Por: Hugo Varela
El Martes 23 de Abril los estudiantes universitarios de instituciones públicas y privadas se movilizaron en todo el país para manifestar su reclamo a los recortes del gobierno de Javier Milei al presupuesto de las universidades. El acto contó con un fuerte apoyo de la comunidad política y cultural internacional y con la presencia de referentes políticos.
A pocos días de realizarse esta marcha, ya se avecinaba como un hecho muy importante, pero a medida que se acercaba el momento una palabra se impuso para adjetivar la convocatoria: histórica.
Había que estar allí.
Camino a los puntos de concentración, los transportes públicos, repletos de manifestantes habilitaban tempranamente un argumento para el calificativo de marcha histórica: la transversalidad de los distintos grupos. A primera vista política e ideológica, esta transversalidad presentaba un condimento adicional insoslayable: la amplitud generacional.
No es un componente más, es un aporte que debe leerse como el cimiento de esta construcción colectiva, de esta acción política. Padres y abuelos estaban ahí para decirle a la clase política, oficialista y opositora que permita que esta manifestación de sus hijos y nietos pueda expresar sus demandas, proyectar su futuro y parir sus liderazgos. También para recordar que cuando no lo permitieron el país entró en su época más trágica y oscura y aunque muchos de esos estudiantes ya no están son parte de esta marcha sin ninguna duda. ¿Qué es una marcha política? ¡Claro que sí!
Lo confirma la vicepresidenta, de manera poco feliz y grosera, cuando con la astucia del mal intentó burlarse en sus redes posteando la sarcástica frase ¨Lo que te perdiste Hebe¨.
No fue casual, es que la vio ahí. Hebe y las madres estaban ahí, en la plaza, donde el pueblo las abraza. El miedo no es tonto. Por eso rebuznan gritando que no quieren una educación politizada, que ¨adoctrine¨a los estudiantes. El ¨efecto¨del estudio permanece para siempre y atraviesa ideologías. Es peligroso para el poder real.
Es preciso comprender entonces que la defensa de una educación gratuita, laica y de calidad por parte del estado es una demanda social que reformatea el espacio político clásico a partir de la propia dinámica de la historia. Este nuevo escenario plantea un desafío que ningún dirigente parece tener condiciones para aceptar y exige una elasticidad y cintura política que tampoco ha exhibido ningún cuadro político conocido. Acaso porque ya son parte de la historia.
Por eso también es una marcha histórica. Había que estar allí.
El serpenteante espacio que las demandas sociales actuales delimitan, atraviesa las propuestas de los distintos partidos políticos con gran convicción. No se confundan peronistas de Perón, Radicales de Alfonsín, izquierdistas puros, ni cambiemistas del cambio que por cierto también estaban ahí. La sociedad plantea nuevos espacios partidarios que contengan sus demandas y manifestaciones tal y como ellos las entienden. No hay lugar para los antiguos aparatos partidarios en el futuro inmediato, al menos no como se conciben hoy. Se necesita una renovación histórica de los espacios políticos.
Es menester encontrar la organización y conducción adecuadas para sostener la esperanza de esta generación.
Es urgente porque del otro lado si saben de qué se trata y mientras que en los partidos centenarios y sus rémoras la confusión y el temor los tiene paralizados, los vivos de siempre toman ventajas personales y corporativas, en sociedad, pero sin amistad, sólo un negocio.
Había que estar allí, y tomar nota.