De que se trata

“Milei, Espert y la doble vara de la corrupción que hipoteca el futuro argentino”

Por Juan Severo

Pareciera que cuando el presidente de la Nación dice estar acompañado por la “Banda Presidencial”, no se refiere precisamente a un símbolo patrio. Tal vez habla de otra banda, más cercana al poder, al negocio y a la impunidad. ¿Será por Espert y compañía, por el caso “El Libra”, por el avión que no permitieron revisar, o por el funcionario Diego Spagnuolo  que se pasea entre denuncias y silencios?, el fentanilo entre otros temas.

La lista es larga y crece. A cada paso surgen nuevas sombras sobre operaciones, privilegios o manejos turbios. Pero nada de eso parece inquietar al mandatario, que sigue adelante con su propio espectáculo.

Mientras la Argentina real atraviesa una crisis económica feroz, con jubilados que no llegan a mitad de mes, provincias que paralizan obras y trabajadores que temen por su empleo, el presidente eligió el escenario del Movistar Arena para presentar su libro: “La construcción del milagro”.

Acompañado por su militancia y sus autodenominadas “Fuerzas del Cielo”, Milei subió al escenario no como estadista, sino como artista. Entre luces, pantallas y canciones con letras reescritas para exaltar su ideología, transformó un acto político en un recital. Todo en medio de cánticos contra la oposición —especialmente contra Cristina Kirchner— y una interna visible dentro de sus propios seguidores.

Y mientras el show libertario avanzaba, en la Casa Rosada el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, golpeaba la mesa. Denunciaba que el Gobierno Nacional incumplió el envío de fondos para obras de infraestructura. “Mientras hay otra Argentina que espera que se hagan las obras”, dijo, marcando el contraste entre la urgencia del Norte y el espectáculo porteño.

No fue el único en señalarlo. Desde otro punto del país, Axel Kicillof también lo resumió con una pregunta que muchos argentinos se hacen:

“¿Qué hace el Presidente, en esta crisis económica y con esta situación social, haciendo esto?”.

Pero el presidente siguió, imperturbable, presentando su “milagro”.
Un milagro que, hasta ahora, no se ve en los bolsillos, ni en las obras, ni en la mesa de los argentinos.

Y como si no bastara, en medio del bochorno electoral, se conoció que deberán reimprimirse las boletas por errores y desprolijidades oficiales. ¿Quién pagará eso? ¿Las “Fuerzas del Cielo”? ¿O, como siempre, lo pagaremos nosotros, los ciudadanos de a pie?

Mientras se multiplican los shows, los viajes y los libros, la gestión se disuelve entre la excusa y la provocación.
La política se ha vuelto espectáculo y el Estado, un decorado.

No es casual que los gobernadores reclamen lo que la Nación no envía, ni que los trabajadores y jubilados salgan a la calle a exigir lo que el Estado les niega. Lo grave es que mientras tanto, el Presidente canta, grita y se celebra a sí mismo.

El verdadero milagro argentino no será económico ni celestial: será que el pueblo despierte de este hechizo mediático y reclame una conducción seria, honesta y comprometida con la realidad.

Porque los países no se construyen con recitales ni con marketing, sino con trabajo, justicia y verdad.
Y porque la “banda presidencial” no debería sonar a sospecha, sino a compromiso con el pueblo que la sostiene.

 

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