¿Y la democracia… para qué?

Por Juan Severo
Vivimos en un país que, pese a sus vaivenes históricos, abrazó la democracia como forma de organización política desde hace más de cuatro décadas. En este sistema, los partidos políticos no son un adorno decorativo: son instituciones fundamentales. Son los que canalizan la voluntad popular, proponen ideas, debaten modelos de país y forman parte del entramado que permite el ejercicio pleno de la ciudadanía.
La política —esa palabra tan bastardeada últimamente— es, ni más ni menos, el arte de construir comunidad, de gestionar lo público, de acordar en la diferencia y de transformar realidades. La política se nutre del debate, de la participación, del respeto por el otro, de la diversidad de ideas. Y se nutre, sobre todo, del compromiso de los ciudadanos que, con su voto y su involucramiento, hacen posible la vida democrática.
Pero entonces cabe preguntarse: ¿Qué está ocurriendo hoy en la Argentina? ¿Qué pasa cuando desde el lugar más alto del poder, el mismísimo Presidente de la Nación, se ataca sistemáticamente a quienes piensan distinto? ¿Qué sucede cuando el que debería velar por la unidad nacional, garantizar los derechos, proteger la Constitución, se dedica a injuriar, insultar, agraviar y hostigar?
Porque no se trata sólo de diferencias ideológicas. Se trata de prácticas que horadan la convivencia democrática. Se trata de un Presidente que, día tras día, desacredita a periodistas, artistas, científicos, trabajadores, jubilados, opositores, dirigentes sindicales, estudiantes, e incluso a personas con discapacidad. ¿Hasta cuándo vamos a naturalizarlo?
¿Es esta la libertad que nos prometieron? ¿La libertad de insultar sin consecuencias? ¿La libertad de gobernar a fuerza de decretos, ignorando el Congreso, atacando a la Justicia, despreciando la cultura, desfinanciando la educación y asfixiando a los que menos tienen?
Los ciudadanos no somos meros espectadores. Tenemos un rol protagónico. Y más aún cuando vemos que se socavan los principios básicos del contrato democrático. Porque la democracia no es sólo votar cada dos años. Es también garantizar la pluralidad, respetar las reglas de juego, construir desde el disenso y pensar en el bien común.
Por eso, desde este humilde medio, alzamos la voz: no todo vale en nombre de la libertad de mercado. No todo se puede justificar con el discurso de la antipolítica. Porque sin política no hay democracia, y sin democracia no hay futuro.
Argentina no necesita mesías ni verdugos. Necesita líderes democráticos, que entiendan que gobernar es también escuchar, respetar, consensuar y cuidar.
Y en ese camino, el rol de cada uno de nosotros —ciudadanos y ciudadanas— es clave. No dejemos que nos arrebaten la palabra. No dejemos que nos arrebaten la democracia.
Foro Matanzero
Medio de comunicación popular y autogestivo
La Matanza, Buenos Aires