De que se trata

Panorama anacrónico y descontracturado del rock barrial, a 20 años de Cromañón

Pistas, suposiciones y sospechas para saber qué es el rock chabón, si está vigente, si lucha por vivir o si se está extinguiendo. Archipiélago de bandas, significados asociados a la cultura barrial y polémica con sus antiguos detractores, con el 2004 como referencia.

Por Pablo Carballo | Ya se han hecho grandes esfuerzos por intentar definir qué carancho es el Rock Barrial, el rock chabón o como se llame. Podríamos hacer un esfuercito más para saber si esas denominaciones constituyen un género o son sólo el titular de un amontonamiento de formas criollas de hacer rock and roll. Han sido pocos, pero contundentes, los que descubrieron la verdad de la milanesa y por esa razón propongo este texto como un inútil e inservible aporte a la confusión en un universo amplio que, no por carecer de una precisa definición, existe y persiste.

Una narrativa más o menos conocida indica que se agrupa bajo el nombre de “Rock Barrial” a un conjunto de bandas, grupos o artistas que forman parte, desde la década de los noventa, de una corriente del rock argentino. Esa corriente propone abordar una serie de temas que -en su época inaugural- resultaban novedosos para buena parte de una juventud de clases medias, bajas o sectores populares. El menjunje temático incluye la amistad, el fútbol, la familia, el trabajo, el estudio, la vida suburbana, la búsqueda de pareja o la pérdida de la misma, el consumo de sustancias, la precarización general, puteadas a la policía, crítica a los políticos, algunas reivindicaciones anarquistas, socialistas, peronistas o liberales, entre otras yerbas. En cuanto a lo retórico, las temáticas elegidas se dan a conocer con un lenguaje que combina el lunfardo arrabalero y las jergas callejeras de fines del siglo veinte; bajo el amparo sonoro del rock nacional y su conjugación con ritmos rioplatenses, folklóricos, latinos y caribeños. Se ha señalado alguna que otra vez la influencia de los Rolling Stones en el subgénero también conocido como “Rock Chabón”, pero la adopción de elementos provenientes del repertorio sonoro de la banda de Jagger y Richards es más que acotada.  Ya se verá.

Ilustres analistas del lenguaje y los discursos sociales han intentado distinguir géneros de estilos, con la intención de que organizar la realidad nos ayude a lograr el conocimiento. Algunos de sus aportes ya han sido retomados apócrifa y/o delictivamente en estas pocas líneas. El semiólogo Oscar Steimberg aclara que en los géneros hay predominio de lo temático y lo retórico, mientras que en los estilos hay fuerza en la enunciación. Entonces, el rock barrial es un género (o subgénero dentro del rock de Argentina), y los “rolingas”, un estilo relacionado con el género. Es decir, si una banda quiere sonar en sol abierto o con estructuras a lo Chuck Berry, probablemente quiera convocar a un público autopercibido como rolinga. Esa forma, ese estilo, puede estar asociado a cualquier género. Pero si con esa forma abordás temáticas de las dichas en el párrafo anterior, es más que probable que formes parte del rock barrial, chabón. Hasta pudo haber sido posible que ese estilo, el rolinga, haya sido el dominante en el género, pero la verdad es que los artistas de mayor convocatoria tendieron a la hibridación de ritmos. Incluso las temáticas, con otra retórica y otro estilo, estaban presentes ya en el heavy y el punk nacional, pero justamente por esas diferencias no forman parte de este subgénero.

Listo el pollo pero, en concreto ¿Cómo suena todo esto y dónde ubicar a Callejeros, un emergente de esa época, en el amplio abanico del rock barrial? Una respuesta fácil y rápida es: andá a escuchar todo y fijate. Pero la apuesta de este análisis es intentar contar, de modo híper subjetivo y con un punto de vista parcialísimo, de qué cuerpos celestes se componían (¿o se componen?) las nebulosas, constelaciones y galaxias de ese amplio universo fundado por chabones de barrio.

Rollingas, chabones, cabeza, de barrio

Por más que el ágora de las redes -y en alusión a la serie recientemente estrenada sobre Cromañón- hoy diga esto de forma taxativa, la verdad es que para seguir a Callejeros no hacía falta ser rolinga, aunque profesar esa fe pagana facilitaba algunas cosas. En su momento de mayor crecimiento, podía decirse que convocaba a un público muy parecido al de Los Redondos, La Renga o Los Piojos. Desde ya que había stones, pero también rockeros sin estilo definido, oyentes del rock nacional, todo tipo de jóvenes laburantes, desempleados, lúmpenes, rochos y agitadores varios. ¿Por qué esa amplitud?

