Politica

“Soy cruel”: Milei, entre la tiranía y el sadismo

“Basuras”, “ratas”, “inmundos”, “kukas” y “políticas de ajuste híper populares”. Reflexiones sobre el reciente discurso de odio pronunciado por el Presidente en la cena de la Fundación Faro.

Por Tomás Raffo | No se puede dejar pasar por alto el discurso pronunciado en la cena de recaudación de la Fundación el Faro, el reciente 26 de junio, por el Presidente Javier Milei. Frente a un auditorio plagado por sus funcionarios de gobierno, sus legisladores y con gran concurrencia de representantes de las principales empresas del país, el jefe de Estado volvió a destilar, una vez más, un discurso de odio, que más allá de las particulares distorsiones sobre la realidad económica, merece la pena analizar para aquilatar adecuadamente las sombras y amenazas que sobre los sectores populares se agazapan desde el más alto lugar del poder político e institucional del país.

No es el primer discurso de odio que vocifera Milei. Es más, casi no hay discurso de Milei sin expresiones que apelan al odio y al desprecio como clave movilizante para sus seguidores. Sin embargo, nunca como hasta su última aparición fue tan explícito el odio en sus expresiones. Sí quizás hubo toda una progresión, desde metáforas agresivas y figuras alusivas, que fueron modelando un in crescendo en su alocución. Se sabe que, como enseñó Freud, “se empieza cediendo en las palabras para luego ceder en las cosas”; así como el valor performativo y de llamado a la acción que porta la palabra, máxime siendo enunciada desde el máximo lugar del poder político. Por eso es fundamental analizar los dichos del Presidente en la citada intervención, fundamentalmente en su núcleo central, cuando está sosteniendo que el ajuste fiscal que está realizando tiene “apoyo popular” y en ese marco expresa:

“Sí, soy cruel. Soy cruel kuka inmundo, con ustedes, con los gastadores, con los empleados públicos, con los estatistas, con los que le rompen el culo a los argentinos de bien…” 

(Ver minuto 40)

Tal la confesión sin tapujos, más bien eufórica de Javier Milei. Confesión recibida con aplausos y vitoreos de su auditorio. Una recepción entusiasta que avala semejante desmesura. Confesión que merece analizarse.

Un tirano vestido de presidente

Es curioso que después de haber dicho semejante confesión y ser recibida con gran festejo por el auditorio, el presidente Milei volvió a la lectura de su discurso, incluso con menos vehemencia. Es como si después de realizada la descarga de violencia y odio, no se hiciera cargo de sus palabras, casi como una pretensión de que pase sin mayores consecuencias. Esto es lo que debemos evitar. Debe tener consecuencias, la primera de ellas, un análisis de sus enunciados y también, fundamentalmente, de su enunciación. En este último plano es que hay que hacer la primera conclusión de sus dichos. ¿Quién habla en el discurso de Milei? ¿Quién en democracia puede decir sueltamente “soy cruel”? No un político, no un ciudadano común, incluso no el empresario poderoso, que aunque cada uno de ellos eventualmente lo sea en algún grado, siempre va velado, reprimido y negado tal carácter. Todos apelan a que lo que hacen y dicen se corresponden con una idea de “lo justo”. Afirmar “soy cruel” es sólo propio de los tiranos, aquellos personajes de la historia que por diversas causales condensaron la suma del poder público y lo ejercieron despóticamente contra sus súbditos. Hay un tirano vestido de presidente en Javier Milei, tal es la conclusión que se desprende de su discurso. Tiremos un poco de este hilo. La tiranía no se ejerce en el vacío: es solidaria con la existencia de súbditos sobre los que se descarga la crueldad del tirano. Hay un pueblo, el nuestro, que es visto como súbdito por parte del tirano Milei. Es esta la inmediata consecuencia de la enunciación del Presidente: Por un lado reconocerse como tirano, y por otro querer hacernos reconocer como pueblo súbdito. Como se sabe, la fuente del poder del tirano es la debilidad de su pueblo. Lo primero que el tirano hace es hacer arrodillar a los hombres, que se encorven mirando al suelo. Tal el sentido de las políticas de ajuste sobre los sectores populares (trabajadores, jubilados, perceptores de programas sociales, etc.), arrodillarlos, humillarlos, que no levanten cabeza… en suma, debilitarlos. Es la fuente de la que emana la tiranía.

El oscuro deseo del Tirano

Es curioso que antes de la confesión de tiranía y crueldad que hemos resaltado, el presidente Milei adelantaba lo que lo estaba llevando a esta explicitación de su “naturaleza”. En efecto, rebobinando el video, se verá que antes de esta parte se iba ya formando la atmosfera de hostilidad y odio que hemos resaltado. En efecto, venía Milei vanagloriándose de que su gobierno es el inventor del “ajuste expansivo” (es decir que luego del ajuste la economía está creciendo, cuestión que dejamos de lado, pero que en ningún modo avalamos) y también que inventaron el “ajuste popular”, que según él constituye “…lo más valioso: las políticas de ajuste y austeridad fiscal son híper populares” (ver el video citado minuto 39´20´´). Es en este punto de autocelebración donde es muy notoria la claridad de ponderación de Milei, en el sentido de calificar como “lo más valioso” a la tesis, por sobre el hecho, es decir, la idea y el anhelo de que sus políticas de ajuste sean “híper-populares”, o sea que tengan avalan social. No pasa de ser una tesis que se confrontará prontamente con los resultados electorales, tanto de este año como cuando se jueguen las presidenciales del 2027 ¿Será cierto que los sectores populares avalarán en las elecciones del 2025 y del 2027 una política que tiene como principal objetivo debilitar sus condiciones de vida? Sin embargo, y a pesar de su importancia, no es ese el punto que queremos resaltar. Este se encuentra un poco más adelante, cuando el clima del discurso presidencial empieza a mutarse de autocelebratorio hasta tomar un cariz de hostilidad, odio y desprecio manifiesto -quizás manifestación de la debilidad de su tesis anterior-. En efecto, se lo verá a Milei diciendo:

“…entonces, mientas que las basuras, las ratas inmundas (y dirigiéndose a los legisladores presentes) sus compañeritos de trabajo jaja; mis excompañeritos de trabajo (aludiendo a su etapa como legislador) quieran reventarnos el resultado fiscal con políticas demagógicas, lo que no se dan cuenta es que, podrán retrasar un poco el ritmo al que nos expandimos porque nos hacen subir el riesgo país, pero la gente los va a castigaren las urnas”

(Ver video citado minuto 39´26´´)

He ahí el deseo del tirano. Un deseo de castigar, tal el núcleo de las pasiones del tirano Milei. El deseo de castigar no es un deseo cualquiera, su especificidad, nos enseñan Freud y Lacan, está del lado de esa oscura estructura psíquica que se denomina perversión, más precisamente del sádico, aquel oscuro personaje que encuentra satisfacción en el dolor que le inflige al otro. No hay dudas de que este rasgo pinta de cuerpo entero al presidente/tirano Milei. La satisfacción que tendría por el castigo que se le infringiría a aquel con el que está en oposición (los kukas y los trabajadores del Estado). La satisfacción en el dolor ajeno, propio de la crueldad, y signo de las políticas de ajuste que lleva adelante Milei, es un rasgo que define la perversión de la estructura psíquica pero principalmente política de lo que Milei representa.

Que el presidente Milei sea una perverso o un psicótico (es decir alguien tan alejado de la realidad que pueda hablar con perros muertos) que necesita un complemento perverso para estabilizarse poco importa. No son sus rasgos personales en sí lo central, sino como esos rasgos impregnan la estructura política de la cual es líder, los efectos en la masa, en los acólitos que lo siguen y fundamentalmente las derivas que esos rasgos pueden tener a partir de su incidencia en las políticas públicas y aún, y no en menor grado, en la contienda electoral.

Más aún y siendo coherentes con la teoría psicoanalítica podríamos afirmar que el Presidente no es un psicótico típico como el de los manuales, porque estos sujetos son incapaces de acceder a las instancias de mayor predominio simbólico como en este caso, nada menos que la Presidencia de la Nación, y anteriormente el cargo de legislador nacional. El psicótico está inhabilitado por estructura a estos cargos. La mala noticia es que si Milei no es un psicótico típico, y atento a las manifestaciones del caso (tener hijitos de cuatro patas, clonarlos y hablar con los perros muertos) lo más probable es que lo que es central para su estructuración, lo que le permite asumir cargos públicos sin desencadenamientos delirantes es sin duda la suplencia que le da la perversión y específicamente la crueldad de esta posición. Es casi como una condición de posibilidad de su posición. Sólo puede ocupar lugares simbólicos (ser panelistas de TV, ser legislador y ser presidente del país) si puede desplegar dosis crecientes de crueldad que le otorguen una satisfacción que le inhiban el desenfreno propiamente delirante. A los fines políticos, que es lo que verdaderamente importa de esta especulación psicoanalítica, la conclusión a extraer es que para el Gobierno de Milei es fundamental, casi política de Estado, garantizar la crueldad en su gestión.

Es a partir de este eje que se puede empezar a inscribir la racionalidad del bestiario que comporta las políticas más cotidianas del Gobierno de Milei. Desde el espectáculo absurdo, circense y degradante de todos los miércoles donde la policía aplica verdaderas palizas a los jubilados, algo que no podrían hacer si no hay el máximo aval gubernamental. No es exagerado suponer la satisfacción del presidente Milei cada miércoles en que presencia la represión a los jubilados. De ahí la adoración que tiene con la Ministra Bullrich (revelador que en un pasaje de su discurso dijera de ella y de Sturzenegger, a modo de elogio, que eran verdaderos “monstruos”, a los que nosotros gustosamente le sacamos las comillas y lo tomamos de la manera literal que corresponde). De ahí también la crueldad con los médicos del Garrahan, el hospital pediátrico de alta complejidad donde se atienden los casos más graves de los niños más vulnerables. De ahí la crueldad con los pacientes oncológicos a los que se les retiraron los tratamientos gratuitos que tenían. La crueldad con la educación pública, con la salud pública, con los empleados públicos, son las dosis necesarias que necesita el tirano/presidente Milei para poder mantenerse, sin brotar, en su cargo. De ahí todo el valor de la confesión de Milei: “Sí, soy cruel”. Agregaríamos nosotros: “Sos cruel porque es el modo en que podés mantenerte en el poder, aunque sin usar el sillón de Rivadavia” (según lo confesó y lo entendemos, es un sillón eminentemente simbólico que puede hacer tambalear su estructura).

La pareja del perverso

Todo perverso necesita a otro en el que realizar su perversión. Ese otro también tiene sus especificidades. No cualquiera puede ser pareja de un perverso. Hay que tener aguante para eso, fundamentalmente porque detrás de las estrategias del perverso, entre las cuales está el deseo de castigar, el de ser cruel, hay un deseo aún más oscuro y enigmático: el deseo de angustiar al otro. No es casual que ya a casi dos años del Gobierno de Milei la angustia ha estado presente en el campo social, principalmente de aquellos que están sufriendo sus políticas de ajuste. Sin embargo, la buena noticia es que es difícil que el perverso tenga una pareja estable, por lo general lo que sucede son separaciones, traumáticas cuando no dramáticas, las más de las veces. Sin embargo, un sádico tiene una posibilidad de estabilizarse si tiene la fortuna de encontrar una pareja para la cual el masoquismo sea un valor buscado y aceptado. Pero es una unión estable siempre y cuando el engaño prime. Es estable si el cruel piensa que está haciendo daño a la que sin embargo está disfrutando con el daño recibido (no se asuste lector, hay de todo en la viña del señor, máxime en términos psicoanalíticos), pero se quiebra si el sádico descubre que su víctima está disfrutando masoquistamente de su crueldad. Ahí el angustiado es él, y como tal huye de la relación.

Toda esta disquisición psicoanalítica es para afirmar la imposibilidad de la estabilización de la propuesta política que representa Milei. El pueblo argentino es cualquier cosa menos un pueblo masoquista que disfruta con su propio dolor. Con sus matices y heterogeneidades es fundamentalmente un pueblo de lucha, de conquistas populares, que ha sabido crear sus movimientos políticos que, con sus más y sus menos, han tenido a la solidaridad, a la empatía, a la lucha contra las injusticias y las desigualdades como un rasgo distintivo de su historia.

Sin embargo el tirano Milei no llegó por la tiranía, sino por la democracia, por los votos, a su lugar de poder. Ciertamente si ha podido apelar al deseo de castigo a la “casta política” accediendo al poder en el 2023 es porque hay un pueblo también castigado. Una parte de los sectores populares sin duda ha sido permeable, y quizás lo siga siendo, al deseo de castigar. Quizás porque es una forma de devolver lo que han sufrido. El deseo de castigar de aquellos que han sido castigados, de aquellos que han estado por fuera del Estado, que durante la pandemia tuvieron a lo sumo cuatro asignaciones de Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) cuando veía que los trabajadores estatales, los que recibían algún plan social, los jubilados, pero también los trabajadores formales (aunque éstos menos visibilizados) recibían alguna ayuda del Estado y ellos eran castigados con su exclusión. Hay un deseo de castigo validado socialmente porque hay una sociedad que fue castigada socialmente. Cómo no entender ese voto anti-Estado de aquellos que sobreviven sin Estado. Cómo no entender que de lo que se trata es de ampliar al Estado, de hacerlo llegar a donde no ha llegado para que los discursos de odio no sumen apoyo popular de aquellos que dependen del Estado para mejorar efectivamente sus condiciones de vida y su destino. Se trata de que la política, principalmente la política económica, socave las bases de sustentación donde el perverso encuentra su validación social. Cómo no hacer un salto histórico y ver que del mismo modo que el tirano Milei pretende castigar ajustando el nivel de vida de los sectores populares y culpabilizando de ello a los gobiernos populares, debilitando a la sociedad para que ella no tenga el poder de oponerse a la tiranía, se trata de la reedición de la experiencia de los sectores dominantes desde el 76 en adelante. Si la pujante Argentina industrial de la sustitución de importaciones que llevaron adelante fundamentalmente los gobiernos populares peronistas, fue quebrada y castigada por los sectores dominantes vía el terrorismo de Estado de la dictadura genocida, fue su profundización durante la recuperación democrática y esencialmente la ausencia de una reconstrucción productiva a la medida de la destrucción realizada, la que le dio el aval popular a los gobiernos más antipopulares del período democrático (Menem y Macri). Se trata de reconstruir primero el alcance universal de las políticas de Estado y por otro lado la necesaria estrategia de reindustrialización con eje en nuevos actores (Estado, medianos y pequeños empresarios) que puedan conformar un bloque de poder en capacidad de disputar las condiciones de gobierno y distribución que demanda nuestra castigada sociedad. Un política que en serio repare las profundas brechas y desigualdades sociales que son hoy el caldo de cultivo donde el poder económico (los benefactores sociales que  según Milei “cuanta más plata ganen mejor”) y el tirano perverso que los representa buscan, y por ahora lamentablemente encuentran,  aval popular.

Ilustración: Marcelo Spotti

 

 

Fuente: https://canalabierto.com.ar

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