LA BATALLA CULTURAL
En su cruzada por sentar las bases de un nuevo imaginario político, Milei cita a Gramsci, se pelea con estrellas pop y hace del barro de las redes su zona de confort. Con la efusividad de un trotskista y el ímpetu de los activistas, el libertario da mecha a la batalla cultural corriendo las fronteras y rivalizando contra todos.
Opinan: Hernán Vanoli, sociólogo y escritor; Juan Elman, periodista especializado en política internacional; y Natalí Incaminato (@lainca), profesora y doctora en Letras.
Por Emiliano Guido
Ilustración: Juan Soto
Santiago Caputo, el asesor estrella de Javier Milei, se hizo un tatuaje este verano. No eligió una cándida y diminuta imagen, como indica la moda; por el contrario, cubrió la mayor parte de su espalda con el dibujo de una serpiente, símbolo máximo del credo libertario.
Otra de las ministras preferidas del presidente, la canciller Diana Mondino, también incurre en prácticas ideológicas intensas. La jefa de las relaciones exteriores prefiere llenar sus redes sociales con sádicos memes para burlarse de dirigentes sociales, a los que se esfuerza en retratar como seres de una casta inferior.
Desde el 10 de diciembre pasado, Argentina asiste a un teatro de operaciones políticas singular: el gobierno nacional no solo quiere instaurar un nuevo orden, sino colonizar las almas del pueblo con la idea de que el único Dios posible es el dinero. ¿Podrán?
En medio de su pelea con Lali Espósito, Javier Milei introdujo un cuerpo extraño en la anatomía narrativa de la derecha argentina, cuando nombró a Antonio Gramsci, el teórico y dirigente comunista italiano, para justificar su batalla contra el “marxismo cultural”.
No fue un golpe de bisturí ciego. Sólo un devoto de la esgrima ideológica puede citar a un autor de la trinchera rival pero de indudable prestigio en el tema donde quiere sentar postura. Se trata de un gesto osado. Como si un sindicalista citara a Milton Friedman, o un dirigente social hablara de Adam Smith.
Osado, pero factible. En Alemania, la dirigente de izquierda Sahra Wagenknecht también cita a referentes de la biblioteca contraria. Así logró asomar exitosamente como la nueva estrella antineoliberal de su país, con un discurso contrario a la Unión Europea y sumamente crítico de la filosofía woke, una palabra mágica que sintetiza todas las marcas identitarias de la cultura progresista como el feminismo, el lenguaje inclusivo y el ecologismo.
En su momento, Gramsci supo explicar que las preferencias culturales, o la propia mirada del mundo, constituyen en cada persona una fibra emotiva movilizadora tan potente como la realidad tangente del propio bolsillo. Al sentar los pilares teóricos de la batalla cultural, Gramsci hizo pie en un campo doctrinario hostil, porque hasta entonces el marxismo centraba la mirada en el campo de la economía.
Semanas después de haber iniciado su cruzada contra Lali Espósito, Milei sinceró la razón de ser de la ofensiva y dio a entender que nombrar a la autora del hit “Disciplina” le permitía inmiscuirse en el living mental de cientos de miles de personas ajenas al debate político. Ahí fue que completó la ofensiva citando a Gramsci, un autor propio del ágora militante de Puan.
RIVALIZANDO CONTRA TODOS
Milei ataca en modo ecléctico. Cita a los íconos del postmarxismo en sus diatribas y hace uso de chicanas políticas – “Lali Depósito”, dice – propias de un café concert de los años ‘80. En las trincheras de su batalla cultural, da cobijo con fondos públicos a una horda de tuiteros sub 30 para que trabajen de forma permanente en el primer piso de la Casa Rosada para esmaltar sus mensajes en las pantallas de los celulares.
El periodista y escritor argentino Diego Geddes hizo un posteo en la red social X: “la depresión que me genera pensar que hay una oficina armando un meme de Nacho Torres garchando con un juez ignoto de Chubut y un sindicalista petrolero para que el presidente le de unos likes y gane la batalla cultural”.