Hagamos de cuenta que el contrato con Pelo Music y la posibilidad de mayor rotación en radios con el corte “Una nueva noche fría” no tuvo incidencia alguna en la masificación de un producto musical en tiempos donde las únicas posibilidades de escuchar algo nuevo eran: la radio, algún programa perdido en el cable, la recomendación, el boca a boca o ir directamente a los lugares donde tocaban bandas. Suponiendo que el dinero no es todo pero cómo ayuda, veamos qué sentido tenía para un público que, además de eso, escuchaba otras cosas.

Algo ya se ha insinuado con lo de géneros y estilos, pero la verdad es que Callejeros es una de esas bandas que cada tanto logra crear un estado de comunión con su público, provocando la reacción de sentidos en personas que ya formaban parte de las huestes del rock, en pibes que buscaban forjar una identidad en la diversidad, en adolescentes que no sabían qué estudiar o si podían ir a trabajar, en otras que se acercaban a experiencias de militancia política o social, en grupitos que destapaban cervezas en la esquina del barrio varón, en jóvenes que iban a pegar drogas; o en alguno que tal vez tocaba en todas.

Los componentes de ese público fueron adquiriendo un creciente protagonismo en los eventos donde los exponentes musicales ofrecían su lírica. El antropólogo Pablo Semán considera que la masificación del público de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota es un hito fundacional en la trayectoria del Rock Barrial. La identidad colectiva de ese tipo de audiencia se consolidó en el crecimiento de La RengaPablo Alabarces, otro reconocido analista social, ha señalado que en las conductas de estos públicos hay algo heredado del fútbol, que vincula la pasión, motoriza sentimientos y los pone en juego mediante la fidelidad y el acompañamiento. Esos públicos hacen “el aguante”. Públicos que pretenden armar un repertorio a gritos. Públicos que crean y bautizan grupos de seguidores o fanáticos. Públicos que llevan banderas con los nombres de los lugares donde habitan. Públicos que se tatúan los logos de sus bandas (otra característica de la época, hacer del nombre una marca). Públicos que hacen remeras con frases de las canciones. Públicos que hacen cantitos, como los de cancha, como los de murgas, para alentar a su banda de preferencia. Públicos que hacen, en cada recital, su propio recital.

Obviamente en la constelación del rock chabón estaban las bandas mencionadas, que fueron convergiendo con otras como Los Caballeros de la Quema o La Mancha de Rolando. También es cierto que, con distancias al género, había gente que frecuentaba a Las Pelotas y Divididos, ubicando a Luca como una suerte de mártir de una pre-cultura barrial, por oposición a otros artistas no representativos de ciertos valores y conductas, es decir, “no era un careta”.

En los tiempos de hiperinflación surgieron exponentes en el estilo Stone: Heroicos Sobrevivientes Blues Motel intentaron y con creces emparentarse a los británicos, pero las temáticas marginales no eran las únicas de su preferencia. En la misma línea podría ubicarse a Guasones. Para ese sonido, entonces, hacía falta barrio. Ahí apareció Viejas Locas. No olvidemos que, para ese entonces, estaban más que instalados los Ratones Paranoicos. Con actitud más Rotten que Stone en sus orígenes, la banda de Juanse fue paulatinamente adoptada por una incipiente tribu urbana forjada al calor de las sucesivas visitas de sus majestades satánicas a nuestro país.

Así fueron más o menos los noventa hasta que, casi en simultáneo, los Redondos y Viejas Locas dijeron basta. De esta última ruptura, de inmediato se formaron Intoxicados y Motor Loco. En cuanto a Patricio Rey, en 2004 el Indio debutaba y Skay había editado ya dos discos, pero las presencias de ambos en los escenarios eran muy esporádicas. El piberío necesitaba bandas que jugaran todas las fechas, y las bandas necesitaban un público que los haga jugar de local en cualquier lugar. Así, la mentada cultura del aguante fue multiplicando grupos no sólo de fans, sino también de nuevos artistas. Había una necesidad de expresar vivencias compartidas sobre un soporte melódico de moda. Con el nuevo milenio, emergió una nueva escena.

Callejeros es de mediados de los noventa y pega el salto a comienzos del dosmil. La voz rasposa de Fontanet se asemeja a la antes inaudita gola de frenada de coche impostada por Solari. Lo mismo parecía que intentaban cantantes de bandas como PierLa BerisoZumbadoresFarolitosLa SuburbanaCirco RomanoOciosos o  Mamá Santa. A su vez, estos artistas compartían escena con grupos de similar estilo como Ojos Locos1 Segundo es Demasiado o El Soberano.

