Es peor el remedio que la enfermedad

Por juan Severo
Los acontecimientos de la última manifestación de los jubilados frente al Congreso dejaron en evidencia una violencia desmedida por parte de las fuerzas de seguridad y una serie de hechos que generan más preguntas que respuestas. La represión comenzó incluso antes de que la protesta se desarrollara. Es comprensible que se resguarde el Congreso y que pongan vallas a sus alrededores. Pero, ¿no hubiera sido mejor permitir que los manifestantes expresen su bronca y se retiren en paz? De la manera en que se manejó la situación, no solo sufrieron los manifestantes, sino también comerciantes y vecinos de los departamentos cercanos, que se vieron afectados por los gases lacrimógenos y el gas pimienta.
La imagen de un carro hidrante avanzando con los uniformados a los costados, mientras desde un megáfono se escuchaba «vengan zurdos», es solo una de las tantas postales que demuestran no solo la brutalidad, sino la premeditación con la que se actuó. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, intentó justificar lo injustificable, buscando argumentos para defender la represión ejercida contra los manifestantes. Me pregunto y les pregunto sinceramente: ¿Era necesaria tanta violencia? ¿Era necesario el gas pimienta en el rostro de ancianos que apenas pueden moverse? ¿O los gases lacrimógenos arrojados indiscriminadamente contra ciudadanos que solo exigen vivir con dignidad?
Bullrich habla de barras bravas como los causantes de la violencia, pero no ha demostrado cuántos de ellos están detenidos ni a qué clubes pertenecen, por ejemplo. Otro hecho llamativo fue el patrullero abandonado con las puertas abiertas que luego fue incendiado. Nadie de las fuerzas intentó evitarlo, lo que despierta sospechas sobre si fue negligencia o una provocación intencionada. Como diría el conductor televisivo Darío Barassi: «RARO».
A esto se suman imágenes que recorrieron todos los medios: un policía que deja caer su arma reglamentaria —o trucha, vaya uno a saber—. Permítanme pensar mal: si tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra, ¿qué es?. Un trabajador de prensa, mientras sacaba fotos, recibió un cartucho de gas en la cabeza, provocándole la pérdida de masa encefálica. Un hecho brutal que hoy lo tiene peleando por su vida.
Pero lo más indignante fue ver a un policía empujar con violencia a una jubilada de 81 años, haciéndola caer de espaldas y golpearse la cabeza contra el suelo. Por milagro no sufrió lesiones fatales. Escenas de ancianos que no podían respirar por los gases, que caían al suelo aturdidos y desesperados, muestran el nivel de ensañamiento de las fuerzas de seguridad.
Los jubilados siguen siendo víctimas de los distintos gobiernos que, en lugar de asegurarles una vejez digna después de décadas de trabajo y aporte, los condenan a la miseria y los reprimen cuando reclaman. No solo son maltratados por las políticas de ajuste, sino también por sectores políticos que, a mi entender, los utilizaron en esta marcha para generar caos, sin importarles las consecuencias para quienes no pueden moverse con rapidez ni defenderse ante una agresión policial.
Sigo sosteniendo que a este gobierno se lo saca con los votos y no con maniobras que terminan perjudicando a los más vulnerables. Porque si la respuesta a la crisis es más violencia, entonces el remedio termina siendo peor que la enfermedad.