El sociólogo y escritor Hernán Vanoli -autor de recomendables novelas como “Cataratas” y “Arte Folk Americano” y director de la consultora Sentimientos Públicos– observa que la subjetividad social y política de la ciudadanía se viene desplazando hacia posiciones más liberales y hedonistas.
En su recientemente publicado informe sobre la nueva subjetividad social en la era Milei, basado en 5.200 consultas y titulado “¿Una neo justicia social?- dolarización, meritocracia, orden y corporativismo”, Vanoli indaga sobre la batalla cultural mileista.
“Para la neo justicia social, las explicaciones sobre la desigualdad se basan en el mérito personal, no en el accionar corporativo ni en factores estructurales. El individuo es el protagonista y su margen de decisión es amplio, pero debe ser solidario”, dice en las conclusiones.
Consultado por Malas Palabras, Vanoli da algunas claves para pensar en la batalla cultural del mileismo. “La gente que sigue las ideas de la escuela austríaca es una minoría, muy poco significativa, sobre todo jóvenes. Creo que el voto a Milei no se basa por la identificación social con ese pensamiento económico, sino que se explica por un pacto moral en contra de la casta, y la gente lo votó porque un gran porcentaje de la población se cansó de las restricciones que pone el Estado a la circulación de la economía. La gente también votó en contra del doble estándar que maneja la dirigencia política cuando, por ejemplo, dicen defender la salud pública, pero se atienden con una prepaga, o dicen que están mal los contratos de Uber pero utilizan esa modalidad de transporte”.
En segundo lugar, Vanoli acota que: “el discurso libertario se hace fuerte entre los jóvenes, menores de 27/28 años, que están mucho tiempo en YouTube o en Tik Tok. Son muy activos en redes, y luego comparten ese discurso con su familia, el periodismo los levanta, el progresismo se horroriza, y todo eso logra una caja de resonancia. La idea de un liberalismo silvestre que viene avanzando en la sociedad la venimos constatando en Sentimientos Públicos. Hay algunos consensos que se rompieron en la sociedad, la reforma laboral tiene un apoyo muy alto, el estadocentrismo está en declive como idea rectora de la sociedad”.
UNA CUMBRE CONSERVADORA MUNDIAL
El periodista argentino Juan Elman presenció en febrero en Maryland, Estados Unidos, la cumbre conservadora republicana CPAC, una misa anual organizada por la derecha estadounidense para que sus asistentes tomen un surtido de ostias ideológicas. Al estilo del Foro de Porto Alegre -un cónclave que unía a los movimientos populares latinoamericanos a principios de siglo-, pero con un vector político contrapuesto. Elman, de buen pulso narrativo en sus crónicas, publicó una nota sobre el cónclave de la CPAC en el portal Cenital, donde inauguró semanas atrás una producción de artículos sobre la nueva derecha global con un retrato del presidente Nayib Bukele escrito desde El Salvador.
Malas Palabras habló con Elman para saber cómo fue recibido y qué rol jugó el presidente argentino en esa especie de Disneylandia de la derecha mundial. “Milei tiene rasgos ideológicos comunes con Trump y Bolsonaro, esos comunes denominadores fueron visibles en los discursos recientes que el presidente argentino dio en la Cumbre de Davos, como en el congreso de la CPAC. Los tres comparten una narrativa que advierte sobre la pérdida de valores de Occidente, las amenazas a la libertad, y que señala al ´comunismo´ y al feminismo como enemigos comunes. Para ellos, esta idea de ´guerra cultural´ garantiza un activo narrativo importante en la conversación pública. Por otro lado, el rasgo discursivo distintivo de Milei en el ecosistema de ultraderecha pasa por no adherir a ningún tipo de retórica nacionalista. Otra diferencia es que su apego al discurso libertario es mucho mayor con respecto a lo que profesa públicamente Trump o Bolsonaro”, entiende Elman.
A su vez, el periodista consultado agrega que: “el aporte de Milei a este ecosistema pasa porque logra expandir el mapa de influencia de la derecha radicalizada. Es decir, para Trump o Bolsonaro, el presidente argentino suma vidriera mediática y promoción política a su doctrina política. A los ex presidentes de EE.UU. y Brasil les resulta útil que existan líderes de su escuadra ganando poder institucional en el sur global. Considero que Milei ha penetrado en el ecosistema conservador mundial a través de influencers y early stars de la discusión conservadora que lo veneran como un referente mundial”.
