Politica

¿Y la noble igualdad, Presidente?

Por Juan Severo

Sin ánimo de enfrentar al sector agroexportador —uno de los que más aporta en divisas al país— vale la pena plantear algunas cuestiones que parecen quedar siempre del lado ciego del discurso oficial. Porque así como los gobiernos nacional, provincial y municipal tienen la responsabilidad de ofrecerles previsibilidad, rutas en condiciones y reglas claras que no cambien a mitad de camino, también es justo que, en nombre del esfuerzo compartido, ese mismo sector devuelva algo más al pueblo argentino que le provee el andamiaje institucional y económico para funcionar.

En estos días se llevó a cabo una nueva edición de la Exposición Rural en la Ciudad de Buenos Aires. Una muestra impecable, donde se exhibieron las últimas tecnologías aplicadas al agro: maquinaria de última generación, tractores con cabinas climatizadas, drones para pulverización, software de gestión de suelos y más. Todo al servicio de la producción eficiente, moderna, competitiva. Hasta ahí, nada que objetar. Loable y digno de orgullo nacional.

Pero la pregunta que resuena fuerte y más aún después del discurso del presidente Javier Milei en La Rural es: ¿Qué beneficios concretos traen esas decisiones (como la baja de retenciones) a los sectores más vulnerables de la sociedad? ¿Qué ganan los jubilados que cobran la mínima? ¿Qué mejora para los desocupados o para quienes sobreviven con changas, lejos de cualquier convenio colectivo?

Es que mientras se bajan impuestos a sectores concentrados con enorme capacidad tecnológica, al mismo tiempo se siguen ajustando presupuestos en áreas sensibles: salud, educación, programas sociales. El Presidente habla de “libertad”, pero la libertad sin igualdad se convierte en privilegio para unos pocos. ¿Dónde queda la “noble igualdad” que se canta nuestro himno nacional?

No se trata de demonizar al campo, ni de exigirle milagros. Tampoco de que hagan beneficencia, los empresarios están para generar ganancias, no caridad, pero sí de entender que en una Nación no puede haber ciudadanos de primera y de segunda. Que los derechos no pueden depender de la productividad de tu rubro, sino de tu condición humana y ciudadana.

Y si hablamos de responsabilidades, el Estado no puede limitarse a ser un espectador. Debe ser garante del bien común. Porque así como es justo dar previsibilidad a quienes producen, también lo es exigir que se cumplan los artículos 14 y 14 bis de la Constitución: derecho al trabajo, a la vivienda digna, a una jubilación que alcance, a la salud, a la educación, a la justicia social.

Pero, en vez de debatir cómo resolver estos temas de fondo, los dirigentes de las distintas alianzas políticas parecen más preocupados por mantener sus propios lugares. Las candidaturas testimoniales son un claro ejemplo de cómo las estructuras partidarias se cierran sobre sí mismas y pierden de vista a los representados. Narcisismo y cálculo electoral por encima de un verdadero proyecto de país.

El esfuerzo si realmente es compartido debe alcanzar a todos. A los que producen, a los que trabajan y a los que esperan una oportunidad para salir adelante. Que no se nos siga vendiendo el verso de la libertad sin igualdad. Que no se sigan vaciando las palabras.

Porque patria no es solamente producir. Patria también es incluir.

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