Más trabajo, menos plata: Radiografía del deterioro laboral en la Argentina
Un reciente informe del IPyPP describe un escenario laboral alarmante: altos niveles de sobreocupación, pluriempleo, informalidad y precarización. ¿La razón? Con un ingreso no alcanza, incluso entre los asalariados formales. Datos y sectores más afectados.

Por Gladys Stagno | En la Argentina actual, tener trabajo no garantiza derechos, ingresos dignos ni una vida fuera de la pobreza. Ese análisis no es nuevo y podría considerarse una reflexión de sentido común sobre la situación que atraviesa gran parte de la clase trabajadora nacional, pero en rigor es una afirmación basada en números.
Según el último Boletín Sociolaboral correspondiente al cuarto trimestre de 2024 y elaborado por el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), la precarización ha trepado “al 42% de la fuerza laboral”. Y, entre los más jóvenes, el panorama es aún más desolador, ya que “7 de cada 10” están precarizados.
Un empleo no alcanza
El relevamiento, realizado por un equipo encabezado por el economista y presidente de Unidad Popular, Claudio Lozano, está basado en datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, señala que si bien el desempleo abierto alcanza al 6,4% de la población económicamente activa (PEA), el subempleo ya llega al 11,3%.
Del análisis del Boletín surge que “casi una cuarta parte de las y los trabajadores son cuentapropistas”. De ellos, el 77% corresponde a ocupaciones de baja calificación. Por su parte, entre la población asalariada, el 36,1% son informales, indicador que asciende al 64,4% para la población juvenil.
La desocupación implica una presión sobre el mercado laboral (se considera desocupado a quien buscando empleo no lo consigue), pero “ni la presión sobre el mercado de trabajo ni la fuerza laboral disponible se agotan en el desempleo”, aclaran desde el IPyPP. Sucede que, además de las y los desocupados, hay personas con empleo que demandan activamente otro. Ellos equivalen al 16,6% de la PEA.
Así, “la presión efectiva sobre el mercado de trabajo supera al nivel de desocupación, llegando al 23,1%”. Si a ellos les sumamos a quienes desean trabajar más horas sin buscar empleo activamente, el porcentaje alcanza el 29,2%.
Del análisis del Boletín surge que “casi una cuarta parte de las y los trabajadores son cuentapropistas”. De ellos, el 77% corresponde a ocupaciones de baja calificación. Por su parte, entre la población asalariada, el 36,1% son informales, indicador que asciende al 64,4% para la población juvenil.
La pobreza con trabajo
La precariedad de los empleos tiene, como uno de sus aspectos centrales, los escasos ingresos que se obtienen por el trabajo. “Durante este cuarto trimestre de 2024, los ingresos en promedio rondaron los $693.153 mensuales”, asegura el IPyPP. Pero entre los cuentapropistas el promedio cae a $497.325 y entre los asalariados informales, a $402.299. Estas dos categorías están sobrerrepresentadas entre quienes buscan otro empleo, al punto que “en conjunto representan el 70,8% de las y los trabajadores demandantes”.
Tomando como referencia los valores de las canastas básica y alimentaria, elaboradas por el INDEC y utilizadas para la medición de la pobreza y la indigencia, “casi 3 de cada 10 trabajadores y trabajadoras (27,9%) son pobres y el 4,3% son indigentes”. El porcentaje de trabajadores pobres es aún mayor entre los asalariados informales y cuentapropistas. “En el primer caso, 4 de cada 10 habita en hogares pobres (42,2%), mientras que en el segundo caso el 38,4% se encuentra en esa situación”, destaca el informe.
Casi un tercio de los ocupados trabaja más de 45 horas semanales: “Son más de 5,8 millones de trabajadores que se encuentran expuestos/as a un desgaste prematuro de su fuerza de trabajo”, señala el informe. Y no son todos cuentapropistas: casi 5 de cada 10 sobreocupados son asalariados formales (45,6%).
Sucede que el ingreso promedio de los trabajadores quedó “un 31% por debajo del umbral de pobreza para una familia tipo” —afirma el informe—, mientras que los ingresos de los cuentapropistas y asalariados informales exhiben brechas del 50,5% y 59,9%, respectivamente. Incluso los registrados están “un 8,4% por debajo del valor de la canasta básica total”.
Otro dato relevante es que el 24,7% de los trabajadores gana menos del salario mínimo. Entre los subocupados, esa cifra asciende al 61,7%. Y aun entre quienes trabajan más de 45 horas semanales el 13,9% gana por debajo del piso legal.
En un análisis poblacional general, “la pauperización se extiende al 37,8% de las personas, mientras la indigencia alcanza el 7,3%”. Asimismo, el boletín del IPyPP destaca que entre niñas, niños y adolescentes, la situación es más dramática: el 52,1% vive en la pobreza y el 11,2% en la indigencia.