Recapitulando, nos encontramos ante un presidente atípico, sobreideologizado, devoto de autores del siglo XIX, que es capaz de insultar a una vecina en el ascensor común -como consta en su autobiografía “El loco”- por nombrar en un pasaje de la charla al pensador económico Keynes.
Abundan declaraciones mediáticas alcanzaron notoriedad por exponer la filosa ductilidad de la guillotina ideológica presidencial. Un hombre porteño de unos 35 años, al momento de ser consultado por un movilero del canal de noticias IP sobre la suba en el valor de la nafta, justificó la actualización de la tarifa con una música discursiva que parecía tomada del playlist libertario: “no queda otra, hay que ajustar, vivíamos en una fantasía. Ahora estamos viviendo un poco más la realidad”.
Otro caso de igual segmento imaginario, al que podríamos denominar “ciudadanos ideologizados por el rayo libertario”, es más cruento. Un almacenero, al lamentar el cierre de su local con los ojos vidriosos en la señal TN, facturó la responsabilidad de su quiebre económico a los gobiernos anteriores, aunque, en el mismo pasaje discursivo, admitía que la caída estrepitosa de la venta había ocurrido los últimos meses.
LA ESCUELA AUSTRÍACA EN EL CONURBANO
En diálogo con Malas Palabras, la profesora y doctora en Letras Natalí Incaminato, además de protagonista estelar del debate en Twitter con su cuenta @lainca, ayuda a pensar este momento confuso y atropellado del momento político. Ante la pregunta ¿Cómo se explica que las teorías de la escuela austríaca hagan pie en el segundo cordón del conurbano y en el interior profundo del NOA?, Incaminato asegura que está lejos de ser un fenómeno “criollo”. “Estados Unidos también asistió a la victoria de un candidato impresentable y circense como Trump -dice “La Inca”-. Creo que el éxito de la popularidad de Milei se sustenta en el profundo cansancio y desconfianza hacia la política como herramienta para cambiar las cosas. En el dilema que el presidente plantea casta/argentinos de bien ha puesto del lado del mal a la gestión pública y a la política, segmentos a los que permanentemente vincula con la corrupción”.
“A diferencia del elenco gubernamental libertario, que no tiene mucho sex appeal discursivo, Milei sí lo tiene. Con su idea de la motosierra logró convencer a la sociedad de que no se iba a doblegar ante las modificaciones brutales prometidas. Además, aunque el discurso del oficialismo no sea atractivo, cuentan con una estructura potente en redes para suavizar la letra del gobierno con memes u otros recursos. Por último, diría lo siguiente: el mileismo imprime con delay un fenómeno de la beligerancia conservadora en redes sociales que ya venía siendo exitoso en otros lados. No creo que toda la base social de Milei sea híper conservadora del estilo Dios- Familia- Propiedad, sino que se han logrado articular con firmeza para batallar contra un enemigo común”, complementa Incaminato.
ESPEJO GRINGO
Como empresario, Donald Trump construyó enormes rascacielos. En el campo de la política, consolidó una base social propia, los rednekcs, la clase media baja asalariada de los estados del medio oeste de su país, que deben su apodo a la marca que deja el sol en el cuello tras una larga jornada de trabajo. Fue la magia de su construcción hegemónica. Sólo así se explica que un multimillonario haya logrado tocar el corazón del subsuelo gringo.
Milei parece un fenómeno político similar al de Trump. No se trata de un dirigente neoliberal con modos de pituco. Su deseo de bajar al llano con su maquinaria teórica es muy evidente. El propio Milei le confesó a Alberto Fernández cuando el ex presidente lo recibió en la Quinta de Olivos que, a diferencia de Macri, al que define como “gorila”, comparte códigos de comportamiento con el peronismo.
El desafío para la oposición será entonces rivalizar con un presidente capaz de prometer felicidad, con o sin dinero, y que cuenta con apoyo popular para llevar adelante el ajuste y la motosierra. Hegemonía pura.
Fuente: https://malaspalabras.org