Los pobres: siempre son el fiambre del sándwich

Por Juan Severo
Mi abuelo solía decir que en este país hay tres tipos de pobres: los que son pobres, los que trabajan de pobres y los que viven de los pobres. Y siempre —cuando las papas queman— son ellos, los de abajo, los que pagan los platos rotos. Ayer, hoy y, por lo visto, también mañana.
Y como si esto fuera poco, «éramos poco y parió la gata», decía también el viejo. Porque cuando creés que ya viste todo, aparecen los de siempre a correr el arco. Jorge Macri, derrotado en su propio feudo por sus socios libertarios, ahora quiere recuperar el electorado que se le fue con Milei. ¿Y cómo lo intenta? Fácil: haciendo lo que siempre hacen cuando se quedan sin ideas ni votos… le pegan a los más débiles.
En estos días, la Ciudad de Buenos Aires, bajo el mando de Jorge Macri, decidió avanzar contra los cartoneros. Sí, contra esos hombres y mujeres que salen a la calle todos los días a revolver basura para ganarse unos mangos. A ellos, que no reciben jubilación, ni obra social, ni salario mínimo, ni beneficios, ni créditos, ni incentivos, les sacan lo único que tenían: un espacio entre las vías del tren y el olvido, donde acopiaban lo que otros tiran para vender.
Pero no se trata solo de un desalojo. Se trata de una brutalidad política. Policías que maltratan, amenazas de multas de hasta 900 mil pesos. Parece un chiste, pero no lo es. Es castigo puro. Castigo para mostrarse duros ante su público. Castigo para quienes menos tienen.
No es casualidad. Es política. Porque cuando no sabes cómo explicar que la ciudad más rica del país tiene tanta pobreza, siempre es más fácil perseguir al pobre que preguntarse por qué hay tantos. Así funciona la lógica del “dios mercado” que Milei venera y que Macri aplicó durante años. Esa idea de que los que están mal es porque hicieron algo mal. Que el mérito es para unos pocos y la culpa, para todos los demás.
Mientras tanto, desde la Casa Rosada el presidente nos dice que no puede alcanzar el equilibrio fiscal porque hay demasiados “gastos sociales”. Que el problema son los jubilados, las pensiones por discapacidad, las asignaciones familiares, los comedores populares. O sea, el problema son los pobres. Los mismos que, paradójicamente, votaron creyendo que esta vez sí los iban a mirar.
Pero la realidad es cruel. A los de abajo siempre les llega primero el ajuste. La represión, la indiferencia, la precariedad. Y ahora también el desalojo. En cambio, para los de arriba no hay vetos ni tijeras. A ellos se les condonan impuestos, se les bajan retenciones, se les garantizan ganancias. A ellos no los acusan de desestabilizar la economía. A ellos los invitan a la Bolsa de Comercio y les aplauden los discursos.
Lo que pasa hoy en la Ciudad con los cartoneros es el espejo de lo que pasa en el país. Una clase política —vieja y nueva— que, en lugar de resolver los problemas estructurales, elige usar al pobre como chivo expiatorio. Porque claro, no se animan a tocar al poder real. No quieren, no pueden o no saben. Entonces van por los más débiles. Y los hacen culpables.
Pero cuidado. La historia enseña que cuando los de abajo se cansan, se organizan. Y cuando se organizan, se hacen escuchar.
Porque como decía mi abuelo, los pobres no son el problema. El problema son quienes los usan, los abandonan o los castigan. Y esos, lamentablemente, no están entre las vías del tren ni revolviendo bolsas. Esos están en los despachos, firmando decretos y dando órdenes con una sonrisa cínica en la cara.
📢 Es hora de decir basta. Basta de culpar al pobre por ser pobre. Basta de gobernar para los mismos de siempre. Basta de usar el ajuste como excusa para esconder la cobardía política.
Y sobre todo: basta de despreciar al que sobrevive como puede, en un país que lo empuja a la calle… y después lo castiga por estar ahí.
Desde el Foro Matanzero, medio popular y autogestivo