Así como había bandas que se inscribían en la variante inaugurada por Los Redondos, hubo otras que se anotaron en la lista abierta por Viejas Locas. Como el Pity intoxicado parecía más interesado en mestizar ritmos, la pureza rocanrolera fue asumida por Motor Loco y el despegue de una banda que carreaba también desde la segunda mitad de los noventa: La 25. En ese estilo proliferaron grupos como Rockas ViejasLa GuapaBarrios BajosBuen AndarCachorros VagosFulguraLa QuimeraSuburbios ClandestinosVagabundosVagantes Nocturnos, Duendes Negros. En esa línea y con matices también estaban La MadrizAbeja ReinaMalditos GusanosLa Nave. Aquí también podrían enrolarse grupos que se bautizaron traduciendo nombres stones como Trabajo Sucio y Chicos de Fábrica. ¡Ah! No olvidemos ese pequeño grupo de bandas con nombres terminados en OSA. Sí. La MocosaLa Pulposa, La BabosaLa Colosa y La Ponderosa.

Justamente hablando de nombres, otro fenómeno curioso de la época es la utilización de denominaciones muy parecidas: Rockas ViejasSucias RockasViejo RastreroViejo Empedrado, Viejo Farol Viejo Búrdel; que adoptaron esos nombres tras comprobar que habían elegido llamarse como dos bandas ya existentes, Farolitos y Burdeleros.

Para los gustosos de los sonidos rioplatenses, quizás más admiradores de Los Piojos o La Bersuit, había bandas como Pampa YakuzaLa Perra que los ParióLos Pérez GarcíaLas Pastillas del AbueloLa ZurdaLa DeambulanteEstado VegetalLa Centenera. En esta nebulosa, con diferencias pero emparentados a la banda de Ciro, se ubicaba también a Sexto Sentido y a Cielo Razzo.

También La Renga había inaugurado, sin intención, un sistema de grupos muy cercanos a su estilo detonador. Ahí podrían ubicarse La NegraMaldita SuerteEl MendigoEstación LocalGuillerminaTriste DestinoLa Última SecaNagual. Quizás en este arco, pero con vuelo propio, apareció El Bordo, con proyección a futuro.

Entre los inclasificables (y tal vez por eso con otro tipo de crecimiento), estaban Los Gardelitos y Jóvenes PordioserosLa Covacha era un grupo del radar ricotero con sensibilidad social. Malos Aires y Perro Ciego intentaban un estilo propio. La RusaLa NaranjaMAD o Gauchos Rabiosos imponían un estilo aplanador. Hasta había rolinguismo glamour, con Turf;  o paródico con Villanos.

Son pobres porque quieren. La estigmatización de un género

Hubo un tiempo en que algunos periodistas y no pocos músicos encontraron en el Rock Barrial una de las razones para hablar del empobrecimiento material de buena parte de nuestra sociedad y a esa forma de hacer música como un exponente de lo pobre y lo decadente. Así como estaba de moda meterse, recabar información, analizarlo y publicarlo; también era moneda corriente criticarlo y hacerlo parte de la pauperización argentina, pero no como resultado o víctima, sino como responsable y reproductor. Han dicho que el rock chabón es tribal, es de pobres, de brutos, de ignorantes, de borrachos, de drogadictos. En crónicas de la época también se decían cosas parecidas de la cumbia villera.

Después de Cromañón, toda la gente que antes cargaba con esos estigmas ¿aprendió mágicamente a convivir de otro modo con la música en vivo? Donde algunos observadores con buena prensa veían un germen de la decadencia moral argentina, ¿no había también solidaridad, cooperación y ayuda mutua entre pares que se vinculan desde el barrio, la hinchada o el amor a una banda? Si las bandas del rock chabón intentan visibilizar, con su lírica, algunos valores entre tantas falencias del sistema ¿Era válido que se las acuse de haber sido reproductores de la desigualdad?

Hoy no hay tantas respuestas para esas preguntas. Veinte años atrás estaba de moda subirse al yobaca y señalar desde arriba. Seguramente, ahora que las expresiones suburbanas del rock and roll argentino no forman parte del hegemónico sentido común, seguro habrán mermado las condiciones de desigualdad de nuestra población, así como han disminuido los indicadores asociados a la decadencia moral, material y espiritual de la nación. ¿Ah no? Bueno, quizás estén posando su mirada en algún que otro fenómeno popular o en un nuevo chivo expiatorio para buscar las explicaciones que no encuentran en otro lado.

Como es sabido, más de un tercio de nuestra población se encuentra bajo la línea de la pobreza y otra buena parte en condiciones de indigencia. Las posibilidades de acceder a un primer empleo en la juventud se reducen, y mucho más si se pretende que ese acceso sea a trabajo registrado o al menos con estabilidad y previsión. Los servicios de salud y educación públicos atraviesan crisis y riesgos. La mayoría de los jóvenes habitan poblados con todo tipo de precariedades y en muchos casos están más expuestos que antes a la oferta de sustancias. Entonces, ¿Siguen vigentes los componentes temáticos que convirtieron al Rock Barrial en un género? Si las razones están vigentes ¿Alguien se hace cargo de promover algún tipo de expresión estética relacionada a eso?