Los que la pasan peor
Como decíamos, la situación se agrava en algunos sectores de trabajadores particularmente vulnerables, como son las mujeres y los jóvenes.
La subutilización laboral para las primeras “asciende al 20,9% (versus el 15,2% para los varones)”. La desigualdad también se expresa en los ingresos: “Mientras el 17,5% de los varones gana menos del salario mínimo (actualmente en $308.200), este porcentaje asciende al 33,7% en el caso de la población femenina”, asegura el informe. Y detalla que esto responde “a que son también las mujeres las más afectadas por la desigual distribución de las tareas domésticas y de cuidado, y la consecuente necesidad de desplegar estrategias de reparto entre el trabajo productivo y reproductivo”.
Tomando como referencia los valores de las canastas básica y alimentaria, elaboradas por el INDEC y utilizadas para la medición de la pobreza y la indigencia, “casi 3 de cada 10 trabajadores y trabajadoras (27,9%) son pobres y el 4,3% son indigentes”. El porcentaje de trabajadores pobres es aún mayor entre los asalariados informales y cuentapropistas. “En el primer caso, 4 de cada 10 habita en hogares pobres (42,2%), mientras que en el segundo caso el 38,4% se encuentra en esa situación”, destaca el informe.
En tanto, entre las y los jóvenes de 18 a 24 años, la desocupación llega al 17,2% y la disponibilidad laboral al 42,3%. De ellos, “el 65,13% se explica por la ausencia de contratación laboral o modalidades precarias, principalmente asociadas a que sus empleadores no los registran”. Y hay un 6,7% adicional que corresponde a jóvenes cuentapropistas o asalariados y asalariadas formales estables que tienen ingresos inferiores al salario mínimo.
Si medimos de acuerdo a las canastas básica y alimentaria, el 45,6% de las y los jóvenes de 18 a 24 años son pobres, y el 9,3% son indigentes.
Desgaste y sobreocupación
En paralelo, casi un tercio de los ocupados trabaja más de 45 horas semanales: “Son más de 5,8 millones de trabajadores que se encuentran expuestos/as a un desgaste prematuro de su fuerza de trabajo”, señala el informe. Y no son todos cuentapropistas: casi 5 de cada 10 sobreocupados son asalariados formales (45,6%).
También plantea que, si se redistribuyeran esas horas, podrían “liberarse 1,9 millones de ocupaciones y se resolvería el problema del desempleo, que afecta a más de 1.400.000 personas”.
Las ramas más golpeadas por este “desgaste” de pluriempleo y sobreocupación laboral son también las peor pagas. En el servicio doméstico, el ingreso promedio fue de $210.801, “un 69,6% por debajo del promedio general”. Le siguen hoteles y restaurantes ($448.911), servicios comunitarios y sociales ($486.955) y construcción ($536.487) y el comercio ($616.755). No es casualidad que estas actividades también encabecen el ranking de informalidad: 76,8% en el servicio doméstico y 73,2% en la construcción.
“El 24,7% de los/as trabajadores obtiene ingresos mensuales inferiores al salario mínimo”, plantea el IPyPP, y aun entre quienes trabajan más de 45 horas semanales el 13,9% gana por debajo del piso legal.
El estudio también desbarata cierto imaginario social en torno a los “planes” y programas otorgados por el Estado. Según el relevamiento, el 89,5% de las personas vive en hogares cuyos ingresos provienen del trabajo, incluso entre la población pobre e indigente. Además, “el 21,5% de la población vive en hogares que reciben transferencias como la Asignación Universal por Hijo (AUH) o la Tarjeta Alimentar”, aunque en promedio esos subsidios sólo representan el 22,1% del ingreso total. Un 10,2% debe recurrir a mercaderías, ropa o alimentos provistos por instituciones (Gobierno, Iglesias, etc.).
Las ramas más golpeadas por este “desgaste” de pluriempleo y sobreocupación laboral son también las peor pagas. En el servicio doméstico, el ingreso promedio fue de $210.801, “un 69,6% por debajo del promedio general”. Le siguen hoteles y restaurantes ($448.911), servicios comunitarios y sociales ($486.955) y construcción ($536.487) y el comercio ($616.755). No es casualidad que estas actividades también encabecen el ranking de informalidad: 76,8% en el servicio doméstico y 73,2% en la construcción.
Las estrategias de subsistencia han desbordado incluso la capacidad de trabajo. En el IPyPP, relevaron que “aproximadamente 2 de cada 5 personas (39,3%) debieron utilizar sus ahorros familiares afectando su patrimonio”, un 18,3% “pidió préstamos a familiares o amigos”, y cerca del 15,4% “recurrió a créditos de bancos o financieras”. Además, más de la mitad (54,3%) usó la tarjeta de crédito o compró fiado.
Ilustración: Marcelo Spotti
Fuente: https://canalabierto.com.ar