¿Qué es la política y para qué sirve en una democracia en crisis?
Por Juan Severo
La política, en su sentido más puro, es la herramienta fundamental que tiene una sociedad para organizarse, tomar decisiones y buscar el bienestar común. Es el espacio donde se debaten ideas, se confrontan visiones y se construyen consensos. Sin embargo, en la práctica, especialmente en países como Argentina, la percepción de la política ha sido muchas veces distorsionada por las acciones y actitudes de algunos de sus protagonistas. Esta distorsión lleva a cuestionar la verdadera naturaleza de nuestra democracia y el papel de los partidos políticos en ella.
En teoría, la política debería ser la vía para que los ciudadanos, a través de sus representantes, puedan participar en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Los partidos políticos, en este contexto, son las estructuras que canalizan las demandas sociales, organizan la participación ciudadana y presentan alternativas de gobierno. Sin ellos, el sistema democrático como lo conocemos no podría funcionar, ya que son los vehículos a través de los cuales se expresa la voluntad popular.
Pero, ¿qué sucede cuando los partidos políticos y sus dirigentes parecen alejarse de estos principios? ¿Qué ocurre cuando las decisiones políticas se toman en función de intereses personales o corporativos en lugar de responder a las necesidades del pueblo? Es en estos momentos cuando la confianza en el sistema democrático se tambalea y muchos ciudadanos comienzan a dudar si realmente viven en una democracia.
En Argentina, hemos visto cómo, a lo largo de los años, la política ha sido utilizada en numerosas ocasiones como un medio para la acumulación de poder y riqueza, en lugar de ser un servicio público orientado al bien común. La corrupción, el clientelismo y la falta de transparencia son algunas de las prácticas que han erosionado la confianza en las instituciones y en los partidos políticos. Estos vicios no solo debilitan nuestra democracia, sino que también alimentan el cinismo y la desilusión en la población.
Es comprensible que en este contexto muchos argentinos se pregunten si realmente estamos viviendo en un sistema democrático. Cuando los ciudadanos sienten que sus voces no son escuchadas, que sus representantes no rinden cuentas y que las decisiones políticas no responden a sus necesidades, la esencia misma de la democracia se pone en entredicho.
Sin embargo, es importante recordar que la democracia no es solo un sistema de gobierno; es también una cultura, una forma de vida que requiere la participación activa y crítica de todos. La política, a pesar de sus defectos, sigue siendo la herramienta que tenemos para cambiar las cosas. Es a través de ella que podemos exigir rendición de cuentas, transparencia y que se respeten nuestros derechos.
Si bien es cierto que algunos dirigentes han traicionado los principios democráticos, también lo es que la política sigue siendo el único camino que tenemos para mejorar nuestras condiciones de vida y construir un futuro más justo. No podemos caer en la trampa de la apatía o el desencanto. En lugar de eso, debemos comprometernos a participar activamente en la vida política, a exigir que nuestros representantes cumplan con su deber y a fortalecer las instituciones que garantizan nuestra democracia.
La política no es el problema; el problema radica en cómo se ha ejercido en algunos casos. Es hora de que recuperemos el verdadero sentido de la política, de que la usemos como el medio para construir una sociedad más justa, inclusiva y democrática. Para que esto suceda, necesitamos ciudadanos comprometidos y dirigentes que comprendan que su papel es servir al pueblo, no servirse de él. Solo así podremos garantizar que la democracia en Argentina no sea solo una palabra, sino una realidad vivida por todos.