Las letras de Fontanet no sólo pintaban un panorama barrial. Callejeros intentaba hablarle a luchadores, ateos, agnósticos, feministas, entre otros sectores. Las canciones proveían de frases a jóvenes que experimentaban con su juventud, a quienes los sensibilizaba la causa Malvinas, a quienes iniciaban caminos en la militancia o anhelaban un cambio político y social. Esas letras se plasmaban en banderas, remeras y tatuajes.

Vigencia o decadencia del rock del arrabal

Todavía existen bandas que siguen poniendo en juego la circulación de sentidos asociados a la amistad, la familia, el laburo, el amor, la sensibilidad social y la incursión en temáticas políticas. Sus públicos llenan estadios en casos que de tan conocidos no es necesario mencionarlos; y además hacen funcionar, en zonas urbanas, un circuito en lugares con una concurrencia de 500 a 4000 espectadores. A lo largo de estas dos décadas, por esos espacios han pasado todos los grupos antes mencionados y otros que comparten un panorama similar como Sueño de PescadoDe la Gran Piñata, la descomposición de La 25 en Eslavos y Caras Extrañas; el devenir de Jóvenes Pordioseros en Hijos del OesteLa Chancha MudaLa CumparsitaDon LunfardoCabra da Peste, todos los grupos surgidos del destartalamiento de Los Piojos y muchos más.

El ya citado Steimberg dice que los géneros adquieren mayor sentido en el contexto que les dio surgimiento, con la posibilidad de compararlos con otros géneros contemporáneos. El sub-género Rock Barrial tal vez ha perdido vigencia y pueda ser complicado atribuirle ese carácter con los exponentes actuales. Lo que sí están vigentes son las condiciones de vida de la población que dieron origen a las temáticas de ese tipo de rock. Los grupos antes mencionados sostienen esos temas, pero en esta época parecen tener predominio otro tipo de retóricas. Las nuevas generaciones de jóvenes puede que estén intentando dar a conocer las mismas preocupaciones de hace dos décadas, con otras estéticas, fundando un nuevo género.

En el mundo digital abundan las producciones dotadas de urgencia enunciativa, provocando que los pibes busquen formas más rápidas y mecanizadas de decir lo mismo, con otros sonidos y recursos tecnológicos. A la generación actual hasta le cabría la misma crítica que en otro momento se le hizo al Rock Barrial: economía de recursos, poco conocimiento de teoría musical, poca destreza con instrumentos, un lenguaje muy acotado en una realidad precarizada; resultado: obras de baja calidad. Lo mismo se le había dicho al punk y parece ir repitiéndose acorde al tipo de expresión que vayan adoptando las formaciones juveniles de cada momento.

Si otra de las características del Rock Barrial se refería a los modos de ser y hacer de los públicos, tal vez habría que buscar qué conductas tienen las audiencias que acuden a ver música en vivo hoy. Sus prácticas van alternando entre la realidad real y la realidad virtual: protagonizan la calle online, tienen expertise en generar tendencias y tratan de incidir en el sentido común digital. Construyen fandoms para posicionar y hasta para cancelar artistas. Entre los modos de ser, muchos se vinculan desde una identidad visual distinta. El predominio de lo artesanal y lo autogestivo ha perdido terreno frente a lo profesional auspiciado por las grandes marcas. Los hombres encajados en Fiorucci hoy son parte de la cotidianeidad, y es un valor tener marca en vez de hacer gala de no poseerla. Con etiqueta o de La Salada, hay un piberío que hoy compite por VersacheGuchiYanel Luis Brutón.

Las audiencias de las bandas del rock chabón transitaron un aprendizaje y han abandonado las prácticas más dañinas o competitivas, pero persisten en la elección de frases para demostrar su afecto o fidelidad; en la colocación de esas frases junto al nombre de su barrio en remeras o banderas; en la organización de transportes para facilitarle el viaje a grupos de sus mismos entornos; en la realización de eventos solidarios y también en la elección de un tipo de vestimenta, una jerga o códigos para sostener una identidad colectiva o sentido de pertenencia.

Quizás las temáticas del Rock Barrial tengan la misma vigencia que dos o tres décadas atrás, pero como las características más polémicas, agresivas o destructivas del género se han transformado, no merecen la misma atención que otrora por parte de varios formadores de opinión. Los detractores de la música y las expresiones artísticas suburbanas hoy tienen la oportunidad de buscar dónde están los jóvenes que practican cotidianamente buenas formas de vivir y poner más empeño en destacar los aspectos positivos que siempre estuvieron presentes en esos grupos. En el mejor de los casos, con sus atinadas observaciones quizá logren contribuir con la construcción de esa sociedad justa, libre, ilustrada y repleta de bondades que tanto anhelaban.

 

Fuente: https://canalabierto.com.ar

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba