Milei sumerge a la Argentina en una fragilidad institucional que acerca al autoritarismo
Acorralado por los chispazos de la estafa cripto, el Presidente intentó una disparatada maniobra de distracción aprovechándose de la inseguridad en suelo bonaerense. De cara a su discurso de esta noche en el Congreso, nada parece imposible. Argentina asomada a un abismo.

Por Federico Chechele | Hay una preocupante tendencia global sobre la continua caída de los avances democráticos. Esta semana, The Economist difundió el informe anual que evidencia el retroceso de la democracia en el mundo: según el índice, solo el 45% de la población mundial vivía en una democracia en 2024, mientras que el 39% estaba bajo un régimen autoritario y el 15% en “regímenes híbridos”, sistemas políticos que combinan elementos de democracia electoral con tendencias autoritarias. A su vez, sólo 25 países fueron considerados “democracias plenas”, mientras que 46% se clasificaron como “democracias defectuosas”. La Argentina forma parte de este segundo grupo.
Más allá de los parámetros que se utilizan para nivelar “más o menos democracia” y sobre todo lo que cada país o región entiende por ella, en la actual Argentina es fácil entender los riesgos que se corren y la preocupación permanente de las garantías constitucionales ante el avasallamiento del gobierno de Javier Milei sobre las mayores instituciones de la democracia.
A saber: Gobierna por decreto como lo hace desde la implementación del DNU 70/23 que vulnera un centenar de leyes aprobadas por el Congreso; designa jueces, también, por decreto para la Corte Suprema de Justicia de la Nación; la Justicia argentina y la de Estados Unidos lo tienen como principal involucrado en una estafa piramidal global; insulta permanente a la oposición cada vez que se ve desestabilizado; eliminó la entrega de comida a los sectores más vulnerables… y así hasta el infinito. Toda una cadena de despojos que el pueblo argentino no se merece luego de sostener, entre aciertos y desaciertos, estos inquebrantable y continuos 40 años de democracia.
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Tras el anuncio de la designación en comisión de los jueces Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema, el jueves juró este último en las sombras. No se había anunciado, nadie estaba enterado y sólo se difundió una foto con rostros adustos tras la proclamación. Más turbio que el Riachuelo. La explicación tiene lógica: el propio Mansilla, en septiembre de 2023, cuando fue interpelado por el Congreso para exponer sus conocimientos y méritos para llegar al máximo tribunal, no dudó en expresar que “el Presidente no puede nombrar por si solo a ningún juez”. Un año después el Presidente lo nombró y él lo convalidó. Como la semana pasada pisoteó todo el Congreso el senador correntino, radical y arrepentido Eduardo Vischi, esta semana le tocó a la Justicia. Acorralan a la democracia a sus peores rincones.
Hasta el expresidente Mauricio Macri, que hizo exactamente lo mismo ni bien asumió la presidencia al nombrar dos jueces por decreto, aunque tuvo que retractarse por la masiva movilización popular, le recomendó a Milei que “la confianza en la Justicia y en las instituciones es una condición indispensable para la estabilidad de la democracia” (?). Si se concreta la jura de Ariel Lijo, esta Corte ostentará el récord histórico de tener cinco miembros de los cuales cuatro, en diferentes momentos, aceptaron ser designados por decreto, sin acuerdo del Senado.
Incluso el propio Milei había asegurado en un programa de televisión que no iba a designar jueces por decreto porque no necesita “una Corte adicta”, ya que no tiene “el culo sucio”. El paso del tiempo dirá si la designación de Lijo y Mansilla tenía como principal voluntad garantizar la impunidad del presidencial.
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Esta noche, el presidente de la Nación hará la apertura de las sesiones del Congreso, dando inicio al período parlamentario, una atribución, pero también un deber ya que en ese acto, en el que leerá un mensaje, debe dar cuenta del estado de la Nación, frente a las dos Cámaras. O de espaldas como el año pasado.
Es uno de los momentos de mayor esplendor de la política institucional porque el máximo mandatario se para ante el Poder Legislativo y el Judicial para anunciar en directo, a todos los que habitamos este país, su política de Estado. Pero donde debería haber ovaciones, chicanas y palcos desbordados de funcionarios y allegados -todo lo que permite el juego de la democracia- habrá vacío de los bloques de oposición, fanáticos colgados de los palcos, jueces designados por decretos y la ausencia de la prensa estable del Parlamento por pedido del presidente de la Nación. Una imagen desoladora de la República.
Pero habrá algo peor: ¡Mucha mentira! Se jactará de los números inflacionarios pero no dirá nada de que estamos sumergidos en el año de menor consumo de la historia; dirá que va a seguir transformando el Estado pero omitirá que lo hace para hacer negocios con unos pocos; justificará la designación de los jueces señalando que el Senado no estuvo a la altura, pero evitará hacer mención de la estafa de la criptomoneda que lo tiene como principal sospechoso; gritará fuerte que la inseguridad se puede controlar menos en las provincias comunistas; mencionará que Argentina se volvió a insertar en el mundo pero evitará hablar de Zelenski, el único que vino a acompañarlo en su asunción y que ahora lo dejó tirado por orden de Trump. Así podemos ir ítem por ítem sobre el plan económico que de novedoso no tiene nada. Los argentinos ya lo conocemos, lo padecimos y lo frenamos.
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Atrapado en la estafa de $LIBRA, Milei intenta cambiar la agenda todo el tiempo pero tropieza con el IPC de CABA -donde gobierna Jorge Macri, no Putin-, que señala que la indigencia es cinco veces más grande que la del INDEC del Gobierno nacional.
Fue por el Banco Nación pero la Justicia frenó su transformación en Sociedad Anónima a través del juez federal Alejo Ramos Padilla, quien dispuso una medida cautelar contra las intenciones privatizadoras del Gobierno al detallar que el BNA fue excluido de la lista de empresas a privatizar aprobada en la Ley Bases.
Siguió buscando hasta que encontró sangre y le apuntó a la provincia de Buenos Aires. Desentendiéndose de la responsabilidad que le compete como presidente de la república, Javier Milei le pidió a Axel Kicillof que renuncie por la crisis de la inseguridad y lo amenazó con intervenir el territorio bonaerense.
La inviabilidad para intervenir una provincia es tan grande (los motivos deberían ser la falta de garantía republicana, una invasión exterior o un pedido de sus propias autoridades) que el problema se traslada a quién lo suscribe y es nada menos que el Presidente de la Nación, usurpando una vez más su figura para expresar cualquier tipo de tonterías con el fin de desviar las críticas a su gobierno. Un degradé institucional. La respuesta del gobernador Axel Kicillof fue “deje Twitter y los delirios autoritarios”.
Si alguien guglea la palabra “Argentina”, en la descripción de Wikipedia aparece como definición este primer párrafo: “Argentina, oficialmente República Argentina, es un país soberano de América del Sur, ubicado en el extremo sur y sudeste de ese subcontinente. Adopta la forma de gobierno republicana, democrática, representativa y federal”. Hoy, lo más certero es la ubicación física.
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Federico Chechele en X: @fedechechele
Ilustración: Marcelo Spotti
Fuente: https://canalabierto.com.ar