en dos claves. Una, optimista: la sociedad descubrió un genio y lo eligió. Otra, más amarga: la política tradicional llegó a un grado tal de crisis que hasta un outsider puede arrasar con el orden establecido.
No se trata de que Milei haya presentado un programa claro, sus promesas y su gestión muestran enormes contradicciones, sino de que el sistema político en su conjunto perdió la confianza ciudadana. Cuando Macri ganó en 2015 lo hizo por dos puntos. Cuando Fernández ganó en 2019 fue por el derrumbe de Cambiemos. Y Milei en 2023 se impuso porque era “lo distinto”. En todos los casos, no gana quien enamora, sino quien menos votos pierde.
La educación y el debate público: una herida abierta
Uno de los síntomas más graves de este deterioro es la educación. La Ley Federal de Educación y el vaciamiento posterior del sistema dejaron una marca: generaciones que llegan al secundario sin comprender lo que leen. Si no se construye ciudadanía crítica desde la escuela, el debate público se degrada en gritos televisivos y eslóganes vacíos.
La calidad de la política depende de la calidad del debate social, y esta, a su vez, de la calidad de la educación pública. Cuando se destruye lo público, se arrastra lo privado: lo vimos en la medicina, en la investigación científica y ahora en las aulas.
Un sistema sin balances
La política argentina, además, carece de balances históricos. El peronismo nunca terminó de revisar el menemismo, el radicalismo su fracaso con De la Rúa, y mucho menos se hizo un examen sobre Frondizi, Balbín o Isabel Perón. Las deudas no se reconocen, y los errores se repiten. Einstein decía que hacer lo mismo esperando un resultado distinto es locura. Pues bien, nuestra política insiste en repetir lo que ya fracasó.
El espejo de Larralde
Volvemos a Larralde: “El hombre piensa y repiensa”. Esa es la tarea urgente de los argentinos hoy. Pensar y repensar no sólo qué hacen los políticos, sino qué hacemos nosotros con nuestro voto, con nuestra confianza, con nuestra pasividad.
El sistema de partidos, con sus fracturas y sus viejas glorias, ha perdido la conexión con la sociedad. Y la sociedad, harta de góndolas electorales vacías, vota con los pies: se queda en casa o elige al que más ruido hace.
El desafío está en reconstruir un debate público serio, una educación que forme ciudadanos críticos y una política que se haga cargo de sus errores. De lo contrario, seguiremos repitiendo la historia, con distintos nombres pero los mismos fracasos.