De que se trata

La realidad de los periodistas desde 1810 hasta hoy — Entre la verdad, el poder y la censura

Por juan Severo

Desde los tiempos de la Gazeta de Buenos Aires hasta los virales en TikTok, el periodismo argentino ha sido un protagonista clave en la historia política, social y cultural del país. Su evolución no ha sido lineal ni exenta de tensiones: ha oscilado entre ser vocero del poder y contrapeso del mismo, entre la libertad de expresión y la censura, entre el ideal de informar y la dura realidad de sobrevivir en un sistema que muchas veces castiga la verdad.

En 1810, Mariano Moreno impulsó la Gazeta de Buenos Aires como órgano de la Revolución. No se trataba de un medio libre, sino de un instrumento político con un claro objetivo: construir consenso en torno a la causa revolucionaria. Sin embargo, fue el germen del periodismo criollo, que luego se expandiría con la consolidación del Estado nacional y el crecimiento de la prensa escrita.

Durante el siglo XIX, con el desarrollo del país, surgieron medios con enfoques más diversos. El periodismo se convirtió en un espacio de disputa de ideas, pero también comenzó a ser blanco de persecuciones cuando sus contenidos molestaban a los poderes de turno. La prensa fue esencial en los debates sobre inmigración, educación, modernización y también en la construcción de imaginarios nacionales.

Ya en el siglo XX, el periodismo adquirió nuevos lenguajes con la aparición de la radio y, más tarde, la televisión. Esta diversificación amplificó la llegada de los mensajes, pero también generó nuevas formas de manipulación. La profesionalización de la actividad, con la creación de carreras universitarias, fortaleció la figura del periodista como actor social. Sin embargo, muchos siguieron enfrentando precarización laboral, censura, presiones políticas o empresariales, y hasta persecución estatal.

Durante las dictaduras militares, especialmente la última (1976-1983), el periodismo vivió uno de sus momentos más oscuros. Muchos periodistas fueron perseguidos, detenidos o desaparecidos. La autocensura y la complicidad de sectores mediáticos con el régimen dejaron heridas aún abiertas en la memoria colectiva.

En democracia, aunque se recuperaron muchas libertades, las tensiones entre periodismo y poder persistieron. Gobiernos democráticos de distintos signos utilizaron recursos estatales para premiar o castigar medios. A la par, los grandes grupos mediáticos consolidaron monopolios o duopolios que condicionan la agenda pública, afectando la pluralidad.

Hoy, en plena era digital, el periodismo enfrenta nuevos desafíos. La inmediatez, la desinformación, las fake news, el algoritmo como editor invisible, y el deterioro económico de muchos medios son parte del panorama. Las redes sociales democratizan la palabra pero también difuminan ( hacer que algo pierda intensidad o claridad) la frontera entre el periodismo y la opinión no calificada. A esto se suma la precariedad laboral de muchos comunicadores que trabajan sin estabilidad, con sueldos bajos y pocas garantías.

Desde 1810 hasta hoy, el periodismo argentino ha estado marcado por una lucha constante: informar con independencia, enfrentar al poder, resistir a la censura, buscar la verdad y servir al pueblo. Muchos lo han logrado con valentía. Otros, han sucumbido a las presiones o al negocio. Pero si hay algo que no ha cambiado es que, en una democracia real, el periodismo libre no es un lujo, es una necesidad vital.

El periodismo no es infalible, pero sin periodismo no hay república. Por eso, más que nunca, hay que defenderlo de la banalización, del hostigamiento, de la persecución, y también de su propia decadencia. Y sobre todo, hay que defender al periodista que elige contar lo que pasa, aunque incomode al poder de turno.

 

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba