Y ahora, ¿Quién podrá defendernos?
Por juan Severo
La inseguridad se ha convertido en el tema que domina las conversaciones, los titulares y las mesas familiares en Argentina. En todos los canales de televisión, redes sociales y debates públicos, se repiten las mismas imágenes de robos, violencia y vidas truncadas. Y, como un círculo vicioso, comienza la danza de las culpas. La gente señala a la policía, la policía a los fiscales, los fiscales a los jueces, los jueces al poder político, los políticos a la oposición, la oposición al presidente, el presidente a los gobernadores, los gobernadores a los intendentes de otro palo, y estos últimos vuelven a devolver la pelota hacia arriba. Mientras tanto, el ciudadano común sigue siendo asaltado, golpeado o, en el peor de los casos, pierde la vida por algo tan insignificante como un celular.
Parece un mal sueño del que no podemos despertar, una versión grotesca del «cuento de la buena pipa» donde nadie asume responsabilidades, pero todos se arrojan culpas. Es un sistema de eslabones rotos, donde cada parte funciona para justificarse y no para resolver.
Uno de los debates más recurrentes gira en torno a los menores de edad que cometen delitos. Cada vez que un robo o un crimen involucran a un adolescente, surgen las voces que piden bajar la edad de imputabilidad. Frente a ellos, otro grupo responde que los menores son víctimas de un sistema que los excluye y empuja al delito. Pero entonces, ¿quién es responsable? ¿A quién debe culpar la persona que fue golpeada o robada? ¿Al menor, al sistema, a su familia, al Estado? La falta de respuestas claras solo alimenta la frustración y la bronca social.
Por otro lado, algunos sectores denuncian que los gobiernos locales parecen más preocupados por recaudar con cámaras de fotos multas que por invertir en seguridad real. Se coloca dispositivos por todas partes para controlar la velocidad o si pisas la línea blanca en un semáforo, pero no se ven patrulleros o policías en las calles cuando más se los necesita. ¿Es la seguridad solo un discurso de campaña o realmente es una prioridad de los candidatos?
En este contexto, es inevitable preguntarse: ¿y ahora quién podrá defendernos? La frase que popularizó el Chapulín Colorado en nuestra infancia parece cobrar un sentido desesperante en la adultez. La diferencia es que, esta vez, no hay un héroe torpe pero valiente que llegue a salvarnos. Lo que tenemos es un sistema que parece más preocupado por perpetuar sus luchas internas que por resolver los problemas de fondo.
Es hora de dejar de mirar hacia otro lado y exigir que las instituciones cumplan con su rol. Hace falta más que discursos y promesas vacías: necesitamos un cambio estructural, decisiones valientes y, sobre todo, una verdadera vocación de servicio. Porque si seguimos esperando que alguien más se haga carga, tal vez descubramos que no hay Chapulín Colorado en esta historia. Solo nosotros, enfrentándonos a un sistema perverso.
Vamos a seguir hablando de este tema: