De que se trata

La Herencia Económica: Un Ciclo Repetido de Fracasos

Por Juan Severo

Desde el golpe cívico-militar de 1976, se ha utilizado el argumento de la «herencia económica maldita» para justificar las medidas de ajuste. Los golpistas acusaban al gobierno de Isabel Perón de endeudar irresponsablemente al país, pero, paradójicamente, ellos mismos multiplicaron esa deuda a niveles alarmantes. A lo largo de las décadas, todos los gobiernos que siguieron, desde Raúl Alfonsín hasta el actual Javier Milei, han utilizado esta narrativa para culpar a sus predecesores por la crisis económica.

Un hito clave en este ciclo fue la implementación, en 1991, del Plan de Convertibilidad de Carlos Menem, diseñado por Domingo Cavallo, que reemplazó el austral por el peso argentino y fijó su valor al dólar. Esta medida, que prometía controlar la inflación y estabilizar la economía, terminó siendo un alivio temporal para unos pocos y una fuente de precarización para muchos. Con el tiempo, la devaluación de la moneda y la pérdida de poder adquisitivo han sido constantes. Hace más de tres décadas, un billete de $100 alcanzaba para comprar 33 kilos de carne; hoy, ese mismo billete no tiene un valor real significativo.

El ciclo es claro: cada gobierno hereda una deuda creciente y, en lugar de reducirla, la incrementa. Mientras tanto, ciertos sectores privilegiados logran beneficiarse, dejando a la mayoría de la población sumida en el empobrecimiento. Los trabajadores han sido, una y otra vez, quienes cargan con las consecuencias de políticas que nunca parecen estar hechas para ellos.

Este problema trasciende los gobiernos y parece estar incrustado en el sistema económico y político. Los ajustes y recetas económicas que se han aplicado desde la recuperación democrática solo han profundizado las desigualdades, afectando al ciudadano común, que ve cómo se deteriora su calidad de vida mientras una pequeña élite sigue acumulando riqueza.

Nos enfrentamos a una realidad en la que la dirigencia política promete soluciones, pero estas no llegan. La pobreza sigue aumentando, la deuda se acumula, y la brecha entre ricos y pobres se ensancha. Ante este panorama, la pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo seguiremos aceptando este ciclo? ¿Hasta cuándo dejaremos que la «herencia maldita» sirva de excusa para no abordar las verdaderas causas estructurales de nuestras crisis?

Hoy, más que nunca, necesitamos un proyecto económico inclusivo, que no se base en excusas sino en acciones concretas para mejorar las condiciones de vida de todos. Las recetas fallidas deben ser sustituidas por un verdadero cambio que no profundice las desigualdades, sino que busque soluciones equitativas para el bienestar de todos los argentino

 

Seguiremos aportando puntos para el debate

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