Inmunidad o Impunidad: El Límite Invisible de la Justicia
Por Juan Severo
Esta mañana, en la Ciudad de Buenos Aires, un episodio inquietante nos dejó más preguntas que respuestas. Durante un control de alcoholemia de rutina, un conductor se negó a someterse al test, argumentando que su vehículo era diplomático y que, por ende, gozaba de inmunidad. La situación tomó un giro inesperado cuando el conductor, de nacionalidad rusa y perteneciente a la embajada de ese país, no solo evitó la prueba, sino que también condujo hasta la sede diplomática sin que las autoridades pudieran intervenir. Más tarde, otro miembro de la misma embajada replicó la conducta.
Este incidente expone una grieta profunda en el delicado equilibrio entre la inmunidad diplomática y el respeto a las leyes locales. La inmunidad no puede ni debe confundirse con impunidad. El principio de inmunidad está diseñado para proteger a los diplomáticos de procesos judiciales que puedan obstaculizar su labor, pero no es una carta blanca para infringir la ley. Cuando un conductor se niega a realizar un control de alcoholemia, la normativa argentina es clara: se presume positivo. En este caso, la negativa y posterior conducción hasta la embajada fueron una demostración flagrante de desobediencia.
Las leyes argentinas establecen que cualquier persona que se resista a un control de tránsito está incumpliendo una obligación ciudadana. No debería haber distinción entre diplomáticos y ciudadanos común y corriente cuando se trata de actos que ponen en riesgo la seguridad pública.
En este caso, la embajada rusa, lejos de ofrecer disculpas o colaborar, se limitó a denunciar una supuesta «falta de respeto» hacia su representación diplomática. Pero, acá va la ¿Quiénes faltaron el respeto a las leyes argentinas y a sus ciudadanos?
Imaginemos por un instante el escenario contrario: un embajador argentino en Rusia negándose a un control de alcoholemia, desobedeciendo a las autoridades locales y conduciendo impunemente hasta la embajada argentina en Moscú. Difícilmente el caso sería tratado con tanta paciencia y tolerancia.
El dilema está planteado. ¿Las reglas son para algunos y no para otros? La igualdad ante la ley es un principio básico de cualquier democracia que se precie de serlo. La inmunidad diplomática no debería ser un escudo para evadir responsabilidades. Si un ciudadano argentino común se niega a un control, su vehículo es retenido, y el conductor hasta podría quedar demorado. ¿Por qué debería ser diferente para un diplomático extranjero?
Este caso es un llamado de atención. Las autoridades nacionales deben revisar y reforzar los mecanismos para evitar que la inmunidad diplomática se convierta en una herramienta de impunidad. Argentina merece respeto, y sus ciudadanos también. Las leyes están para cumplirse y nadie, sin importar su investidura, debería estar por encima de ellas.